Un paño que se pone encima de otro.
Aquello que no sucede según las leyes de la naturaleza; lo dudoso, lo incierto pero no desordenado, perturba por desdibujado, mientras flashes anuncian la inminente oscuridad.
Una atmósfera de incipiente turbación, que va en ascenso, genera confusión y alerta al lector desprevenido.
Alexis Leiva, con maestría, va dando sus puntadas al borde de estas páginas para que las telas cortadas no se deshilachen dejando al descubierto algún mundo macabro que, entre congéneres vencidos, captura recuerdos, pensamientos y sueños aparentemente acabados.
Aunque la tentación sea grande, no conviene cavar en los misterios de un más allá, acercándose tanto a los tentáculos de la muerte.
Alexis, ¡OJO!, que hoy más que nunca los perros lloran.
Los ojos adquieren relevancia en esta historia; es como que adquieren el nivel de figura relevante en cada caso:
El Tercer Ojo . Ojos opacos, Ojos luminosos.
Ojos de Silvia. Ojos apurados. Ojos abiertos.
… impregnado en los ojos. Sus ojos parecían guardar una pena. Los ojos de Dios.
Uno escribe para reflexionar, ¿no? O sea, la escritura precede a la reflexión. Esto me pasa mucho: escribo y luego entiendo qué es lo que estoy diciendo. No es que no haya un plan, todo lo contrario, pero sucede que luego de ser escrito veo mis propios intereses. Los ojos, en este caso, están en un nivel de importancia fuerte, es verdad. Tal vez ahora que me lo hacés notar lo pienso. Es que en los ojos hay más que un órgano. Le hemos dado tanta importancia al sentido de la vista que hasta lo usamos para expresarnos. Algo hay de ese lugar común que dice: “los ojos son la ventana del alma” . Pienso en el manga, o el ánime, en esos ojos desproporcionadamente grandes. Los dibujantes utilizan los ojos para la expresividad. En ellos puede condensarse mucho. En nuestros ojos y en la mirada está el reflejo de nuestra personalidad.
El tema de la identidad. Te pido una reflexión.
El tema de la identidad me asaltó escribiendo este conjunto de cuentos. Digo “me asaltó” porque no fue algo buscado. Se nota que es algo que me importa muchísimo, algo que me interpela, por lo tanto salió bien de adentro. Los cuentos fueron escritos de forma individual y luego fueron reunidos.
La pregunta sobre quiénes somos es algo que nos constituye como seres humanos. O sea, somos seres autoconscientes, y eso implica preguntarnos quienes somos. Pero creo que hablé en el libro sobre la identidad más individual con respecto a lo social, no la forma universal como especie. Por un lado está el derecho a la identidad, que lo vemos reflejado en las luchas, por ejemplo, de Las Abuelas y los Nietos Recuperados; el saber nuestra historia para saber quiénes somos. Pero también el conflicto por la identidad al no saberla. Podemos ver esto en los innumerables hijos e hijas que fueron abandonados por los padres, o que no tienen relación con ellos. Y digo padres porque la mayoría son hombres, padres abandónicos, que no se hacen cargo de la crianza de sus hijos, o directamente desaparecen. Esa cultura machista y directamente patriarcal, es algo que me importa de sobremanera. Luego, también me parece importante desde el punto de vista vocacional de la identidad, quienes decidimos ser, y por supuesto la identidad de género, también como una elección.
Creo que esos aspectos están reflejados en los cuentos: JG, es sobre esa identidad “robada”; El Examen final es sobre esa identidad fruto del abandono del padre; en la historia de Orlando hay, sobre el final, una forma de la identidad de género; en la historia de Gregorio Sánchez hay un deseo de ser el otro, de ese amor desmedido y desbordado, que busca no ser “como” el otro, sino ser directamente el otro.
Así la identidad como tema, es interesante que lo señales, termina abarcando gran parte de las historias.
La mente; el control de la mente y sus voces. Imágenes y sentimientos, su relación con los recuerdos. La oscuridad de la mente. La mente ajena y su manipulación. Por favor hablanos de todo ello, ¿puede ser?
