El motivo principal que me llevó a ver Suspiria, la última peli de Luca Guadagnino -dirigió antes Call my by your name- fue que la música la hizo Thom Yorke (miembro y vocalista de Radiohead). Para algunos el músico inglés es un mercenario, ha hecho bandas de sonido para documentales sobre impuestos ingleses, hizo una canción para James Bond que no sé si se usó finalmente- perdón si esta licencia ofende a alguien-, y también tiró magia para Crepúsculo. En el caso de esta remake de una peli de 1977 dirigida por Dario Argento, Thom sigue con su línea de mal gusto…
La versión contemporánea agrega una hora a su original, apela a una estética actual y narra la misma historia: una bailarina en una academia embrujada. Película de terror que logra quemar, por abuso del recurso, a toda la escena de danza contemporánea que mira sólo a Pina Bausch, técnicamente las bailarinas están muy bien, pero la coreografía que hasta la primera escena de terror en la habitación de espejos resulta bella con su horror incluido, se convierte en chicle sin sabor cuando se repite neciamente.
Si el original es de culto porque se legitima incluso en los espacios inverosímiles, dentro de su categoría de clase B, esta versión 2019 intenta ser solemne por momentos y se permite el absurdo, pero no es trasparente en este recurso y desconcentra; por momentos parece humor del malo, pero la película insiste, hasta se vuelve a lo narrativo como puede. Si el original tiene un arte impecable que va desde arquitectura art nouveau y formas de los 70´s, la versión de Guadagnino recupera aspectos ya vistos, en cine o teatro. Los efectos especiales de la versión contemporánea son malos, truchos; casi injusto es esto, en la versión del 77 los fx hacen justicia a su época y muy bien.
Las actrices destacadas para la versión USA-Italia (2019) van a ser: una Tilda Swiston en una caracterización Bauschiana ordinaria que la actriz remonta interpretando también al psiquiatra de posguerra. Tilda pidió prótesis genital para su labor y se jactó de su doble interpretación como el fruta de una diversión. Una Dakota Johnson que al igual que en Cincuenta sombras de Grey, juega un papel confuso, casi idiota de tan “supuestamente inocente”. Por fortuna, su belleza y la de sus compañeras de pista adornan escenas.
Si volvemos al origen de esta reseña, al causante de la expectación de esta remake, Thom Yorke: en cada oportunidad mercantil, da lo mejor de su oficio, de su trayectoria, de su arte. Si el producto para el que trabaja es mejor o peor, a él no le afecta, aunque el leitmotiv entre con forceps en escenas de época, Thom suma. Así, cualquier excusa es buena para que el lord componga alguna delicatessen y terminemos viendo cualquier peli.
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