“A la hora de hacer cine, cuanto más personal sea uno, más creativo será”, citó Bong Joon-Ho en su discurso de aceptación del Oscar a mejor director. Más allá de tratarse un bello gesto hacia Martin Scorsese (autor de la frase original, tal como el mismo ganador aclaró de inmediato para despertar una ovación), lo cierto es que esa cita puede aplicarse con justicia a casi la totalidad de la obra del hombre nacido en Corea del Sur y que hoy tiene, casi en un espejismo, la posibilidad de reinar en el medio audiovisual, al menos en lo que al artístico se refiere, al menos por un rato.

Bong Joon-Ho edificó, tanto como director como guionista, un corpus hasta ahora sólido e interesante, original y competitivo. Y lo hizo respetando esa máxima de la cita: es un autor personal, y a partir de ahí es creativo. Posee obsesiones (es un neurótico contundente: por citar solo un ejemplo, su ansiedad lo llevó a estar en el teatro donde se desarrollaría la ceremonia del Oscar tres horas antes, lo que hizo que estuviera solo en la recepción más de una hora y media) y posee una ideología, y ambas se encuentran plasmadas en lo que muestra en la pantalla grande. Pero, al mismo tiempo, posee un enorme amor por el cine y por el arte de narrar, y esa pasión lo llevó y lo lleva a construir su discurso desde la estructura de los (bien o mal llamados, tema de otro debate) géneros menores.

Así, el director coreano toma los rígidos y compactos límites del policial o del terror para demolerlos, para hacer otra cosa. Si se desea trazar un paralelo, encara una estrategia similar a la que había llevado adelante Quentin Tarantino una década antes, pero sabiendo que eso ya existía y que carece de sentido ser una simple réplica, va varios pasos más allá. Transforma un genérico (léase estructura de género) en algo nuevo, personal, y en él incluye lo que es su mirada del mundo y del estado en que se encuentra (lo cual Tarantino no hace, su mirada al mundo es siempre su mirada al mundo del cine). Resulta imposible contemplar sus películas y al mismo tiempo hacerse los tontos acerca de lo que pasa.

Porque, y esto debe ser aclarado, el cine de Bong Joon-Ho es eminentemente moral. Si se le quita toda la parafernalia, la decoración narrativa (que siempre es excelente, cabe aclarar), en el fondo no se trata más que de fábulas morales, donde en líneas generales (hay excepciones, como se ve en el listado) las personas en un estado de necesidad hacen concesiones cuyas derivaciones suelen ser catastróficas, o donde las instituciones fallan (a veces por desidia, a veces por corrupción) y los personajes deben embarcarse en un viaje que les permita sobrevivir y que suele terminar mal. Obviamente, “fábula moral” no es un calificativo despectivo. Puede serlo, es cierto, cuando existe la moralina, pero en el caso de Bong Joon-Ho funciona como motor. Todo surge de ahí, pero es tan solo el inicio de una edificación creativa y maravillosa.

La mirada de Bong Joon-Ho, como la de cualquier interesado en la ética, es la de horror frente al mundo, frente al punto en el que se llegó (o debería decirse “volvió a llegar”). Si Parasite es su obra cumbre en el tratamiento de las desigualdades, lo cierto es que las asimetrías sociales están presentes en toda su filmografía como elemento central, incluso cuando se muestre a una sola clase social (la baja, la pobreza extrema, donde suelen habitar sus protagonistas) y la otra sea la espada que pende sobre las cabezas.

Lo que antecede demarca un proceso dual: por un lado el prodigio narrativo a partir de maximizar las asfixiantes reglas de los géneros, por el otro plasmar una ideología interesante. Es ese proceso simultáneo lo que lo transforma no solo en un artista vital y atractivo (sus películas carecen de momentos aburridos) sino indispensable. Bong Joon-Ho sabe que debe entretener, pero no olvida que tiene algo para decir. O dicho en términos de la industria audiovisual: puede hacer películas festivaleras, pero también masivas.

