De corrido.
Un montón de frases que se van revelando y desaparecen.
Tres segundos para dejar su marca o desvanecerse entre toda esa marea que viene detrás suyo.
Y caen.
Una atrás de otra.
De corrido.
No cuento anécdotas porque me olvido el nombre de las personas,
cuento las cosas en cualquier orden y no sé cómo rematar la historia
Así Édouard Levé se busca, se fragmenta para reconocerse.
Una suerte de flâneur de la mente.
Se mira desde todos los lados posibles.
Cubismo literario.
Vagabundea por su mente. Su cuerpo.
Apila oraciones, pedazos de sí mismo.
No hay puntos aparte. No hay párrafos.
En las fronteras me siento tan bien como si no estuviera en ninguna parte.
El norteamericano James Sallis decía en su novela Mariposa de Noche:
“Nuestras vidas, el arte o los artefactos que producimos,
no son más que lienzos superpuestos uno sobre el otro;
unas capas revelan, otras ocultan.”
En Autorretrato vemos cómo eso se imprime, se hace historia.
Palabras que son tanto piel, hueso, órganos, sangre.
Palabras que se esconden en otras palabras.
Tanta información lleva a la vacilación, más que a la certeza, que a la perfección de ese retrato.
La duda, el replanteo y la contradicción como piedras angulares del texto.
Al contradecirme, experimento dos placeres: traicionarme, y tener una opinión nueva.
El lector es quien debe estar atento, es el que completa -más que en otros textos- el sentido, es el que une oraciones, que se distribuyen en una suerte de fractal.
Ventanas a la memoria, puertas al futuro.
Incluso las que ya se saben cerradas o a las que no se quiere -volver a- entrar.
El Arte. El amor. El trabajo.
El sexo. El extranjero. La muerte. El cuerpo.
Cárceles y refugios.
Una suerte de verdad escondida entre mil mentiras. O entre mil verdades.
Capaz, eso, después de todo, es buscarse a sí mismo.
No me olvidaré de quién soy, moriré antes.
Título: Autorretrato
Autor: Édouard Levé
Editorial: Eterna Cadencia
Traductor: Matías Battistón
96 páginas