Un encuentro que en principio nos ubica ante una cuarta pared, para finalmente transportarnos a una dimensión filosófica, en la que la estética fortalece lo conceptual.

Una mirada crítica que propone disonancia y tensión, como recurso válido para acercarse a cierta realidad encerrada en tres performances que reclaman determinación y ruptura: Herodes Reloaded, La Chinoise y En la Caverna de Platón-la Cabeza de Medusa.

Una puesta en escena que, no obstante su transformación,  habría logrado mantener intacta su esencia sin lesionar el sentido estético. Un resultado tangible, un libro dividido en dos. Y la obra incluye un registro fotográfico inteligentemente editado.

Emilio García Wehbi, al bautizar este trabajo, le rinde un homenaje a las milicias populares que, abrazando la ideología anarquista, participaron activamente en la Guerra Civil Española.

Un reconocimiento explícito que parecería querer imprimirle, a la obra, el carácter que exhibía en el campo de batalla, Buenaventura Durruti, un sindicalista y revolucionario que murió luchando.

Y todo apunta contra la familia, contra esa unidad básica e idealizada que sostiene, en armonía y con espíritu de subordinación, una “homogenización cultural” que, en consonancia con tantos preceptos religiosos de una expresión política dominante, encuadraría en el sistema capitalista como otro fiel reflejo del Estado represor.

La obra que nos convoca ofrece, en uno de los dos tomos que la integran, el acertado breve ensayo de Beatriz Sarlo, Trilogía Furiosa (¿el mito de Las Furias?), que comienza expresando: El título de esta trilogía podría ser “La Sagrada Familia”, una afirmación que no requiere ser aclarada; se trata de una perla preciosa y de un derecho en expectativa, reservado en cabeza de cada lector que esté dispuesto a disfrutar la lectura de este ensayo. Pero, algo despierta en la memoria, y es que ese título, propuesto por la ensayista, coincide con el que lleva otro libro escrito, hace tantos años, entre Marx y Engels. Y si tenemos en cuenta que García Wehbi, en esta Trilogía de la Columna Durruti, critica la institución familiar haciéndolo a la luz y a la sombra de la religión y del capitalismo, bien vale sumar distintas reflexiones a las voces, ya hábilmente capturadas, que hacen eco en la Trilogía, reconociéndose en la  mirada que guía los circuitos de esta obra.

Engels repudia el lenguaje místico del humanismo cristiano y, en tal sentido, rechaza cualquier postura de quienes acepten ubicarse por encima de la masa con una pretendida conmiseración por ésta. Y, entonces, agrega que no es la misericordia, que desciende al vulgo, un factor emancipador, sino que la fuerza libertaria se encuentra, precisamente, en el mismo proletariado. Así descalifica el trabajo dado a conocer por Bauer, sugiriendo que se trataría de un mero documento destinado a enredar a la masa con un estudiado lenguaje, simple, que oculta  la trampa del humanismo cristiano.

En igual sentido, Marx critica la interpretación burguesa de una historia plagada de prejuicios.

Ahora, García Wehbi nos habla de la destrucción de lo construido y de una ruptura necesaria para desligarnos, definitivamente, del paradigma perverso que representa el disciplinamiento orientado en preparación para la muerte. Y, entonces imaginamos revoluciones deconstructivas que nada tienen que ver con las de índole conservador.

“ Todas las grandes revoluciones -que nacieron como supuestos parricidios- acabaron vistiéndose con los mismos ropajes del padre muerto, tarde o temprano. Y si no veamos cómo los hijos de Mayo del’68 se convirtieron en los peores padres. Es que invariablemente la revolución devora a sus hijos más insignes”

Pensamos en la estructura social atravesada por un desmoronamiento y, así, nos vemos obligados a distinguir entre los elementos sociales normales y los marginales – entre los homogéneos y los heterogéneos -. Y lo que subyace siempre es el poder.

 “El padre siempre hace sombra. Mejor dicho: el padre es siempre la sombra muerta del hijo. Es un Doppelgänger viejo, oscuro e incorpóreo que camina a su lado, que no lo abandona nunca  y que lo guía siempre hacia el pasado. Puede ser biológico o putativo (un líder de masas, un mesías que conduce a su rebaño, un maestro, un jefe militar o el CEO de una empresa; no hace falta que sea el papi que puso su semillita), pero siempre es un representante exclusivo de Tánatos que duerme con el uniforme puesto y caga con la puerta abierta, listo para acudir al entierro de su hijo con lágrimas de cocodrilo y  un puñado de tierra en su mano cuando sea necesario, una amenaza al yo incluso en las horas en las que Morfeo se apiada de las pobres almas y nos ofrece un breve lapso de sosiego. Conoce de memoria el camino del cementerio, puesto que de allí viene. Es un padre muerto, esté vivo o no…”

La “perorata del padre”. Y el (Fin de la perorata del padre muerto).

En “Carta al padre”, se anuncia un abandono y algo más. Comienza con un “Querido padre:”- con el mismo encabezamiento que eligió Kafka, al decidir escribirle a su padre, reprochándole la forma  en que aquel hombre ejerció la paternidad. La Carta de  Kafka es un discurso de la debilidad.

