El libro El Retrato de Santos Capobianco hubiera sido quemado durante la última dictadura militar. Sería considerado peligroso por la junta, peligrosísimo, porque reivindica la militancia política como el compromiso que asumen aquellos que son conscientes de que el capitalismo salvaje que nos gobierna merece caer para dar lugar a mejores condiciones de vida para aquellos que no han tenido la suerte de nacer de vientres oligarcas. Porque si de algo se ocupó el último proceso de terrorismo de estado, fue de hacer claudicar a los jóvenes de clase media, en su intento de cambiar las condiciones dadas, a fuerza de ceder en sus comodidades y ponerle el cuerpo a la militancia organizada. Ya sea educando en las villas o creyendo en la educación como testimonio a través del tiempo, para evitar repeticiones y construir nuevas alternativas.

Así este libro se lanza sobre el lector con la pasión de los creen y le ponen el cuerpo. Con la alegría de reconocer héroes y referentes en aquellos que en la búsqueda de un bien común encontraron las más injustas muertes, aprobadas y promovidas por el estado, más o menos directamente.

Pero más específicamente es otra cosa la que acontece en este libro, Leonardo José Grande Cobián nos invita a asistir al lanzamiento de un docente a su vocación. Porque esa idea en la que se basa la excusa del paupérrimo salario docente, que sostiene que el docente ocupa ese rol en el estado por vocación y que por lo tanto no hace falta que cobre un sueldo digno, es falsa. Los docentes pueden tener otros intereses que nutran su formación permanente. Seguramente nadie dudará en afirmar que no es lo mismo un profe de Geografía que además sea escritor comparado a un profe de Geografía frustrado porque con su sueldo no puede construir la vida que desea para su prole. Usted ¿a quién elegiría, para que forme a su hijo?

En los relatos del libro editado por Prosa y Poesía Editores, el autor hace una oda a la militancia, al compromiso y a la humanización de los héroes que le ponen el cuerpo a la convicción y el deseo de un cambio social real y profundo. Abre las puertas a dinámicas de militante, como la confianza en su agrupación y el apoyo a quien con palos en mano, al frente de una columna partidaria, se exponen a la represión del estado mientras los medios los demonizan. Grande Cobián como buen “zurdo” del PO evade todo eufemismo y nos hace cómplices alegres de sus subjetivaciones sobre personajes públicos, que por su lugar en los medios son generadores de opinión.

Ternura, barrio, amor y conciencia, textos que ya habían sido publicados y que generosamente el autor compila para aquellos que quieran darse un atracón de pasión militante. Es fácil sentirse cómplice al narrador que no se ubica en las dicotomías hegemónicas de las frustrantes políticas que triunfan o han triunfado, quien narra ve más allá de los propios intereses porque su partido se constituye como minoría que estoicamente se ha sostenido a lo largo de historia de la lucha por un país mejor. Un autor nutrido, formado, proletario, en el sentido laborar y patriarcal de la palabra. No es lo mismo leer a niño bien  que a un obrero. No es lo mismo lo que tiene para contar un trabajador que un dandi. No son los mismos conflictos, no son los mismos los hechos que los llevan a sonreír, a creer o a amar.

El Retrato de Santos Capobianco es un libro que por su aspecto puede caer en el prejuicio que caen las izquierdas férreas, pero desde la primera página logra alimentar el hambre voraz de los trabajadores precarizados, de aquellos que conscientes de que el sistema quiere comernos el hígado, buscan la esperanza que sea necesaria para creer que otra realidad es posible, detentando el poder en cada acto, sobre todo cuando logramos cumplir nuestros sueños.   

 

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Las historias parecieran mezclar verdad con ficción, ¿cómo trabajó esa fusión? ¿cuándo elige la realidad y cuándo elige ficcionalizarla?

Primero te quería agradecer por tus palabras más arriba. La verdad sea dicha en los textos que decidí dar a imprenta en ese libro no elegí casi nada. La única decisión fue dejar que las cosas salieran como salieran. Cuando pude, me amparé en ese género propio de Walsh que fusiona ficción y crónica, o en esa cosa de Borges de hacer ficción alrededor de una pregunta filosófica o simplemente encubrí con literatura por pudor a deschavar a alguien que pudiera ofenderse. En todos ellos decidí desnudarme.

Su primer acercamiento a la militancia, o por lo menos el primer acercamiento a la militancia del narrador, es de la mano de su madre, pidiendo justicia por el caso Maria Soledad Morales. ¿Cómo llega desde ahí a militar? ¿Cuál fue el recorrido en el medio?

