Recientemente tuvo lugar en la ciudad Córdoba el IV Encuentro Internacional de Literatura Negra y Policial Córdoba Mata 2017. Del 11 al 14 de setiembre, especialistas de Italia, Estados Unidos, España, México, Chile, Ecuador, Brasil y Argentina dieron marco a la convocatoria bajo el lema “Los libros y las armas”. Entre los invitados, la presencia de David Knutson fue muy esperada y como participante puede comprobar que la expectativa no era para menos. Knutson, en perfecto castellano, nos enriqueció sobre la figura de Truman Capote y su obra, de acuerdo con el disparador de la conferencia: Walsh vs Capote. Capote vs Walsh. Ya fuera de programa, distendidos en las serranías de Mina Clavero, donde un grupo más reducido de escritores y especialistas gozamos de un “retiro espiritual literario”; compartimos una prolongada charla matizada de anécdotas sobre el género policial y la novela negra rural. Knutson es un nativo del estado norteamericano de Iowa. Empezó a estudiar la lengua española en la escuela secundaria y luego cursó estudios en Hamkine University (St. Paul, Minesota), pasando un año en la Universidad de Granada. Obtuvo su Master y Doctorado en Literatura Española en la Universidad de Wisconsin-Madison. Actualmente es profesor de Lengua y Literatura Española en Xavier University, de Cincinnati,Ohio. Uno de sus trabajos más reconocido es Las novelas de Eduardo Mendoza:la parodia de los márgenes (1999), un estudio auténticamente panorámico sobre la novelística de este importante autor español recientemente galardonado con el Premio Cervantes.

Un resumen de nuestro diálogo es el que ofrecemos a continuación para todos los lectores de Evaristo Cultural.

 

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¿Cuando hoy hablamos del género policial de qué hablamos?

Suelo aplicar varias expresiones para denominar el género, y confieso que no me importa ser impreciso con los términos: “novela negra”, “novela policíaca”, “ficción criminal”, “novela detectivesca” y “ficción de crímenes”. Me imagino que hay otras expresiones que se me escapan en este momento, pero eso es lo de menos. Esencialmente, hablamos de obras sobre la investigación de un crimen, conflicto o intriga que conecta múltiples niveles sociales que antes parecían independientes. La denuncia debe ser un elemento común en estas obras, ya que revelan asuntos incómodos, feos y delicados que antes habrían sido desconocidos en las capas sociales más respetables y prestigiosas. Terminan demostrando que la corrupción es endémica en todos los niveles sociales, y en realidad no hay diferencias éticas entre las clases. La legalidad y la justicia son casi incompatibles, y en muchas ocasiones soluciones justas se consiguen a pesar de la ley.

El género es muy amplio e incluye múltiples características, pero creo que lo esencial es la denuncia de la auténtica base corrupta de la sociedad.

Hay una teoría sobre que la novela negra es netamente urbana, esta afirmación es bastante sólida en el mundo académico, sin embargo tu eres un defensor de la novela negra rural. Te pido una reflexión sobre el tema y autores que consideres necesario nombrar.

Si nos ponemos a sacar cuentas, no hay duda de que hay más novelas negras urbanas que rurales. Los orígenes del hardboiled norteamericano se encuentran en las ciudades grandes de mi país, y las historias de novela negra en España indican que el género no floreció hasta que las ciudades crecieron lo suficiente para ser escenarios creíbles.

Sin embargo, el campo siempre ha sido un lugar para el crimen. Hay una tradición norteamericana del Siglo XIX relacionada con la vida dura en las fronteras del país en expansión. En Inglaterra, Sherlock Holmes le comenta a Watson en El misterio de Copper Beeches que es mucho más fácil cometer actos criminales en los espacios vacíos del campo que en los callejones de Londres porque allá no hay testigos.

