Parte de la nueva narrativa norteamericana y con un solo libro en su haber, David James Poissant ha pasado a integrar ya esa brevísima lista de hacedores del cuento perfecto. El cielo de los animales, editado en nuestro país por Edhasa, recoge decena y media de piezas desesperanzadas, habitadas por personajes demasiado falibles, demasiado golpeados, demasiado humanos como para que autor y lector no compartan con ellos una mirada piadosa.   

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Me interesa empezar preguntando cómo manejás la estructura narrativa de los cuentos.

Varias historias son casi dos historias, porque pasó casi el mismo tiempo en la narración de fondo como en la principal, donde el pasado y presente conviven, entonces lo que hago, para empezar a escribir, es abordar escenas separadas, las imprimo y físicamente las dispongo en el escritorio y así se arma la estructura, ensamblando momentos.

Otro aspecto muy importante de todos los cuentos es el visual. Me interesa saber cómo lo trabaja y qué influencias tiene del cine y de la pintura.

Antes que supiera que quería escribir historias, pensé que iba a ser un artista, un pintor, un ilustrador. Crecí leyendo historietas, así que mi interés en lo visual viene mucho antes que mi interés en las palabras. Estaba interesando en cómo las cosas aparecían en la historia, mucho antes de que pudiera acceder a una voz.

¿Qué tipos de historietas leías?

Crecí leyendo más que nada los cómics de Marvel. X-Men, Spiderman. Todavía los sigo amando. También me corrí hacia las novelas gráficas que tratan la memoria, como el libro Fun Home de Alison Bechdel, o Blankets de Craigh Thompson, un gran libro, así como Habibi y Carnet de Voyage. Esos son los libros que ahora disfruto, pero cuando crecí todo se reducía a los cómics de superhéroes.

¿Qué voces literarias te influyeron?

El primer libro que realmente me inspiró fue El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald cuando estaba en la secundaria. Creo que tenía diecisiete años cuando lo leí. Y esa fue la primera novela de la que me enamoré. La volví a leer en la universidad, la debo haber leído diez u once veces de corrido… Cuando me cambié a Letras, leí todo lo que caía en mis manos, novelas, cuentos, obras de teatro, poesía… Traté de escribir poesía pero no era mi fuerte, así que me incliné hacia la ficción.

Aunque no empecé a leer en serio hasta que tenía dieciocho o diecinueve años, de ahí en adelante siento que leí más de lo que la mayoría de la gente lee. Compensé por lo que no había leído hasta entonces.

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Cómo construís tus historias.

Empiezo por el lugar, por la ambientación. Ya que las historias no son autobiográficas, necesito algo real para empezar a construirlas, así que elijo un lugar que conozco, una ciudad en la que viví o una casa en la que estuve. Empiezo a describir ese mundo, creo el mundo en el que deposito a mis personajes y los empiezo a pasear por ahí mientras busco sus historias, trato de darles un conflicto.

Marianne Moore tiene una cita famosa que dice “La poesía es el arte de crear jardines imaginarios con sapos reales.” Para mí la literatura es agarrar un jardín real y poner sapos imaginarios.

Hay una cita de Hemingway que me vino a la cabeza leyendo tu libro, “un hombre puede ser destruido pero no derrotado”. Hay en tu narrativa un énfasis en los personajes miserables, o en ciertas miserias de personajes, que no por opacos dejan de ser luminosos. Esa contraposición piadosa me resulta muy interesante comparándola con diferentes escritores de tu generación.

Lo que vos estás diciendo es lo que busco de lograr cuando escribo, no sé si siempre lo consigo pero esa es mi meta. Una de las cosas que mi agente estadounidense me dijo cuando leyó el libro fue: siento que redimís a tus personajes, siento que estos personajes redimen al mundo. Quiero publicar este libro porque quiero ser parte de un equipo que redime al mundo. Eso me pareció genial.

Otro tema es cómo manejás el aspecto fantástico de la literatura.

En Estados Unidos últimamente tuvimos muchos escritores de algo que podría bordear el fabulismo, que no es lo mismo que el realismo mágico, es un poco diferente. Me encanta Calvino y el escritor estadounidense Donald Barthelme, era uno de los escritores postmodernistas que fue bastante conocido en los sesenta y setentas. Barthelme tiene un relato titulado “The School”, en el que cualquiera que fuera a esa escuela termina muriendo por alguna razón. Me interesa tomar esos conceptos que parecen graciosos al principio, pero para el final de la historia son socavados por el horror y la tragedia que se aborda en la narración.

¿Cómo trabajás el clima y la atmósfera en el relato?