La mente humana es El Gran Misterio. Desde su pequeñez e insignificancia soberbia, hasta sus capacidades desconocidas. Me gusta muchísimo todo lo que tiene que ver con lo místico y lo esotérico que despiertan los laberintos de la mente. Aunque más no sea como relatos. O sea, la creación es un acto de magia y alquimia. Es algo que sostiene Alan Moore, aunque su postura es bastante radical o más de creyente. A mi me interesa para hacer literatura. Es sugestivo, es mistérico, es muy excitante. Pensar en la mente como un texto, o un mecanismo que se puede manejar. Creemos que mandamos sobre nuestros cuerpos, pero no es así. Nuestra mente no responde %100 a nuestra voluntad. Es más, la voluntad es un acto de la mente. De alguna manera estamos atrapados por nuestra propia mente. Somo cuerpo, cerebro, mente, pero no conocemos todo lo que nos pasa ni tenemos la forma de manejarlo todo, y esa es una angustia desesperante. Pero como nuestra soberbia no tiene límites, queremos manejar la mente ajena cuando ni siquiera podemos manejar la propia.
Árbol, flores, hormigas, sangre ¿vida?
Pienso en la naturaleza como lo externo al ser humano. La humanidad como una intrusa en la naturaleza. A nuestra vida nos la agenciamos nosotros. La naturaleza nos mira con desprecio, nos rechaza. Y a nosotros nos fascina la naturaleza. Es una atracción y repulsión. Un círculo que nos excede y nos lleva a la muerte, siempre.
Los pasillos y el temor a perderse. ¿la idea de laberinto?
Claro que sí, el laberinto. Ese lugar que es igual a infinitos lugares pero sin embargo no es el mismo. Necesitamos pararnos sabiendo en dónde estamos apoyando los pies para poder recién avanzar. Eso es lo que le preocupa a Orlando, no poder avanzar, porque no sabe dónde está ni para qué está ahí. Buscarse un mapa, tratar de entender ese barrio tan particular en el que está viviendo. Encontrar patrones en las formas, todo es una manera de entender.
Uno dice Laberinto y no solo piensa en Borges, sino en David Bowie y su rey elfo caminando por escaleras diseñadas por Escher. Creo que la idea de ese laberinto escheriano me gusta más.
Los libros: Un habitante de Carcosa, de Ambrose Bierce. Orlando, de Virginia Woolf. El Rey Amarillo de R. Chambers. (los elegidos). Ahora, hablanos de tus influencias literarias más allá de las obvias que emergen aquí, en Un barrio silencioso.
Siempre me es complicado hablar de mis influencias literarias. No porque no las tenga, sino porque las tengo en demasía. Hay libros y autores que me gusta leer, que me gustan como lector, y otros que me sirvieron para escribir, o sea que me gustan como escritor. Te hablaré de los que me sirvieron sobre todo para escribir:
Decirte Cervantes y el Quijote sería clausurar todo lo que viene después, porque toda nuestra literatura (occidental) está en él. Pero intentaremos continuar sin tropezar con el Manco de Lepanto. Primero Poe, como el gran diseñador del cuento moderno, el que enseñó cómo debe escribirse un cuento en la modernidad. Luego podría ir casi de un salto a Henry James, cuyas obras de literatura y críticas nos enseñaron a escribir a todos. Truman Capote abrió el juego (ok, Miguel de Cervantes, ya sé que vos lo hiciste primero) a usar todos los recursos de las demás artes para utilizarlos en la literatura. Capote es un gran maestro de literatura que no siempre se le da el crédito suficiente. Neil Gaiman y su Sandman me abrió la posibilidad a mundos posmodernos que antes no había pensado. Luego podría nombrar a Daniel Guebel, con el que entendí que hay textos que necesitan una fuerte compresión (la idea de “menos es más”) pero que hay otros que permiten y exigen una gran expansión. No se les debe tener miedo a los textos excesivos o expansivos. La ambición, si está bien hecha, no es un pecado de juventud sino una necesidad del texto y una postura frente a la literatura (Sí, Miguel, ya te nombré). Luego Faulkner, que me enseñó tipos de narradores que no hubiera esperado o entendido antes de él (como el narrador en tercera testigo y plural, de Humo y Una rosa para Emily). Últimamente me fascinó Vonnegut que me enseñó a manejar el tiempo en literatura y desarmarlo a puro antojo. Luego, claro, Stephen King y Abelardo Castillo me enseñaron a hablar de alcoholismo y esas cosas. Fredric Brown es un perfecto cuentista que siempre te enseñará a mejorar y dar finales precisos. Bueno, nada, no terminaría más. dejémoslo ahí. (Sí, Miguel, ya hablé de vos también).
