En Japón concurrimos ayer al cine para ver el nuevo film de Shinkai Makoto. Este se titularía en español «Tu nombre es.». Shinkai es el llamado sucesor del mítico director de animación Hayao Miyazaki, conocido por su épica fantástica y su polifaceticidad para con la narrativa mejunje: del clásico a la ciencia ficción casi steam-punk (subgénero cyberpunk) o de la hidronave al sin-ausencia del poderoso factor sintoísta.
Desde «Más alla de las nubes el lugar de la promesa» (2004) Shinkai no tomaba las riendas en pos de una opera prima (sus otras producciones poseen una duración menor). El boy-meets-girl sumado a un factor esotérico-sintoísta sorprende dándole forma a un film que marca una experiencia de impronta diferente. Quizá en «El lugar…» prima de sobremanera una melancolía que distingue a la producción en exceso por tal propiedad (el recuerdo del un lugar a donde nunca hemos ido?).
El factor sintoísta reduce la conciencia dialéctica a unos remanentes arcaicos propios de «El castillo en el cielo» (1986) el notable film considerado «obra maestra» de Hayao Miyazaki.
El estilo de los personajes puede dar la idea de una obra para los mas pequeños, sin embargo esto es un error. También existió esa impresión con «El castillo…», en su momento. El film elabora una transposición tempo-espiritual entre dos jóvenes japoneses, uno: el modelo del neo-japones moderno, indiferente tras un velo tecno-nihilista fiel a la entropía finisecular del hoy, siempre conectado a su Iphone como «perfección de la sabiduría». Otra: heredera de la tradición nipona de la seda chijimi, y especialmente del camino de los Dioses, habitante de otro Japón, uno sutil y escondido: el de tierra dentro.
«Los jóvenes que cazan voces perdidas» (2011) se convierte en su siguiente apuesta grande dentro de algunas menores que lo han destacado en el delicado manejo de «las formas de la ausencia». Su trademark yace en el ámbito que reduce la realidad a la copia exacta de lugares que en verdad existen (visto en «5 centímetros…» -2007- y «El jardín de las palabras» -2013-, o en «Voz de una estrella lejana» -2002- las tres de menor duración y lúdicas para con la nostalgia, la comunicación entre las personas como reverencia omisora de estas) estas son propiedades características de su producción.
Es en el film que he visto ayer, aquí en Japón titulado «Kimi no na wa.» donde consagra la maestría propia que le permite hilvanar (ese es el verbo, sin dudas) el boy-meets-girl con figuras clásicas literarias como la de, el doble y al mejor estilo Kawabata, elevar el tono políticamente hasta cierta gravedad que finalmente dota de nitidez al sui generis. Aquí mismo detrás de mi oficina, en Shinjuku existe un restaurante en donde el protagonista del film trabaja part time. Este restaurante existe y sale en el film de manera completa y exacta. Mismo así, la estación de tren Yoyogi de la linea Yamanote, donde el tren se detiene día a día en mi transcurrir diurno (como ha sido hoy) es escena de un desencuentro clave para la historia de este desierto llamado Tokio. El sintoísmo como un ajedrez invisible, como un cierto hálito fantasmagórico (a la Lafcadio Hern) mueve sus fichas para hilvanar el musubi, es decir, una concepción para permear cosmicidad que nos acerca y nos aleja, en el orden de un destino que como indican las 4 preceptos de Liao Fan, si bien existe, tampoco resiste el déjà vu que no es.
Fue difícil para mi hoy concurrir al trabajo y no sentir algo al detenerse el tren (linea Yamanote) en la estación Yoyogi, escenario de una breve escena del film. Tantos productos reales de estación (bebidas, posters) locaciones contemplan atmósferas sutiles, abstractas del propio entorno natural reproducidas verazmente como una cajita musical que se abre y deja en el aire una melodía desde lo mas básico de sus notas… retratando al Japón de hoy de un modo perfecto: depositándonos en el jardín que habitamos. Adelantando el final de la mimesis como un espejo que permite un sutil reflejo de nosotros mismos.
Quedaba definir si este director podría convertirse en el kagemusha de Miyazaki… cerrando el día laboral creo, a estas horas, sería difícil negarlo.