Cabe aclarar que este artista que buena parte del mundo descubre ahora es, en su Corea del Sur natal, extremadamente popular. Por dar un ejemplo: The Host posee el récord de salas de estreno en su país, y fue un éxito arrollador. Podría decirse, para que se entienda el peso de su figura en su país, que es el equivalente a Juan José Campanella en el nuestro. En popularidad, ya que por supuesto no en calidad.

Porque, evidentemente, cada país tiene los cineastas que se merece.

Pero mejor pasemos al listado de su filmografía:

 

  1. Perro que ladra no muerde (Flandersui gae, 2000), disponible en torrent:

En un edificio de monoblocks, un desempleado joven, licenciado en ciencias sociales, no soporta los ladridos de un perro. Una decisión poco feliz y el efecto en cadena que se dispara.

Ópera prima de Bong Joon-Ho, y se nota mucho. No por el lado de la dirección, donde ya se lo percibe seguro detrás de las cámaras. Tampoco por la temática, aborda en esta primera obra lo que sería una constante en su carrera: la debilidad de los ideales en un contexto de pobreza o fragilidad, rodeado de corrupción (el protagonista se debate si pagar el soborno que pide el director de la carrera universitaria para que le otorguen un cargo docente), y todo lo que ello genera. Donde se percibe la falta de experiencia (estrena el film con solo 31 años, a los que hay que restarle aquellos que le dedicó a desarrollarlo) es en que la trama, en su aspiración por mostrar cómo se ramifica la decisión del protagonista en relación al perro, en determinado momento pareciera más un mosaico que una historia.

No es mala en lo absoluto, incluso se podría afirmar que es correcta, y se percibe el hambre de contar, la mirada particular del autor. Vale más como promesa que como producto terminado.

 

  1. Memoria de un asesinato (Salinui chueok, 2004), disponible en torrent:

Tres años después, Bong Joon-Ho entra en el radar de los festivales internacionales con su primer obra maestra. Pueblo pequeño, asesino serial. Pero el autor toma todos los rudimentos del policial para llevarlo por otros rumbos, los del patetismo, en una historia que atraviesa distintos años en ese pueblito perdido.

Es probablemente con este film en donde comienza a verse que el director no solo está retratando a su Corea del Sur. La combinación de corrupción, estupidez e inutilidad de la policía y del Estado, la mansedumbre de la población, parecen hablar (quizás sin buscarlo) de muchísimas otras latitudes.

Una película indispensable, donde también comienza el lazo artístico con el que será su actor fetiche, el maravilloso Song Kang-ho, que acá compone a un personaje absolutamente maravilloso, un policía bruto que descubre que lo es, y que desea mejorar aunque carezca de herramientas con las que lograrlo.

 

  1. The Host (Gwoemul, 2006), disponible en Netflix:

En un laboratorio militar de Seúl, un científico norteamericano ordena deshacerse de los químicos con los que experimentaron. Los arrojan al desagüe, y se crea un monstruo que asolará primero a quienes viven y trabajan en la ribera.

Si en Memoria… Bong Joon-Ho tomaba el policial para hacerlo hablar de otra cosa, acá hace lo propio con el género de terror, monstruos mutantes incluidos.

El director construye una narración en espejo, donde muestra el monstruo clásico por un lado y, por el otro, las monstruosidades que hace el Estado para combatirlo. En el medio, claro, están los pobres, en especial aquellos que son secuestrados por la bestia que se los lleva a las cloacas.

Con un ritmo trepidante, Joon-Ho confirma que Memoria… no era un accidente. Había surgido una nueva voz, potente, en el cine de Corea del Sur.

 

  1. Madre (Madeo, 2009), disponible en torrent:

Una mujer mayor tiene un hijo con una debilidad mental, que es acusado de asesinato. Ella, que vive en la pobreza lindante con la indigencia, sin saber absolutamente nada de investigación policial, al ver la desidia de las autoridades se pone a investigar el crimen para que liberen a su hijo.

