Un déspota, una heroína y un puro.
“…Lo que le diga, teniente, afligirá su alma, puesto que hablaré de asesinatos y violaciones, de abominables delitos cometidos en las sombras, de maquinaciones de traición y maldad, de depravaciones increíbles de oír y que, sin embargo, se han cometido, como para mover a piedad…”
Tal vez, podría leerse este guión sin intentar reconocer otras voces en citas apenas sugeridas.
Una nueva aventura de Irene Adler es un título que apela, por una parte, al recuerdo, a esta suerte de regreso del célebre personaje, algo así como la repetición de algo nuevo y, por otro lado, la palabra aventura, parece querer acercarnos al concepto de acción, esto está claro; aunque lo cierto es que, aquí, la verdadera aventura es el lenguaje tejiendo la trama. Así, las reglas del juego se agotarían en un dejarse llevar y esperar que la escritura haga lo suyo, mediante ese tramar, tramar y sospechar, que resulta de las focalizaciones y de otros tantos detalles elegidos, ya sea en función de la historia o de la misma escritura.
Se trata de una creación plasmada, casi por completo, en cierto borrador que quedó suspendido en el pasado – en 1974, se nos dice -. Un año que encuentra a la Argentina atravesada por cuestiones políticas muy complicadas y cuyos primeros episodios finalmente desembocaron en un mar de muerte. Esta realidad marcada por una crisis institucional, sin precedentes, pudo haber calado hondo en el ánimo de Osvaldo Lamborghini al tiempo de imaginar este proyecto junto a Dodi Scheuer.
No obstante las especulaciones, termina siendo una parte de Europa la que se ofrece como escenario y les da letra. La historia que nos cuentan, es la de una pérdida progresiva de valores que, mientras se mantuvieron firmes, llegaron a constituir un gran aporte en favor de la fuerza de un imperio.
Es una historia de decadencias, de iniquidades, de abusos y perversidades. De nobles, duques y condes, de lacayos, de serviles; de encumbrados, de miserables. De exiliados. ¿Y de fanáticos?
Pinceladas que reflejan los matices de una época atrapada en el marco de un cuadro en el que se pinta el clima prerrevolucionario que antecede a un desenlace; seguramente, el menos pensado.
El Teniente Víktor se presenta ante el General Conde Estefen, a efectos de hacerle entrega de un telegrama previamente interceptado por la policía secreta en virtud de una operación de inteligencia.
Ello sucede la noche del Baile de los cadetes, al que concurre, entre otros, el Director del Teatro del Antiguo Régimen. Claro está que la partida anticipada del General, sorprende a la Señora Herder quien, fingiendo enojo, expresa ante Víktor algún grado de insatisfacción: ¿Cómo así que trae preocupaciones a nuestro Alfredo….? – No hago más que cumplir con mi deber, tía Eugenia.
El General y el Teniente atraviesan el bosque cuando, de repente, sobre ellos se arrojan un par de hombres, Taube y Falk, esbirros que responden al Prefecto de Seguridad Interna, Mayor Rossi- Simonetti, quien da la cara de inmediato deteniendo la pelea y aclarando la confusión. A renglón seguido aparece en escena el agente Bauer informándole al Prefecto que “El sujeto continúa con la dama en el Pabellón Persa. Hace dos horas que se refugiaron allí”Así comienza esta historia y, obviamente, la mujer en cuestión es Irene Adler, la misma que enamoró a Sherlock Holmes en Escándalo en Bohemia. “No nos detendremos a describirla ni a comentar su vestuario.
Obligatoriamente será bella, elegante y misteriosa”.
El operativo en marcha finaliza con el siguiente resultado: un agente caído por un disparo a quemarropa; un fugitivo, no obstante la persecución; y aquella detenida con acento extranjero.
“…me resultó sospechoso que una extranjera descendiera en B***. Nuestros baños termales, aunque duela admitirlo, ya no están de moda. Y luego, el infortunado Bauer la reconoció. La había visto representar en alguna reunión de exiliados. En ocasiones yo lo utilizaba para misiones en el extranjero. El pobre poseía una memoria fotográfica. Le ordené que la vigilara: ella hizo algún paseo por la ciudad pero no habló con nadie. Dos o tres veces sus pasos la llevaron como casualmente al Boulevard de la Ópera. Bauer, que no tenía un pelo de tonto, tuvo la sensación de que ella descubrió que la vigilaban y se lo advirtió por alguna seña secreta a la persona con quien debía reunirse. Luego recibió el telegrama y usted ya conoce el resto”. (dice el Prefecto)
Más adelante, el General Estefen hablando con Víktor, utiliza el término “aniquilar”: “…Pero nunca hallamos el cadáver. Si de él se trata, sería cosa del diablo que no le echemos el guante. Es un personaje sin escrúpulos, un exaltado utopista capaz de las mayores infamias, un fanático sanguinario cuya pestilencia debemos aniquilar”.
Aquí aparece en el texto: “aniquilar”. Ya antes, tanto en boca del Prefecto (de Seguridad Interna), como del General, había aparecido otra palabra maldita orientada a justificar todas las barbaridades cometidas en ejercicio del poder; esta palabra era: “excesos”.
Ahora, llama la atención que habiendo quedado de lado el borrador de esta obra en el ‘74, emerjan de ella términos tan claramente relacionados con el inicio de una persecución política devenida en genocidio y con el final de la siguiente dictadura que pretendió no hacerse cargo de sus atrocidades.
Fue 1975 el año en el que se firman los decretos que ordenan la ejecución de las operaciones que (mediante el Consejo de Seguridad Interna) se estimasen necesarias a efectos de “aniquilar” el accionar de los elementos subversivos. En 1974, los diputados de la fuerza política que gobernaba el país proponían algo parecido pero bajo otros términos.
En este paralelo que trazamos entre la realidad nacional de los años ‘70 y la obra que leemos, vale señalar la coexistencia de dos tipos distintos de administración de justicia, la de los Tribunales, aun con todas sus agachadas, montajes y complicidades con la prensa, y la que se impartía en la más absoluta clandestinidad. De esto también estaría dando cuenta Una nueva aventura de Irene Adler.
Hay pasajes de la obra que parecerían describir una realidad en espejo con el gobierno de Isabel y López Rega, “ese dúo grotesco”.
“… Los intereses siniestros y los desvaríos espirituales forman una combinación explosiva…”
Los personajes llamados aquí Raigón y Sodomillo, “son un par de tunantes”, “criminaloides lombrosianos” que bien podrían identificarse con aquella mano de obra elegida para actuar al margen de la ley, secuestrando personas, torturándolas y apoderándose de sus pertenencias.
“Sus esbirros se han cobrado el salario por adelantado, manoseándome con el pretexto de una requisa. Y se han quedado con mi medallón”
Pero, en fin, tal vez todo sea una mera coincidencia y esta historia, simplemente, sea la de un trío; un déspota, una heroína y un puro.
Titulo: UNa nueva aventura de Irene Adler
Autores:Osvaldo Lamborghini y Dodi Scheuer
Prólogo: Luis Chitarroni
Editorial: La bestia Equilatera
150 páginas