Fotografía de portada: Ale Meter
Una clínica a punto de entrar en convocatoria. Sus empleados divididos entre quienes luchan y quienes se agachan en una carrera que saca lo peor de cada ser humano. La labor de los sindicatos y la de los accionistas, que por momentos no parecen tan opuestos como se esperase. Y en último lugar los pacientes y con ellos Alina, que con un cáncer pasó de un lado al otro del mostrador.
Valentina Vidal escribe una novela negra que denuncia un sistema médico perverso que, con sus vicios, deshumaniza tanto a los pacientes como a los médicos.
Una crisis sanitaria urgente, que necesitamos encarar como sociedad si estamos dispuestos a recuperar la dignidad y el valor de cada vida.
Por qué de todos los temas para comenzar una carrera literaria, elegiste uno tan incómodo para la sociedad como el sistema de salubridad.
No fue una acción premeditada, el tema se abrió paso hasta volverse parte esencial de la trama que, además, atravesaba los vínculos de la clínica. Me interesaba profundizar en los cambios que se producen entre compañeros de trabajo cuando hay un abuso sistematizado de parte de un directorio que acosa a sus empleados más antiguos y se encuentran frente a la posibilidad de perder el trabajo. Una situación límite como esa, provoca reacciones inesperadas. Ahí quise mirar. Por otro lado, nunca pensé en una estrategia para empezar una carrera, yo escribo y tengo la enorme suerte de estar entre los libros que salieron este año a pesar de estar en el medio de una crisis económica dramática. No es menor que las editoriales (tanto las grandes como las independientes) se la sigan jugando por autores nuevos. Hay un amor y una militancia hacia el libro que no se puede dejar de mencionar, y eso se ve reflejado cuando una novela aborda un tema poco comercial, ahí hay una apuesta disruptiva, estética, una búsqueda que es muy interesante. La comodidad no sirve para la literatura, todo lo contrario, es lo incómodo lo que abre preguntas.
De alguna manera la disolución que planteas en la clínica, replica la crisis económica y social de los últimos tiempos. ¿Las situaciones extremas sacan lo peor de casi todo ser humano, como sociedad, nos venimos entrenando en la impiedad y el egoísmo?
Lo peor y lo mejor, eso depende del grado de empatía que tenga cada uno. Es verdad que estamos viviendo un tiempo donde el individualismo invade nuestras vidas. Los últimos años el mundo se volcó hacia la derecha y el liberalismo, hacia un poder elegido por medio del voto que ejerce políticas económicas que dejan afuera a los más desprotegidos, empujando a toda la clase trabajadora hacia un abismo, lo que expone un grado enorme de impiedad. Pero lamentablemente no es algo nuevo, en la historia podemos encontrar muchísimos momentos donde se eligieron este tipo de gobernantes. Estoy convencida que tiene que ver con esa costumbre autodestructiva que tiene la raza humana cada tanto. Por otro lado, creo que, de un tiempo a esta parte, también nos dimos cuenta de que tenemos el enorme trabajo de profundizar y hacer varias lecturas con lo que los medios nos muestran para manipular nuestras voluntades, algo que puede ser extenuante pero necesario si se quiere llegar a la verdad.
¿Existe un retorno?
Siempre, hemos sobrevivido a tanto. Mientras hay que tratar de no distraerse y construir desde los más niñes.
Se suele decir que la novela negra opone los conceptos de “justicia” y “ley” y se articula en la tensión de ambos. ¿Cómo funciona esta tensión en el ámbito médico?
No es justo que alguien pague por su salud, pero la ley simbólica implica que no haya otro camino y eso nos convierte en mercancía. Entonces, partiendo desde esa base, está todo mal. Las tensiones se manifiestan desde lugares que nacen torcidos, dónde está naturalizado que se haga negocio con la salud sin importar si la persona lo puede pagar. En el caso de la salud pública, la falta de presupuesto provoca que los pacientes esperen demasiado tiempo hasta que lleguen los insumos o los repuestos del equipamiento médico, pero al menos hay regulación del estado, y, sobre todo, es gratuita, cosa que no pasa en otros países. Pero en el sistema privado, las líneas del bien y del mal se cruzan constantemente porque hay impunidad. Y lamentablemente si te querés curar, si querés prevenir, dentro de un contexto así, tenés que pagary para eso hay estructuras perversas que hacen dinero con la desesperación de la gente, empresarios a los que no les tiembla el pulso si tienen que dejar a un paciente sin su diagnóstico o su cirugía sino la puede pagar.
¿Eras consciente a la hora de escribirla que se trataba de una denuncia que excedía por mucho lo literario?
Para nada, mi objetivo era narrar acerca de los vínculos atravesados por la causalidad y de a poco la historia de la clínica se impuso con una fuerza impresionante. Había una necesidad latente de contar el funcionamiento de un sistema corrupto dentro de una clínica a punto de entrar en convocatoria que no había visto, y el tema se abrió paso como una sudestada. De cualquier manera, la novela tiene fragmentos que están tomados de la realidad, pero es una ficción y como tal, lo que puede hacer, es abrir una ventana para mirar un poco de ese mundo interior, ver el otro lado de las cosas. Siempre me interesa tener una mirada de 360° de lo que pasa, creo que es la única manera de acercarse a la verdad.
Elegiste una narrativa despojada para narrar momentos de una absoluta fragilidad o de un cinismo atroz. ¿Cómo trabajaste estas decisiones estéticas?
Quería evitar el sentimentalismo y el golpe bajo, entonces opté por ser lo más aséptica posible, que la narrativa hable desde la acción, que los personajes estén haciendo cosas, que se rían de ellos mismos. El humor resignifica y relativiza momentos difíciles, los vuelve soportables y en una buena cantidad de veces, los supera. Y después fue corregir mucho, soy de las que creen que la corrección es tan importante como los primeros borradores, porque es cuando se le puede agregar literatura. Las decisiones estéticas se pueden tomar si se aprende a manejarlas y eso se da cuando hay un montón de trabajo a conciencia detrás, no permitiendo que la ansiedad atore al texto, porque las palabras necesitan tiempo y muchas fases para llegar a tener la mejor calidad que podamos darle. La escritura tiene que ser pulsión, deseo y dedicación, apurarse no tiene sentido alguno.
El personaje de Alina es central para nivelar los dos lados del mostrador y permite momentos de hipérboles varias. ¿Cómo surgió y cómo manejaste la verosimilitud del mismo y de su entorno?
La vida es inverosímil de por sí y lo importante es que las reglas narrativas estén claras dentro del mundo que se construye, en este caso, creo que hay más exageración en la realidad de cualquier clínica que en el personaje de Alina, que es una chica que tiene una mirada introspectiva por necesidad y porque la enfermedad que tiene la lleva a revisar internamente qué es lo que pasa y Jimena, dentro de su propia conflictiva, es la que muestra el entorno, la debacle del mundo que las rodea. Creo que esas dos miradas son las que sostienen la estructura y le dan el espesor necesario para contar la historia.
Desde hace tiempo sos la jefa de redacción de la página de reseñas “Sólo tempestad”. ¿Cómo pensás que te posiciona ese espacio en el mapa de la narrativa argentina?
Como una lectora de literatura contemporánea responsable. Solo Tempestad me dio muchas cosas, pero la más valiosa de todas es haber leído un montón de autores, autoras de editoriales a las que no habría tenido acceso de no ser por la página.
¿Tenés comenzado algún otro proyecto narrativo?
Estoy con una novela que me tiene encantada. Es hermoso cuando pasa eso, porque estás escribiendo con la cabeza todo el día, es casi como estar enamorada y no poder pensar en otra cosa.