Fue un camino sinuoso. Yo era un gurí tímido, retraído. Mi familia era de una clase obrera inmigrante que cayó en el “no te metás” y “por algo habrá sido”. En parte porque mi viejo era franquista convencido y porque mi madre una republicana derrotada. Pero de un día para otro mi madre decidió separarse de muchas cosas muy feas y salir a la lucha callejera. Me hice ferviente nacionalista católico hasta que el rector del colegio de curas donde hacía segundo año en Palermo me planteó en confesión que una persona que yo amaba mucho se iba a ir al infierno por intentar suicidarse y se acabó mi fe. Pero también porque ya eran muchos domingos discutiendo con mis compañeros de Acción Católica que dando limosna no íbamos a terminar nunca con el sufrimiento. En los 90 me engulló el existencialismo pesimista, onda La Náusea, esquivé el autonomismo de casualidad y me convencieron Rodolfo Walsh y John William Cooke que el camino pasaba por la izquierda peronista. Estábamos en medio del menemismo y como cantaba León todos leíamos Página y le robábamos melodías a los recuerdos nostálgicos de la lucha de los 70. Pero las agrupaciones que defendían esa ideología en la Facultad estaban demasiado vinculadas al poder y los negociados como para escindirlos en mi sensibilidad. Ahí pasaron dos cosas juntas, o tres. Primero me hice más marxista que peronista, me gustó mucho el Lenin que con mucho amor fraternal reivindica la lucha de los narodniki aunque construye un partido que combate sus orientaciones, pero recuerda que fueron los que lucharon antes que él; luego el Frepaso me decepcionó radicalmente con el gobierno antiobrero de De la Rúa-Álvarez y de Ibarra en la ciudad y perdí la fe en el reformismo; finalmente la lucha en la facultad se mezcló con la lucha del movimiento piquetero y el Argentinazo me agarró como una ola, como una tormenta y ya no pude salir más, me hice trosko y del PO.

¿Por qué eligió el partido obrero para ejercer la militancia? ¿Cómo llegó al PO?

Leer Prensa Obrera en 1999 era una experiencia fascinante. Sus análisis económicos eran profundos, serios, bien fundamentados, indestructibles. Yo era investigador, o sea que tenía acceso a fuentes variadas de información, una mirada crítica y todo eso y Prensa Obrera era sencillamente indestructible. Pero además era casi clarividente. Mi viejo y mucha gente de clase media acomodada seguía los análisis de Altamira para saber qué hacer con la guita, si comprar dólares o invertir en bolsa porque semana a semana acertaba todos los pronósticos. Hay que recordar que el país se derrumbó en dos años a velocidad 88-89. Y finalmente porque en Prensa Obrera se podía seguir eso que Trotsky llama el “movimiento molecular” de la sociedad, lo que no sale en ningún medio, las miles de luchas microscópicas que iban sembrando el camino de lo que después todo el mundo vió con sorpresa. Era como recibir un informe de lo que hacía el magma antes de que estallase el volcán. Así que en algún momento decidí dejar de fantasear con todo eso que leía y me metí a vivirlo.

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¿Cómo surge y en qué se basa el capítulo que lleva el nombre Admirarla? Porque si bien podría ser una oda a la belleza, el relato se centra en la subjetivación del narrador que admira a esa mujer.

Qué bella pregunta, muchas gracias. Cuando escribí ese relato estaba pasando por una etapa de crisis personal muy profunda y sufriendo una soledad medio no querida y medio auto-impuesta. Y empecé a sublimar sentimientos muy feos, muy desagradables con la literatura, para sacármelos de encima, para purgarlos. Entonces en feisbuk estaba muy de moda una mujer muy joven y muy bella. En mi círculo de amistades varoniles no se hablaba de otra cosa. Y ella tenía una actitud muy relajada y expresiva con su cuerpo en las redes. Modelaba sesiones de fotografía muy bellas y las compartía sin pudor. Y estos muchachos se ponían densos, pajeros si se me permite el tono. Me descubrí con las mismas pelotudeces que mis amigotes y me dio mucha bronca de mí mismo. Así que decidí escribir un relato sublimando al pajero y en lugar de escribirle por privado a la piba lo que me pasaba con sus fotos, me dejé llevar y ver qué me pasaba a mí con eso. Descubrí que la belleza femenina es algo que me apasiona sinceramente y que pretender la propiedad de un cuerpo por la única razón de verlo desnudo o porque esa persona comparta su desnudez me era un sentimiento repulsivo y excecrable. Así que creo que me curé un poco.

En el caso del capítulo que da nombre al libro, ¿cuánto hay de verdad?

Todo y cada coma.

¿Cómo ve la militancia actual, con la aparición de las supuestas nuevas propuestas políticas?