Se me ocurrió la novela negra rural como tema hace unos años cuando asistía al congreso Medellín Negro. Varias figuras importantes hablaron de la esencia urbana del género, y yo por casualidad iba a presentar a un autor norteamericano del estado de Iowa (mi estado de origen y una región conocida por su ruralidad) llamado Donald Harstad, cuyo protagonista es un sheriff que trabaja en un pueblo de unos 1500 vecinos (casi recuerda a Jim Thompson, pero es un personaje mucho más culto). Tuve cuidado de no contrariar a mis colegas, pero vi que había algo más en el género. En su versión actual, la novela negra rural cuenta historias con los mismos problemas que denuncia urbana. Creo que el desarrollo rural se debe a las transformaciones socio-económicos relacionadas con la globalización. Los avances en las comunicaciones y el transporte han borrado muchas fronteras que antes limitaban la vida en zonas aisladas.

He podido identificar a muchos autores rurales en mis investigaciones, y afortunadamente nadie se ha opuesto a mi análisis. En Estados Unidos, además de Donald Harstad siempre recomiendo a Craigh Johnson, cuyo Sheriff Walt Longmire es protagonista de unas diez novelas ubicadas en las montañas y los bosques de Wyoming (con una serie en Netflix también) y Daniel Woodrell, quien novela la vida en el sur de Misuri. En España, han aparecido muchos escritores en zonas periferias como Eugenio Fuentes, Dolores Redondo, Domingo Villar, Susana Martín Gijón y María Oruña. En cuanto a la Argentina, he conocido a Lucio Yudicello en Córdoba Mata hace poco, y tengo ganas de leer sus novelas sobre crímenes en Traslasierra.

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¿Por qué el escenario en la mayoría de las novelas negras  se desarrolla en los bajos fondos de las grandes ciudades?

Desde los tiempos clásicos se le han atribuido perspectivas contrarias a las ciudades. Por el lado positivo, las ciudades son centros de cultura, luz y progreso. Por otro lado, son lugares miserables donde acumulan el ruido, la suciedad y la pobreza. La novela negra intenta descubrir y denunciar la presencia de esta visión ante aquélla que preferiría ignorar el sufrimiento rampante solo un poco más allá de las brillantes luces de la cultura.

Me interesaría conocer en este contexto del género, tu mirada sobre la novela negra rural en España y Latinoamérica.

Sin lugar a duda, los contextos son muy distintos. La novela negra rural actual en España presenta un campo que ya no está tan aislado, atrasado y miserable como antes. La periferia ahora participa en la sociedad de consumo tanto como la ciudad, y las fronteras entre las zonas son muy permeables. Sufren muchos de los mismos problemas de la modernidad, aunque las condiciones locales en las zonas rurales afectan estas circunstancias.

Latinoamérica es inmensa, y en un principio debe ofrecer muchas posibilidades para obras rurales. Sin embargo, muchas partes no han visto el mismo desarrollo y entonces el concepto de la nueva ruralidad no se aplica al mismo nivel. Además, la novela negra latinoamericana todavía se compromete a presentar la violencia del estado como el origen del crimen. Muchos casos de atrocidades rurales que efectuaron como actos control político han quedado impunes por la anonimidad posible lejos de los observadores presentes en las ciudades.

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En 1974 Manuel Vázquez Montalbán publica Tatuaje, cuyo protagonista es el detective Pepe Carvalho y en 1975 Eduardo Mendoza lanza La verdad sobre el caso Savolta. A mi entender estas dos obras marcan un hito en la novela negra española. Me interesa tu opinión.

Esta versión es el evangelio sobre el desarrollo de la novela negra española, y no pienso discrepar. Muchas novelas solo un poco anteriores a estas dos casi no se pueden leer. Quizás es una herejía, pero incluyo a Yo maté a Kennedy de Vázquez Montalbán en mi lista de novelas infumables publicadas a principios de los años 70; me pregunto cómo pudo publicar otra novela después de ésa. Pero con Tatuaje, Vázquez Montalbán empieza una crónica de la transición democrática. Mendoza establece unos rasgos narrativos en La verdad sobre el caso Savolta que aplica en novelas posteriores, negras o no. Creo que los dos establecieron un tono que pronto adoptaron los españoles que se sintieron desencantados con los resultados de la transición.

