Si alguien había ganado respeto por sus análisis socio-económicos acerca de cómo evolucionaba la sociedad global en el Siglo XXI era el Dr. Covarrubias.
A la par de la difusión de varios papers excelentes sobre el tema publicados por la Universidad de Salamanca, en la que sobresalía como investigador, su misantropía era tan famosa como ellos. Rehuía el contacto con la gente, en particular con la prensa. Era un verdadero “ratón de biblioteca” que no autorizaba fotos ni ofrecía entrevistas.
Sorprendió al establishment que hubiera aceptado hacer una gira de conferencias en Sud América. Ahora aquí, en Buenos Aires, sorprendidos por su cuerpo pequeño y su desaliñado atuendo, lo teníamos frente a nosotros.
Nos miró a través de unos lentes tan grandes como los que su nariz podía soportar y, recorriendo nuestras caras por medio de un minucioso paneo, comenzó:
– Buenas tardes, señores Como la velocidad de la luz es mayor que la del sonido, ciertas personas se ven brillantes, hasta que escuchamos las sandeces que dicen. Pido me perdonen si los llego a aburrir, pero me podrán efectuar preguntas cuando finalice mi charla. Digo charla puesto que me considero un charlista. No tengo las costumbres de esos conferencistas tiesos que, reflejado en sus ojos el arco iris producido por la descomposición de la luz a través del vaso de agua que colocan sobre el pupitre, tratan de hipnotizar a su audiencia. Utilizan para ello frases rimbombantes que son en su mayoría una mera copia o peor aún, un gastado refrito de oraciones sobre cómo construyen sus hormigueros las termitas o cómo la destrucción de las Torres Gemelas influyó en la venta de babuchas. Y lo logran.
Tomo un respiro, y continuó luego.
– Yo charlo sobre los fenómenos comunicacionales envueltos en imágenes y sonidos que hoy nos arrollan. ¿Que nos muestran? Burbujas. Globos coloreados…- y así, con un acento castizo sin matices, continuaron muchos minutos de su cháchara.
“Las crisis en el mundo global” era el tema de la disertación ofrecida por el Foro Argentino de Estudios de la Actualidad, reconocido organizador de simposios y conferencias de expertos internacionales. Los que estábamos allí, la mayoría CEOs y accionistas de las principales empresas del país, habíamos pagado a precio de oro la invitación dada la bien ganada fama del conferencista.
La problemática comercial de la globalidad era lo que nos importaba, pero la boca del afamado disertante era un altavoz que emitía un palabrerío sin sentido para nosotros. Un galimatías que se deslizaba por una cuerda floja con el entusiasmo de un funámbulo afectado de solipsismo.
Comenzamos a interrogarnos con la mirada. Aburridos, muchos comenzamos a movernos en nuestras butacas, lo que produjo el crujir de las tablas del piso, creo que con la pálida esperanza de advertirle que no nos estaba diciendo nada de lo que nos habían vendido que escucharíamos. Al transcurrir los minutos, sobrevino un concierto de toses que consiguió asordinar su voz.
El Dr. Covarrubias nos miró entonces con expresión adusta, e interrumpió su alocución. El abrupto silencio nos sorprendió.
El vasco Olagurren – el principal cabañero de toros Shorthorn de la Argentina – aprovechó para presentarse, y luego preguntar.
– Doctor, en este contexto de globalización, ¿cuál es su opinión sobre el rol de la carne?
– Ha tocado usted un tema difícil, señor. ¿Qué nos comunica la palabra “carne”? En el transcurrir de mi charla no habrá sido un tema importante, pero coincidirá conmigo que, como dice nuestra Santa Madre Iglesia, la carne es débil, por lo que…
– ¡Basta, profesor! – interrumpí enojado – Ya nos ha dado usted bastante palabrerío, sin decirnos a que crisis nos enfrentamos. ¡A eso hemos venido, y usted divaga! – grité.
Mi protesta terminó de alterarlo. El tremendo golpe que descargó sobre el atril sonó como un cañonazo.
-¡Ya me habían advertido sobre la mala educación de los argentinos! ¡Esto se volverá contra ustedes! – gritó – No comprenden nada, y sufrirán por ello. ¡Ya lo verán!
Recogiendo papeles y abrigo, dio media vuelta. Sin saludar caminó hacia el foro, en donde desapareció.
Muchos me dedicaron una mirada de reproche. Luego de unos instantes de estupor, todos comenzamos a retirarnos. Azorados, Olagurren, yo y otros fuimos hacia el ascensor para bajar al garage.
– ¡Con lo que pagamos! Las crisis del mundo globalizado quedaron en la oscuridad. Nos estafaron. – dijo el vasco al grupo.
Junto al pulsador de llamada noté pegado un pequeño cartel. Al leerlo, esbocé una mueca amarga. También lo vieron Olagurren y los demás. Decía,
AVISO
Conferencia del Prof. Dr. Covarrubias
“La crisis global”,
ha sido pospuesta para mañana Jueves,
en el mismo salón y horario.
Pedimos disculpas por la molestia.
Hoy, Miércoles:
“Teoría del conocimiento y comunicación”, por el Lic.Dr.Vallederrosa.
Noté que el rostro del vasco se transfiguraba.
Fuera de sí, Olagurren gritó – ¡Esta gente no cursó un aviso, un mail, un llamado! ¡Estas faltas de respeto engendran el embrión de todas las crisis, incluidas las nuestras! ¡Así estamos, y así nos va!
Con la furia de uno de sus toros en embestida, e invitando a todos con un gesto, se encaminó hacia la Secretaría.