A la naturaleza se la admira y se la teme.
Indomable y cautivante.
Como una obsesión.
Salinger, documentalista newyorkino, decide mudarse junto con su mujer y su hija pequeña a Siebenhoch, Italia, el pueblo nativo de su pareja donde se encuentra el legendario cañón Bletterbach.
En esas tierras arranca un documental de rescates alpinos y durante una maniobra de auxilio a una mujer que cayó en una grieta, todo el equipo sufre un accidente y muere, siendo Salinger el único sobreviviente. Ahí se encuentra cara a cara, por primera vez, con lo que él llama “La Bestia”.
<A la montaña no le importas un carajo>
La nueva realidad de Salinger: Volver a la vida. Volver de La Bestia.
Mientras se recupera físicamente, la parte psicológica del protagonista también quiere sanar y trata de hacerlo saciando un hambre de historias, lo que lleva a Salinger a adentrarse en un brutal triple crimen que sucedió en el vientre de la montaña treinta años atrás, donde tres jóvenes fueron asesinados y despedazados durante una de las peores tormentas de la historia, y cuyo autor nunca fue develado. Charlando con los habitantes descubrirá que todos, de alguna manera, fueron consumidos por la tragedia. En especial su suegro y el sheriff.
<El horror se te metía adentro y no quería salir. Nunca supieron quién lo hizo>.
<No dejes que te devore la bestia.
Prométemelo. No termines como yo>
La novela explora cómo no se sale indemne a determinadas experiencias, cómo las obsesiones se apropian del personaje, ese querer saber qué paso que empieza a desmantelar su vida. Adiós realidad. Salinger se deja comer vivo, quiere ser comido vivo por esta obsesión que lo saque del presente.
Así el devenir de la trama pone a nuestro protagonista a enfrentarse con personajes desconfiados de los extranjeros, pero que, sin embargo, no dudan en largarle extensos discursos compartiendo secretos y verdades, con el solo peso de liberarse de la culpa, de la maldición de ese crimen.
Hay un coqueteo, tibio, con el fantástico al irrumpir en la novela ciertas tradiciones, mitos y supersticiones propios de los reinos de la montaña, de monstruos y demonios que no terminan de configurarse o chocan entre sí anulándose frente a la presencia de “La Bestia”. Pero sin duda alguna, el mayor acierto de la novela está en la ambientación, en la exploración de los glaciares, de esa tierra rural alejada de las urbes, que transmite una suerte de claustrofobia a pesar de ser un espacio abierto.
En un tiempo de género negro, La Sustancia del Mal tiene sus raíces en la novela policial clásica, más concretamente en el subgénero whodunnit, cuyo mayor interés es descubrir quién fue el asesino. Con algunas vueltas de tuerca de menos, que terminan por agobiar más que sorprender, da la impresión de que la novela podría haber escalado y posicionarse más fuerte en un género tan nutrido y competitivo como es el policial y la novela negra y criminal. La Sustancia del mal termina siendo un buen page-turner.
Título: La sustancia del mal
Autor: Luca D´Andrea
Traductor: Xavier González Rovira
Editorial Alfaguara
472 páginas
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