Con muchas, muchísimas correcciones. Nunca sale en la primera versión. La verdad es que la primera versión es un quilombo porque todavía estoy descubriendo la historia, la ambientación, el ritmo, el tono… El tono y la voz creo que es lo último que toma forma y une la historia.

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¿Tenés otros libros además de El cielo de los animales?

Estoy terminando una novela que retoma dos de los personajes de este libro. Lisa y Richard, que son dos personajes que pierden a su hijo. Durante años no pude dejar de pensar en esos personajes, no tenía pensado más historias para ellos, pero no paraba de pensar dónde habrían terminado, si seguirían casados, si hubieran tenido más chicos… ¿cómo sería su vida? Así que la novela empieza treinta y tres años después de esa historia y muestra dónde han terminado esos personajes. Es una novela que se desarrolla en el transcurso de tres días.

¿Cómo considerás el relato breve, ya que el género suele ser menospreciado?

Creo que depende a quién le preguntás. Si le preguntás a escritores, los cuentos, los relatos breves son bastantes respetados. Creo que todos nos entusiasmamos Cuando Alice Munro ganó el Premio Nobel, porque ella solo había escrito relatos breves. Quizás, los lectores promedios ven a la novela con mayor prestigio. Y respecto a los editores, a ellos les encantan leer relatos breves, pero no quieren publicarlos porque es difícil encontrar público para ellos más allá de los escritores. La gente tiende a disfrutar más las novelas y hace que los libros de relatos breves sean más complicados de vender.

¿Y cómo fue el salto de esos relatos a trabajar en la novela?

 La transición de los relatos a trabajar en la novela fue muy complicada, me llevó un tiempo. Después de escribir las primeras ciento veinte páginas de la novela terminé tirándolas. Tuve que escribir todo eso para llegar a la que, me di cuenta, tenía que ser la primera escena de la novela.

A pesar de haber estado escribiendo la novela durante los últimos cinco años, siempre estoy escribiendo cuentos y ensayos. Siempre estoy jodiendo que tengo un affaire con los cuentos cuando se supone que tendría que estar casado con la novela.

En este punto tengo suficientes relatos como para publicar un segundo libro, pero primero, por una cuestión contractual, tengo que terminar la novela.

¿Qué voces de tu generación te resultan convocantes?

Mi escritor favorito que se encuentra trabajando en la actualidad es George Saunders. Tiene cuatro libros de relatos y una novela, y trabaja en la línea del fantástico. Lo que más me gusta de él es que hace mucho mejor que yo lo que vos decías antes, que sin importar que sus personajes puedan ser asquerosos o malos tipos, él siempre los trata con respeto y los muestra con empatía. En realidad, él es un budista, es una persona que trata a todos con respeto y creo que trata a sus personajes de la misma manera.

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¿Por qué contaste todas las historias desde estos personajes tan desafortunados?

No lo sé. Creo que estoy fascinado por la idea de meterme en las cabezas de personajes cuyas vidas son duras y ver si puedo ayudarlos a encontrar un espacio mental desde el que ellos puedan encontrar la esperanza.

¿Encontrás algún punto de conexión entre las lecturas de historietas y la redención?

Quizás, creo que lo que a menudo trato de hacer es traspasar una simplicidad que leía en los cómics, no considero a los comics como una lectura juvenil. Pero en los que yo leía, los X-Men, el Hombre Araña, es muy claro quién es malo y quién es bueno, este es el villano, este es el héroe, y eso rara vez variaba. Mi meta en la literatura es complicar eso y explorar cómo todos los héroes tienen defectos y los villanos cualidades redentoras. Eso era lo que me entusiasmaba en El Gran Gatsby, era mucho más complicado emocionalmente que los cómics que leía. No sabía por quién hinchar, no sabía quién era el héroe. Todos cometían errores y hacían cosas malas. Estaba fascinado por todos porque no sabía cuáles eran los buenos.

Desde el siglo XXI los personajes de Marval se ensombrecieron. ¿Es un signo político de los tiempos?

Podría ser. Creo que Marvel y DC están tomando riesgos con autores más artísticos. Uno de los últimos cómics que leí y me encantó fue Hawkeye de Matt Fraction. Era básicamente una historia detectivesca, como un neonoir. En vez de mostrarlo solo como un superhéroe, está contado casi como un detective, resolviendo crímenes. Era como si hubiera un elemento metatextual donde mirara a sus orígenes y se burlara de ellos. Uno de los capítulos está contado desde el punto de vista del perro de Hawkeye… Esos son riesgos que jamás se hubieran tomado anteriormente.

Desgrabación: Nicolás Ferraro

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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