 

Esta Trilogía es una crítica que avanza sin piedad sobre la familia, partiendo de un cuestionamiento que enlaza al capitalismo con la religión; los involucra y religa en este juicio político a la familia, en el que los hijos quedarán ubicados, en el mejor de los casos, en el lugar que ocupan las principales víctimas del sistema.

Ahora, aunque no hace falta, nos permitimos agregar más letra a las fuentes y referencias que asoman por estas páginas de la Trilogía. Entonces, viene al caso la obra de Gustavo Ferreyra,

La familia, y también la entrevista que mantuvo este autor con Evaristo Cultural hace un par de años; él decía: “El desarrollo pleno del sujeto en tanto individuo debe librarse de los sistemas comunitaristas como la familia”.“Mientras haya familias el individuo es una hipótesis más o menos a confirmar”. “En mi novela la cuestión familiar es cierta predisposición a la extrañeza, rozando la locura, que va de hijo en hijo como una suerte de destino. No hay destino y sin embargo la herencia psíquica, de viejos traumas va de generación en generación y atraviesa epidermis. Es como una corriente de un río en donde el remanso es inmovilidad”. Cuando se le pregunta a Gustavo Ferreyra por los instintos vitales y las subjetividades, nos dice: “luchan por guiar, luchan por el poder. Y en la lucha se entremezclan y mimetizan pero eso no quita el trasfondo, la guerra”.

En la obra de Emilio García Wehbi, advertimos las maneras insidiosas del poder y, del otro lado de la realidad, vemos al hombre domesticado – con la espada, con la pluma y la palabra -. Vemos un cuerpo y un cadáver; y vemos otros cuerpos contra cuerpos, por litigios que giran alrededor de las eternas controversias que emergen de eso que conocemos, y reconocemos, como las relaciones de poder. Desfilan los cuerpos invadidos y colonizados, a los que se les imponen nociones de cultura, de buen gusto, de buenos modales; una estética preconcebida, y un mercado.

Políticas de dominación. ¿“Somos muertos educados por un dios idiota”?

También Jorge Jinkis, el autor de No sólo es amor, madre, al aceptar una entrevista con Evaristo Cultural, supo reflexionar acerca de la institución familiar y la organización social con sus jerarquías y funciones. Y así nos habla, en síntesis, de la relación filial, de la pasión filial, y de los  registros libidinantes, éticos y políticos que se encuentran entrelazados en ese ensayo “que se agarra de la obra de Freud”. Desde ese lugar, tangencialmente, hace alusión al papel de los monoteísmos.

Ahora, García Wehbi nos acerca reflexiones ideológicas y, en lo que hace al amor filial, en algún ángulo nos clava la idea, siempre presente, del ejercicio de la hipocresía. Pues bien, según Jinkis,

Freud decía que, los hombres se ven obligados a reaccionar según preceptos que están por encima de sus medios y que eso puede ser calificado objetivamente de hipócrita. No es un juicio moral, aclara.  Plantea la cuestión de saber si la cultura no exige esa hipocresía y si esa hipocresía, en verdad, no es constitutiva de la cultura – desarrolla el tema –.

 

Pero dejamos, por un instante, la familia al margen y ponemos el eje en los dos grandes temas que  Wehbi ata al banquillo de los acusados en la Trilogía de la Columna Durruti. Para ello lo acercamos a Walter Benjamin, para reflexionar sobre el capitalismo como religión, aunque sin dogma; para reconocer el nexo entre el dinero y el mito. Ello importa para evaluar la estructura religiosa del capitalismo. Pasamos, entonces, de las tres performances de García Wehbi, a los tres rasgos que Benjamin admite como característicos en la materia: El capitalismo exhibido como una suerte de religión, puramente cultural, basada en el utilitarismo.- En segundo lugar, se destaca la duración permanente del culto, ya que todos los días se le rinde pleitesía.- Y, por último, se advierte que, como religión, no se interesa en la reforma del ser, sino que apuesta a su destrucción, dejando de lado la promesa de la trascendencia divina.

Seguimos atrapados en la Trilogía de la Columna Durruti , prestando especial atención a un tema que en la actualidad resulta ser de interés social y también de interés parlamentario. Se trata de un debate instalado, que divide a la sociedad: “Miles de mujeres son sacrificadas como consecuencia de abortos ilegales realizados por matasanos eugenistas y por parteras ignorantes, en condiciones miserables, en secreto y a prisa, a menos que se cuente con dinero o contactos para garantizar asepsia e impunidad, generando osarios inmundos de desclasadas que hacen que enrojezca la rabia al recordarlos”.

Aquí se define la maternidad como ¡El mayor delito perpetrado jamás contra una mujer!…y agrega: La institución de la maternidad convierte a la mujer en un cuerpo huésped donde el macho aloja los parásitos para hacerla dependiente de él e incapacitarla en la lucha de la vida, aniquilando su conciencia social y paralizando su imaginación, para después imponer  su cortés protección – la del macho y la del hijo -; la cual  es en realidad una trampa, una parodia, porque el control del cuerpo femenino es una pieza clave de la concepción fetichista de la vida. Dominar como un objeto a la mujer a través de la maternidad ha sido, desde siempre, la cara oculta de la propiedad privada, el anhelo del macho patrón y de todo hombre o mujer identificado con esa concepción”.

Imágenes, lenguaje, esencia… y una estrategia de confrontación.

 

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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