Luego de un arduo y tramposo combate, pudo vencer al Monstruo.
Decidió entregar sus restos al Fuego.
Así lo hizo, y pudo descansar.
Durmió profundamente y al despertar reconoció, al pasear su mirada alrededor, que el prado, el río, el Fuego, todo estaba igual. Se incorporó y caminó hasta la ribera, con la intención de refrescarse.
Al llegar, vio que alguien nadaba hacia él desde la orilla de enfrente con brazadas seguras. Se regocijó al reconocer a un semejante, y se alistó para recibirlo.
Se reclinó, y su figura se espejó en el agua del río. Se sorprendió, y supo que lucharía.
El presente relato obtuvo la Primera mención honorífica en el Concurso de Minicuentos 2017 de FUNDARTE 2000.