“Mucho chongo, como nunca”, diría la vedette más importante del país. Chicos Malos es una obra no convencional, una performance sobre el teatro, sobre el hombre gay kistch de “belleza” hegemónica, short dorados y pétalos de flores artificiales que juega a lo arriesgado, pero sólo reproduce el modelo habitual de la hembra sumisa en un cuerpo de machote putón. Parte del cliché para luego cuestionarlo y darle duro.

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Al final de la función queda olor a hombre que corrió, saltó y bailó. Pero antes, cuando la función inicia: cuerpos macho bailaban con la torpeza del actor que no se formó en danza y teme caer del escenario, porque son eso. Un actor que juega a ser deseo dentro del “deber ser sexi”. Copiar lo que no soy porque yo por mí mismo no gustaré, esa es la premisa contemporánea que aquí será statu quo. Cuerpos de gimansio que hacen ver demasiado auténtico al raquítico más hot, al que los tacos le cumplen el sueño, la señora con pruritos que conoce como nadie su rol y el deseo que despierta el único cuerpo real en escena.

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El reviente se mezcla con reflexiones que podrían ser profundas pero son livianas cuando las gritan todos juntos y le quitan la materia sensible, para convertirla en mera forma. Vaciar lo colmado de sentido.

El actor más joven, de nariz repingada, cuyos rulos se distinguen de los del ángelito cupido sólo por el contraste de color, dirá a público que desea ser un “baby face” y deja en evidencia la falta de registro de sí que tiene el gurrumín más sweety que muchos post adolescentes de Cris Morena, él podría ser inocente, pero es cómplice de la dinámica que nos quiere inseguros, no da lástima, tampoco lo intenta. También sobre eso  tratan los Chicos, de cómo el macho, en tiempos de consumo desmedido, ha caído junto a su cuerpo en la trampa de un sistema que los quiere musculosos, vacíos y calientes, dispuestos a frotarse contra cualquier cosa para saciar la angustia de no saber quienes son, sino qué reflejan. El otro es una cosa a la que debo consumir como a una hamburguesa de fast-food. Los Chicos Malos llevan esto en el cuerpo, son la hamburguesa que te guste en formato perfo. Una obra que podría ser boluda, pero se permite jugar con las categorías teóricas del teatro, con las posibilidades y evidencias de los cuerpos, que construye cuerpos políticos cuando arriesga a público y pregunta sin avasallar, cuando respeta a quien observa, pero lo desafía todo el tiempo y siempre va por más. “Los chicos malos dominan el mundo” dice el violento sometedor de la escena, pero los que reciben ese texto, en la perfo, son cuerpo obedientes y sumisos, sin registro de sí, productos que perseguien ser deseados y el que no, es una ausente en su propia piel, se muetra ciego ante sus potencias y ahí radica el conflicto.

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Finalmente alguien pudo representar en cuerpos macho-gay el devenir del cuerpo-cosa que tan naturalizado está para las hembras. Lo que es común en la mujer parece violento y tortuoso para el macho-gay, pero aún así le ponen la pija a la acción escénica.

Contrastando la calidad de la obra, el teatro dispone de asientos, en el fondo de la sala, demasiado apretados. Medio cuerpo atrás del espectador de al lado y el otro medio pujando por el espacio personal con el del otro lado. Separen más las sillas del fondo, por favor. Produce ira, incomodidad, dolor de cintura y de espalda. No hace falta todos tan juntos, espacio sobra. El sonido es bueno, pero cuesta entenderles a los chicos cuando hablan en coro, ahí la culpa no es del espacio. La puesta en escena es austera y pertinente. Muy bien utilizados los recursos del texto y los actores, se aprovecha el espacio escénico y no necesita más.

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Se presenta, tal vez por última vez, este viernes a las 21,30 en La Soldería, Vidal 2549, Belgrano. Podés saber más de esta obra en:  https://www.facebook.com/chicosmalosarg/

Sobre El Autor

Nació en 1986, rata porteña del sur de la ciudad. Trabaja desde hace doce años en Museo Nacional de Bellas Artes, en la actualidad como educadora. Es profesora de teatro y se forma como Docente en Lengua y Literatura.

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