Un contacto al estilo chino
El problema de los tres cuerpos, de Cixin Liu (Ediciones B, 2017, 416 pág.) es un enigma en sí mismo. Desde la aproximación al libro hay un halo de misterio exótico que conjuga ciencia ficción y un bestseller de China. La contratapa informa que la novela recibió el premio Hugo (uno de los dos más importantes del género) siendo la primera vez que lo obtiene una obra no escrita originalmente en inglés, que fue un éxito de ventas en su país de origen y que lo recomiendan Barack Obama y Mark Zuckerberg. No existe una sinopsis de la trama por lo que la lectura se aborda desde el total desconocimiento.
La historia comienza con una escena que transcurre en 1967 en plena Revolución Cultural china. El profesor de física Ye Zhetai es juzgado por enseñar la Teoría de la Relatividad, que no se ajusta a la ideología maoísta, y su hija Ye Wenjie presencia impotente cómo guardias rojas lo azotan hasta la muerte. Ye Wenjie, de profesión astrofísica, será una de las protagonistas del libro y desencadenará la trama. A continuación Wenjie cae en desgracia con el régimen y termina accediendo a ser parte de un proyecto secreto en una base llamada Costa Roja donde hay un avanzado radiotelescopio.
Luego la historia se muda al presente. Wang Miao es un especialista en nanomateriales que es llamado por una extraña organización luego de una ola de suicidios de científicos. Una cuenta atrás se imprime en sus fotos y luego en su visión. Hay algo raro en el ambiente, pero aún el sentido de la novela no se revela. Ye Wenjie reaparece como una anciana y de a poco se desentraña lo que sucedió en los 30 años que separan ambas líneas temporales.
A riesgo de caer en el spoiler, el tema central de la novela es el contacto con vida inteligente de otro mundo, algo que recién se explicita bien pasada la mitad del libro. Es una sorpresa inesperada dada la construcción súper realista hasta ese momento, aunque sin saber esto el lector ignora la lógica de la narración en la que se sumerge. El marketing de las tapas omite adrede este dato, tal vez para captar un abanico de compradores más amplio que no se interesarían por una historia con extraterrestes.
El contacto se da través de ondas de radio que son emitidas y recibidas desde Costa Roja. Esa civilización alienígena es Trisolaris, un mundo en peligro de extinción. Ese planeta a cuatro años luz de la Tierra es parte de en un sistema de tres soles que se intuye a través de un videojuego de realidad virtual en el que ingresa Wang Miao. Desde allí están planteados todos los problemas de la novela y la acción se acelera, dejando todo lo anterior como una larguísima introducción que se entiende mejor al saber que el libro es el primero de una trilogía.
La historia seduce desde el comienzo, con su lógica china que aporta aire fresco. Liu utiliza una ciencia ficción dura que incluso cuando inventa parece en extremo rigurosa. El título mismo hace alusión a un problema de mecánica orbital. El cientificismo del relato es constante, con explicaciones detalladas, profundas y hasta difíciles. Liu es ingeniero.
El estilo literario de Liu es despojado, llano. Igual con sus personajes, que excepto un par, son bidimensionales y parecen robots de sensibilidad nula. Los sentimientos de los personajes parecen quedar velados al narrador y entonces, cuando actúan, sus acciones parecen sorpresivas y desmedidas. No se termina de saber si es sólo un defecto del escritor o es también algo cultural, una idiosincrasia china que invade el texto.
Cuando se van desenredando los hilos de la trama surgen muchas similitudes con otro libro icónico del género: Contacto, de Carl Sagan. La única novela que escribió el astrónomo y divulgador científico data de 1985 y tuvo una famosa adaptación al cine con Jodie Foster en 1997. Hay muchos puntos de «contacto» entre ambas obras. Tienen en común la radioastronomía como ciencia con la cual se comunican humanos y extraterrestres, la protagonista principal es una radioastrónoma con traumas del pasado que realiza el primer contacto, los fanáticos religiosos terroristas surgidos del conocimiento de la existencia de una nueva civilización, la cooperación mundial en un proyecto conjunto y la abundancia de explicaciones científicas. ¡En Contacto hasta aparece un científico chino perseguido durante la Revolución Cultural y se menciona un sistema de tres soles orbitando entre sí! Está más allá de la casualidad razonable, sin duda Cixin Liu leyó a Sagan.
El problema de los tres cuerpos atrapa y, como mínimo, llama a leer las secuelas (se lanzan este año en español) para conocer el desenlace de la historia. Que una obra de tal impacto salga de China llama la atención. No es la única: la escritora Hao Jungfang consiguió el Hugo a mejor nouvelle, por Folding Beijing. Tal nivel de masividad parece estar teniendo la ciencia ficción en ese país que la propia Hao Jungfang protagonizó una publicidad de Audi. Increíble.
Este furor moderno por la ci-fi en China no es casual. Se da en un contexto de grandes impulsos desde el gobierno de Pekín a los avances científicos, mientras su PBI crece a pasos monstruosos sin interrupción. El gigante asiático construye el radiotelescopio más grande del mundo, un superacelerador de partículas y desarrolla una activa carrera espacial que planea misiones en la Luna y Marte y sueña con su propia estación espacial. En China la mayoría de los recibidos con títulos académicos son ingenieros. Incluso el presidente Xi Jinping, al igual que sus dos antecesores, es ingeniero.
Se respira en China un aire de progreso y el impulso a la ciencia ficción siempre fue de la mano del desarrollo científico. A fines del siglo XIX el francés Julio Verne y el británico H. G. Wells acompañaron la fascinación por el acelerado desarrollo tecnológico que cambió el mundo. En el Japón de la preguerra Juzo Unno y Rampo Edogawa destacaron en una literatura de ficción científica que florecía de la mano de una corriente de militarismo patriótico. La Edad de Oro de la ciencia ficción, con autores como Arthur C. Clarke, Robert A. Heinlein e Isaac Asimov, surgió en plena carrera espacial ente Estados Unidos y la Unión Soviética. Incluso hubo casos en que la ciencia se nutrió de ideas de la ciencia ficción.
Ahí se planta Cixin Liu con El problema de los tres cuerpos, punta de lanza del cientificismo chino y tal vez prólogo del ascenso de la milenaria civilización a un nuevo esquema geopolítico. La obra de Liu hay que leerla más allá del plano de la ficción.
Titulo: El problema de los tres cuerpos
Autor: Cixin Liu
Traducción: Javier Altayo Finestres
Editorial: Nova
416 páginas