La persistencia de las sensaciones

 

¿Quién puede anudar los versos festivos y melancólicos sobre eso que llevamos a la boca y a veces contemplamos como un cuadro de Velázquez o de Goya? Solo Amanda Berenguer. La poeta uruguaya Amanda Berenguer ha escrito un libro único sobre el deseo, la amargura y la debilidad de los sentidos frente a la lujuria de la vida. La sed se esparce en los versos como el jugo de la fruta en los sentidos. La poeta ha escrito un elogio de la sensualidad de los objetos, en el sentido filosófico del fervoroso Etienne Bonnot de Condillac. Y no hay libro en este sur del mundo que roce o iguale su cáscara o materia.

Berenguer encuentra identidad y dulzura en los dátiles o descubre el conocimiento de la lengua y de los gajos en el sabor de la naranja. Y se pregunta, filosófica, cuál es la verdadera manzana:

 

“Una manzana color manzana

otra manzana sin cáscara…

otra manzana desaparecida

saboreada”.

 

La incertidumbre cartesiana y la flecha del viento se cuelan en la percepción del membrillo:

 

“Al membrillo lo quiero y no lo quiero

 

Entonces viene el viento al solar del gusto

y mis dientes devastan la pulpa impenetrable

mientras por los aires quedan –echando jugos—

insoportables alucinaciones”.

 

El sexo del azúcar inunda la página de “las frutillas”:

 

“Se ofrecen flores concebidas

Se ofrece

su maduro dedal de sexo extravagante”.

 

Hay un sinsabor y una inquietud que alimenta su relación con el ananá:

 

“Nunca supe si fue aquella ácida y dulce

pasión de su carne

la que me abrió

la trastienda de la fiesta”.

 

Antes de leer este libro no sabía que el deseo, el amor del mundo, y los jugos  se ofrecían de este modo epicúreo y seductor en las frutas. Los higos guardan un espesor amargo que enlaza el cuello animal y la lujuria:

 

“Los higos

cuelgan del árbol

como murciélagos de melaza

como ahorcados

por robar un manojo de lujuria”.

 

A la granada, una fruta fea o débil de encanto, la poeta logra dotarla de un sentido asociado a la memoria azucarada:

 

“Su memoria es apenas una savia azucarada

donde enrojece

la sorpresa apetecible”.

 

Amanda Berenguer encuentra el eco de un gesto solidario, ese que a veces no tenemos, en el corazón de una fruta encendida:

 

“Repartir la sandía –me dije–

es repartir una siesta de verano

una estación con vidrieras rojas

y desierta

una cueva verde habitada por la sed”.

 

En el mundo de los sabores y las metáforas la poeta hunde su boca de versos y provoca una fiesta sutil hecha de revelaciones y amargura:

 

“Las almendras dulces protegen las revelaciones

que aparecen en la cúpula del paladar.

 

Las almendras amargas

tejen una mascarilla de terror

y se quedan mirando el sacrificio”.

 

Leo una teoría filosófica en los versos de Amanda Berenguer. La autora facilita, espontánea y serena, una filosofía de la relación del sujeto con el aparente orden de las cosas. En los poemas accedemos al bello orbe multicolor, sinestésico y caótico de las percepciones antes de que la rígida razón lo dote de un orden preciso. Las cosas existen como sensaciones en el ojo, la mano, la boca o el olfato y se mezclan según el pulcro dictamen de las palabras en el poema. Casi como el francés Etienne de Condillac, Berenguer propone, a su modo (un modo más hermoso que el del filósofo), un sensualismo, es decir una teoría de la primacía de la sensación sobre toda posibilidad de abstracción. Sólo que en Berenguer hay un paso más allá: la idea es un desprendimiento distinto y torpe de la sensación. En este sentido, la manzana, la sandía o las uvas son menos el concepto que el eco sensual y sensorial de las cosas. No es que la idea no esté presente sino que el lenguaje y las ideas son de una nítida naturaleza diversa a las sensaciones. Por eso digo que su libro es descendiente pródigo del sensualismo de Etienne de Condillac. Pero no se queda en la fabulación de la teoría sino que pone en versos calibrados  –sólo como la poesía puede hacerlo– este esquema filosófico y abre otra dimensión ontológica asociada a la esperanza, el sueño, la amargura, el amor, el deseo: las pasiones humanas.

Me pregunto ahora, casi como si fuera un invocación devota a la belleza (ese concepto tantas veces dicho y hecho palabra, sensación y materia de forma única en este libro), ¿por qué no había leído antes a Amanda Berenguer? Si hay algo que impacta en estos poemas “condillequeanos” (por el eco sabroso de Etienne de Condillac) es la persistencia de las sensaciones.

Doy las gracias a los editores (Marisa Negri, Daniela Rodi y Gabriel Martino) por haber publicado estas frutas originales y sinestésicas.

Identidad de ciertas frutas, de Amanda Berenguer

Ed. La Ballesta Magnífica

2021

Sobre El Autor

FABIÁN SOBERÓN es escritor, profesor universitario y crítico. Nació en J. B. Alberdi, Tucumán, Argentina, el 18 de junio de 1973. Ha publicado la novela La conferencia de Einstein (1era. edición UNT, 2006; 2da ed. UNT, 2013), los libros de relatos Vidas breves (Simurg, 2007) y El instante (Ed. Raíz de dos, 2011), las crónicas Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (Ed. Culiquitaca, 2013), Ciudades escritas (Eduvim, 2015), Cosmópolis (Modesto Rimba, 2017) y el libro 30 entrevistas (UNT, 2017), además de ensayos sobre literatura, arte, música, filosofía y cine en revistas nacionales e internacionales. El Fondo Nacional de las Artes publicó textos suyos en la Antología de la Poesía Joven del Noroeste (Fondo Nacional de las Artes, 2008). Es Licenciado en Artes plásticas y Técnico en Sonorización. Fue docente de Historia de la Música en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Actualmente se desempeña como profesor en Teoría y Estética del Cine (Escuela Universitaria de Cine), Comunicación Audiovisual y Comunicación Visual Gráfica (Facultad de Filosofía y Letras). Fue finalista del Premio Clarín de Cuento 2008. Con su novela Atalaya obtuvo una mención en el Premio de Novela Breve de Córdoba, con el Jurado integrado por Angélica Gorodischer, Tununa Mercado y Perla Suez. Ganó el 2do Premio del Salón del Bicentenario. Actualmente colabora con ViceVersa (Nueva York), Sédition (París), Perfil (Buenos Aires), Boca de sapo (Buenos Aires), Otra parte semanal (Buenos Aires), La Gaceta Literaria (Tucumán). Es miembro del consejo editor de la revista Imagofagia (Buenos Aires). Ha dictado talleres de escritura en Santiago del Estero, Tucumán y Buenos Aires. Ficciones de su autoría han aparecido en ViceVersa (New York), Suburbano (Miami), La voce d`Italia (Venezuela), Ñ (Buenos Aires), La Gaceta Literaria (Tucumán), entre otras publicaciones. En el 2014 participó en el Encuentro Federal de la Palabra (Tecnópolis) y en el ciclo “Diálogo de provincias”, de la 40º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En 2014 ganó la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes (Argentina). Textos suyos han sido traducidos al inglés, al francés y al portugués. Fue invitado al Brooklyn Book Festival 2015 (Nueva York) y presentó su libro Ciudades escritas en el Consulado Argentino de Nueva York en septiembre de 2015. En el mismo año fue invitado por la Universidad del Turabo al Festival de la Palabra, de Puerto Rico. En 2016 presentó Ciudades escritas en Madrid, Colonia y París.

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