¿Cómo ves en la actualidad, en Argentina, la narrativa de terror y el género fantástico?
Acá empieza la sección “Alexis no sabe hacer amigos”. Primero no me considero un autor de terror o fantástico. El género es algo funcional, para mí, una de las tantas formas que puede tomar un texto. Si Un Barrio… tiene cosas del terror y del fantástico es de pura casualidad, o de pura forma. Pero entrando en tu pregunta:
Creo que se ha publicado muchísimo y en muchísimas editoriales. Las editoriales independientes fueron siempre nuestra salvación, para los que no tenemos un renombre en el pequeño círculo de la literatura. Pero en cuanto al género del terror en argentina, y el fantástico, me parece que hay mucho amateurismo (quizás incluyéndome a mí también). Como hay muchas posibilidades para la publicación (que se redujeron en los últimos años, pero sería un tema para otra charla), muchos autores se preocupan más por publicar que por escribir mejor. Y el género de terror y fantástico es muy fértil para la escritura apresurada y torpe. O sea, hay varios escritores excelentes y que le dedican al género el mejor de sus esfuerzos literarios. Incluso utilizan el género casi como una excusa, para hacer literatura de gran calidad. Luego publican como pueden y en dónde pueden, al igual que todos. Pero la mayoría de los escritores adolecen de simpleza y excesivo ego. Hablan de sangre y vampiros, y muerte y zombies y sexo velado, pero lo hacen con la actitud del niño que buscaba la palabra “culo” en el diccionario (ok, mi DNI es 27 millones…) Van a la literatura como el niño que se esconde para mirar porno. Refieren al cine de terror de los 80s como si eso bastara. Es el mal de Stranger Things. Corren tras la referencia como si con eso bastara. La referencia como centro olvidando el lenguaje. Convierten la literatura de género en un ejercicio Kitsch, más parecido al arte pop.
Escritores que a propósito o accidentalmente escriben de género y que realmente son buenos según mi juicio, te podría nombrar a Martín Sancia Kawamichi, Pablo Martinez Burkett, Cristian Acevedo, Fernanda García Lao, Mariano Quirós, Mariana Enriquez, y alguna o alguno más que seguro me olvido. Obvio que esta opinión es mía, y no significa más que mi parecer, seguramente torpe y sin valor, pero bueno, vos preguntaste.
Laiseca entra en este libro, ¿qué representa para vos?
Cierto, aparece. Es que él fue un gran narrador de historias en mi infancia y adolescencia. Era ese programa de culto que veíamos con placer por las noches. Luego vino su literatura única. Por otro lado, tuve el placer de conocerlo y hacerle junto a Matías Pertini (tenemos un podcast y programa de radio llamado El Sonido y La Furia) lo que seguramente fue su última entrevista antes de su muerte. Un placer agridulce visto desde hoy.
La droga, los excesos, el caos.
La idea fija que se apodera del espíritu y ofusca el entendimiento.
Esto también entra en esta historia.
¿Qué podes decirnos al respecto?
Bueno, es que las obsesiones son la matriz de las adicciones. Las obsesiones son un motor de búsqueda. Reemplazables en sus objetivos pero la misma en la forma de pulsión. Las drogas son un cotidiano en mi barrio, así que es algo natural que sucedan y aparezcan. Pero lo realmente humano es la obsesión.
Deseo, placer, miedo, obsesiones.
¿Cómo imaginás que va a quedar el mundo después de la pandemia?