Es, quizás, la mejor película que hizo Bong Joon-Ho hasta la fecha. El abordaje posee muchos elementos en común con Memoria…, pero modifica el ángulo desde el cual disecciona el mismo objeto (la injusticia, la corrupción, la inutilidad) y hace que el espectador avance con los dubitativos pero tenaces pasos de una mujer que sabe que su hijo es inocente, y sospecha que no tiene forma de demostrarlo. La trama avanza y con ella la desesperación y la angustia, tanto de la protagonista como del público.

Otra película indispensable.

 

  1. Snowpiercer (2013), disponible en Amazon:

Futuro distópico, todo lo que resta de la humanidad habita en un tren que no puede detenerse y va recorriendo el mundo. El problema es cuando los pobres comprenden por qué los incluyeron en algunos vagones de ese vehículo destinado a los ricos.

Basada en la historieta de los franceses Lob, Legrand y Rochette, se trata de la primera incursión de Bong Joon-Ho en la industria audiovisual norteamericana. Puede decirse que, para lo que son las condiciones paupérrimas que le suelen otorgar a los extranjeros que van a trabajar a Hollywood, el director sale bastante airoso. Consigue captar cuáles elementos del cómic poseen temas en común con su obra, e incluso logra introducir un personaje que puede interpretar su inseparable Song Kang-ho.

 

 

 

  1. Niebla (Haemoo, 2014), disponible en torrent:

Film que produce y escribe Bong Joon-Ho, pero no dirige. El film lo lleva adelante Sung-bo Shim, quien fuera coguionista de Memoria…

Un capitán de un barco pesquero está al borde de la bancarrota económica y social. En su desesperación, acepta el encargo de la mafia por desembarcar en el mercado de trasladar inmigrantes ilegales desde China.

Como se dijo, no es un film de Joon-Ho en lo formal. Pero, en los temas que se abordan, encaja a la perfección con el resto de su obra. La renuncia a los valores y las consecuencias que ello acarrea es el motor de esta historia que pertenece al género del terror por más que no exista ni un solo elemento sobrenatural: el horror surge de cuáles son las monstruosidades que pueden llevar a cabo los seres humanos, en las circunstancias correctas.

 

 

  1. Okja (2017), disponible en Netflix:

Al revés que Niebla (que no dirige pero parece que sí), Okja es dirigida y escrita por Bong Joon-Ho, pero si no figurase en los créditos resultaría increíble. No solo la fábula de una niña que convive con una especie de chancho gigante es un bodrio mayúsculo, sino que explicita en tono melodramático principios del veganismo que no se sospechaban en el resto de su filmografía.

Se trata del segundo intento de trabajar con la industria norteamericana, aunque en este caso realiza la película en su Corea del Sur natal con generosos fondos provistos por Netflix.

Tras verla, pareciera que Joon-Ho hizo lo que hacen muchísimos otros: le entregan al gigante de streaming (desesperado por generar contenidos propios) proyectos que nadie les financiaría, y de paso se ganan unos buenos mangos.

No es solo un film olvidable, debería recordarse siempre que hay que tratar de evitarlo.

 

  1. Parasite (Gisaengchung, 2019), en cartel:

Tras el paso dibutativo de Snowpiercer y el fiasco mayúsculo de Okja, el director vuelve a su mejor nivel, el de Memoria… y el de Madre.

Puede decirse que esta película conforma, junto con los dos policiales, la santísima trinidad de Bong Joon-Ho. No tanto por el género (acá es la comedia negra, exacerbada al máximo), sino por temática y calidad.

El autor se decide a dar un paso más allá en relación a sus obras anteriores, pobladas de seres que vivían en la miseria con mansedumbre. Ahora, ponen manos en el asunto y quieren progresar. Quieren lo que tienen los ricos. Por un rato. Y luego, para siempre.

Obra maestra que le permitió no solo conquistar Hollywood, sino también el mundo.

Ahora, a esperar la versión en serie que el director realizará para HBO, de la que solo se sabe que le permitirá profundizar en todo lo que ocurría fuera de la casa tomada.

Sobre El Autor

Escritor, periodista y licenciado en sociología, Diego Grillo Trubba ha ganado diversos premios de relato y novela, destacando entre su obra títulos como Los discípulos o Crímenes coloniales.

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