El fenómeno de la pobreza, la marginalidad, la prostitución, la corrupción, la especulación, los intereses espurios ligados con la política, entre otros aspectos relacionados con el momento y escenario urbano, recaen y atraviesan el relato policial urbano. Por ejemplo Crónica sentimental en rojo de Francisco González-Ledesma o Las apariencias engañan, de Juan Madrid muestran esa sordidez y desnudan por entero las capas de la sociedad. En  la novela negra rural cómo se acomoda el modo de vida, cuáles son las miserias humanas, dónde transcurren los hechos.

Los hechos transcurren en el mismo campo: granjas, casas aisladas, bosques, lagos o montañas, según la geografía. Las distancias encubren muchos hechos delictivos. Recuerdo que Donald Harstad, el autor de Iowa que mencioné, trabajó como policía rural y dijo en una entrevista que en su pueblo veían los mismos crímenes que en Nueva York, menos la prostitución. No sé por qué le faltaba ese delito; a lo mejor los vecinos de su pueblo eran más puros que los del mío.

Pero en serio, aunque el crimen en el campo puede ser similar al urbano, la novela negra rural refleja otras características, como la influencia de las condiciones locales en los escenarios, la relación con la naturaleza y el efecto del tiempo sobre el movimiento de los personajes. Los personajes suelen ser muy cultos (en contraste con los estereotipos de ignorancia pueblerina) y muy conectados con el lugar donde trabajan. Forman parte de una comunidad y se ven afectados por los desórdenes que produce el crimen. Lo importante es reconocer que el campo no es un mundo tan bucólico como parece.

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En tu adolescencia leíste toda la obra de John Steinbeck. ¿Qué huella dejó en tu vida esa lectura?

Haber leído toda la obra sería una exageración, pero creo que leí todas las obras de Steinbeck que había en la biblioteca de mi escuela secundaria. Ahora que lo pienso, creo que Steinbeck me pareció una alternativa más acorde con mi temperamento que el modelo hipermasculino que presentaba Ernest Hemingway, a quien también leía como adolescente. Me acuerdo de textos específicos y sus efectos, sobre todo Las uvas de la ira. Me empezó a crecer una conciencia social y un sentido de justicia económica. ¿Cómo era posible que el poder dejase a las masas pobres sin recurso alguno—y sin opciones para mejorar su suerte? Era totalmente ilógico. No puedo dejar de observar que el mundo contemporáneo ha vuelto a reflejar demasiado las escenas de esta novela. Entendí algo similar en De ratones y hombres.

Para no extenderme demasiado, compartiré que aprendí otras lecciones en Los arrabales de Cannery, El autobús perdido o Al este del Edén: gente normal que se encuentra viviendo en una situación más o menos estable, pero no totalmente agradable; sigue haciendo un esfuerzo para mantener una vida digna e intentando cumplir con sus responsabilidades a pesar de que sería más fácil mandar a todo el mundo a tomar por culo. De vez en cuando pienso que mi vida está pasando por una etapa similar; a lo mejor me vendría bien reconectar con estas lecturas. Finalmente, en Viajes con Charley, en busca de América me aficioné con los viajes y el movimiento. Me cuesta mucho quedarme en casa mucho tiempo seguido.

Tu tesis doctoral está ligada a las primeras publicaciones de Eduardo Mendoza y en Las novelas de Eduardo Mendoza: La parodia de los márgenes perfilás un estudio profundo sobre las cinco primeras novelas del escritor. Recientemente reconocido con el Premio Cervantes, el autor barcelonés acude a la premiación derrochando felicidad y regalando su característico humor. ¿Qué opinás sobre el otorgamiento del Premio? ¿El humor en la literatura ayuda?