Es preocupante. Complejo. Todo dependerá de encontrar la vacuna o no. Si se encuentra una vacuna que nos permita inmunizarnos, podrá volver todo a la misma normalidad anterior, que no era precisamente “buena” pero era la que conocíamos. Si no se encuentra una vacuna, todo será más extraño. Muchos trabajos desaparecerán, o bajarán a tal punto que no será ni conveniente hacerlos. Nuestras relaciones se volverán más hurañas, tal vez violentas, impersonales. Es preocupante tener a los seres humanos con restricciones para salir, para verse. Internet es la gran protagonista, y eso es un espanto. La forma de idiotizarnos entre todos, unos a otros, con opiniones infecundas y violentas, nos embrutecerá mucho. Es preocupante. Pero por sobre todo espero que no prosperen los escritores Oportunistas de La Pandemia.
¿Podrías describir en breve síntesis la transformación (la metamorfosis) de Gregorio Sánchez?. Sólo una idea, ¿puede ser?
La Transformación de Gregorio Sánchez es sobre fetichismo que tenemos con las historias de amor, con el pasado, con los objetos en los que guardamos la memoria. Pienso en que el pobre Gregorio quería absorber la esencia del recuerdo, como si en el objeto mismo se encontrara un espíritu que lo habita de pasado. La música, las ropas. Amar tanto y tan mal que quieres borrarte vos mismo para ser el otro. Te convierte, justamente, en un parásito. Es una historia triste, creo yo.
Hablanos, por favor del manejo de la voz narrativa y del proceso de escritura.
Encontrar la voz narrativa es encontrar el texto. Henry James sostiene que el narrador es el personaje más importante. En sus obras demuestra que así es. En mi caso no puedo escribir nada sin encontrar primero esa voz, y luego la forma que, obvio, está dictada por la misma voz. La primera frase de Un Barrio Silencioso antes era más extraña, sin el “Así” que desentraña un poco las palabras. “Con una picazón de garganta me encontré sobre la calle …” etc, etc. En esa extrañeza y posible confusión se armó todo el texto. Luego, por una decisión estética y estilística se le agregó el adverbio Así entre “Garganta” y “me encontré”. Pero ahí estaba el tono de lo que vendría después. Algo que parece normal pero que no lo es del todo, algo que sugiere extrañeza, que la deja aparecer, y que en su sutileza perturba y se lo come todo luego.
El proceso creativo es algo muy personal. Cada uno tiene su forma y su manera. En mi caso son ideas sobre sensaciones, situaciones, cosas que sucedieron y que me estimulan la imaginación. Algo que quiero transmitir y explicar o algo que quiero pensar y entender, para lo cual la escritura es mi mejor mecanismo de reflexión. Esas ideas germinan, luego encuentran la historia, y siguen dando vueltas, hasta que aparece la forma, la voz narradora y la estructura. Una vez que aparece eso, recién ahí puedo escribir. Pero estoy pensando todo el tiempo en literatura, en escritura, en formas del lenguaje. Mientras se tengan la antenas prendidas, las escritura encuentra su camino. Hay que laburar mucho, y prestar todo el tiempo atención a esto. Bah, así trabajo yo.
Por último:” Olvidar para recomenzar”. ¿Dónde poner el límite?
Antes de terminar, quisiera no olvidarme de nombrar a Andrés Casciani. Él es el ilustrador de los cuentos, y hace un trabajo impresionante. Sus estilo es de una potencia tremenda, y su manera de trabajar es tan profesional que me hizo sentir vergüenza y pudor de mis textos frente a su trabajo. Pero bueno, a lo que iba se enlaza justamente con Andrés. Cuando fuimos a presentar el libro en Mendoza (Casciani es de esa provincia), hablamos sobre lo infinito y lo circular. Creo que el terror, si es que el texto tiene alguna especie de terror, se da en esa sensación de circularidad. Que todo sea circular e infinito es la sensación del horror. No creo que la finitud de las cosas sea algo a lo que temer. El verdadero terror creo que está en que nada termine. Que la muerte no pase y estemos condenados a seguir viviendo, o peor aún, a vivir una y otra vez, constantemente y en un loop sin sentido. No hay nada más antinatural para el ser humano que lo infinito. Por eso es terrorífica para mí la idea de olvidar y recomenzar, porque no hay escape. El alivio de que hay final es el mayor consuelo del cosmos.
Fotografías: Dante Fernández @_dantesantino