Leí la tesis en el año 1995, y ha llovido mucho desde entonces. Mendoza me dado más materia, y creo que conseguí establecer una estructura analítica que encaja bien con sus obras posteriores. Celebré mucho su Premio Cervantes porque me sentí confirmado en haber elegido investigar temas relacionados con los géneros populares, las así llamadas “subliteraturas”. No era el único compañero con esos intereses durante mis años de estudios doctorales, pero todos teníamos que justificar el estudio de autores de géneros menores ante el peso del canon histórico. Hoy día, los congresos y festivales de literatura negra han sido otro respaldo a nuestro trabajo.

No tengo la menor duda que el humor ayuda en la literatura. El concepto clásico de enseñar deleitando es vigente, y creo que el humor de Mendoza hace presentable una realidad triste que sería insoportable sin mucha resignación cómica.

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Acabas de participar del IV Encuentro Internacional de Literatura Negra y Policial Córdoba Mata 2017, requiero tu opinión sobre los Festivales.

La actividad cultural solo puede ser positiva. Además de Córdoba Mata, he podido asistir a otros eventos como Medellín Negro, Tenerife Noir y el Congreso de Literatura y Cine Negro de Salamanca. Los escritores e investigadores formamos una red de contactos cada vez más amplia, lo cual apoya el trabajo en el futuro. He establecido amistades y colaboraciones muy lindas en todo el mundo. Huelga decir que la interacción con el público es muy agradable. Trabajo en la universidad, y así es fácil dejarme atrapar en ambientes artificiales.

En este encuentro tu exposición estuvo direccionada hacia la obra de Rodolfo Walsh y Truman Capote, me agradaría una síntesis sobre lo expuesto.

Este tema me lo recomendó Fernando López, el director de Córdoba Mata. Hacía mucho tiempo que leí A sangre fría, y tuve que hacer muchas investigaciones sobre Walsh y Operación masacre en poco tiempo. Ha sido un ejercicio bueno.

Su conexión reside en el desarrollo de la novela “no-ficción”: textos creativos que cuentan historias reales. Aunque se desempeñan en mundos totalmente distintos, consiguen dramatizar episodios violentos con mucho arte narrativo y realizar personajes de calidad muy humana. Sus situaciones personales eran muy diferentes, pero también coinciden en no poder publicar otra novela después de estas obras, como si gastaran toda la capacidad creativa en la intensa preparación de su reportaje sobre un acto salvajemente cruel y violento. El compromiso personal con el asunto les pasó una factura muy cara.

Sobre El Autor

José María Gatti es psicólogo social, periodista e investigador.. Se especializa en la obra de Ernest Hemingway y colabora en distintas publicaciones del extranjero analizando la vida del escritor. En 2010 su bitácora www.lapipadehemingway.blogspot.com fue seleccionada por Technorati, el principal buscador automático de blogs, entre los 10 mejores blogs temáticos sobre Ernest Miller Hemingway. En el 2012 su cuento La leyenda del vino resultó finalista en el Concurso de Relatos Cortos Tinta, sangre y vino, organizado por las Bodegas Paternina (Logroño -España), con motivo del 55 aniversario de la visita del escritor a la bodega. En mayo de 2014 participó como ponente, con su trabajo Lo policial en Hemingway, del Cuarto Festival Azabache. Negro y Blanco, en Mar del Plata (Argentina). En setiembre, representó a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en el V Festival Medellín Negro (Colombia) con su ponencia El sicariato colombiano en Argentina. Ha publicado Tres ensayos sobre arte latinoamericano (1980), En tren de charlas (1982), Hola Hemingway. Una mirada centenaria (1999), Ladrón de desalmados (2004), Gente de palabra (2005), La pipa de Hemingway (2008), Víctimas Inocentes (2013) y Carne en flor (2015).

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