Estoy firmemente convencido que la juventud en nuestro país no va a pemitir nunca más que volvamos a los niveles increíbles de descomposición social al que nos llevaron en este último medio siglo de vida. La militancia actual, como todas las de la historia en su momento, tendrán que atravesar su propio camino de errores y aciertos y en su lucha cotidiana irán descubriendo dónde y cómo. Espero solamente que tengamos la madurez suficiente para asumir los errores propios (es lo más difícil) y deslindar entre los ajenos aquéllos honestos errores y los que no lo fueron, los excecrables, los cometidos a conciencia y con malicia. Creo sobre todo que la juventud que militó los últimos doce años con esperanza genuina el renacimiento de la utopía peronista de izquierda saque las amargas y evidentes conclusiones y aprenda mucho del período que va del 20 de junio de 1973 en adelante. De todos modos, me parece que ya el sector social que va a tomar decisiones importantes, de poder, en la lucha de clases en nuestro país, la clase obrera industrial, salió definitivamente del letargo del peronismo y está decidido a llevarse puesto su derecho a gobernar. Más tarde que temprano eso se va a ver claramente y haga lo que hiciere la militancia de izquierda va a ser la clase obrera decidida a no dejar que le arruinen la vida la que nos va a poner a todos en fila y nos va a sacar los errores de encima.

Me interesaría una reflexión sobre el caso Fuente Alba.

Recuerdo vivamente el día que mataron a Carlos. Llevaba diez meses sin militar orgánicamente, atravesando otra crisis personal muy fuerte, límite digamos. Durante esos últimos seis años había militado en una organización cultural adversaria del PO con la que había terminado una experiencia muy fea. Llevaba varios meses discutiendo con un viejo camarada de la facultad y dirigente del PO dándole vueltas al asunto de volver a empezar o no y todo lo que a uno le pasa en esos casos. Ya laburaba de docente tiempo completo y el día que lo mataron sentí su muerte como mi vieja sintió la muerte de María Soledad Morales, en las vísceras. Pedí mi incorporación en la condición que fuera, sentía que no podía seguir viviendo sin poner mi cuerpo en la lucha ahora que nos habían dejado un hueco en la marcha, como decía Zitarrosa. Entiendo que pueda parecer muy romántico, cursi y hasta “realismo socialista” lo que te cuento, pero la verdad es que somos miles y miles de seres humanos que sentimos realmente así las cosas todavía. El 9 de abril se convocó a un paro general nacional de CTERA y en la marcha enorme que se hizo en el Obelisco volví a la lucha organizada con la bandera de Tribuna Docente. Después por miles de caminos increíbles llegué a Arroyito, el lugar donde lo fusilaron, trabé profunda amistad con compañeras que lucharon a su lado, de alguna forma me acerqué sin desearlo y con mucho pudor y respeto a conocerlo íntimamente. Me pasa lo mismo con Mariano Ferreyra. Cada tanto me encuentro con alguien que lo conocía de cerca y entablo nuevas amistades increíbles. Creo que me niego a aceptar que han desaparecido totalmente. Debe ser algo del catolicismo y el culto a los mártires que me queda en la piel o sencillamente sigo siendo un niño que ama y extraña como un niño.

Pero no puedo dejar de decir que el régimen estatal carnicero que imperaba en Neuquén y que llevó a Poblete a apretar el gatillo en 2007 sigue reinando en esa provincia, ya que hace pocos días otro policía disparó a matar contra un delegado de UPCN en una movilización por salario. Hasta que en este país no encarcelemos perpetuamente a los autores intelectuales de los crímenes contra el pueblo van a seguir habiendo Pobletes y Francciotis. Por eso es tan importante que se terminen las prisiones domiciliarias a los genocidas o a Pedraza y que Sosbich esté donde tiene que estar, tras las rejas.

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La última dictadura militar desarticuló la militancia joven y produjo un enorme vaciamiento cultural, ¿cree que como país nos hemos recuperado? teniendo en cuenta el compromiso actual de los jóvenes con la militancia, más allá de la corriente política con la que adhieran.

Los genocidas cortaron miles de flores de la mejor generación de la historia viva de este país pero no pudieron parar la primavera. Desde que el primer esclavo se rebeló contra el Estado hace cinco mil años siempre ha sido igual. De alguna forma las clases explotadas encontramos nuestro camino para luchar contra los asesinos de nuestras hijas e hijos, de nuestros sueños de felicidad. El tercer gobierno de Perón y el Proceso hicieron mucho daño pero no derrotaron definitivamente al pueblo y los trabajadores/as en nuestro país. Yo soy un luchador de base, no tengo ningún cargo o responsabilidad de mando, no soy dirigente. Estoy convencido que el programa del PO es el que mejor comprende el funcionamiento de la realidad en nuestro país y el mundo y el que ofrece el mejor camino para terminar con esta lenta agonía y la descomposición social que inunda las calles. Lo que no me tapa el horizonte visual y reconozco en millones de luchas cotidianas no sólo a honestos/as militantes de otras corrientes sino a muchos/as más que ni siquiera están organizados/as, luchando todos los días contra el statu quo. Mucho influyen las decisiones y caminos que tomen los dirigentes políticos de todos los órdenes, pero creo que el desafío de quienes luchamos todos los días sinceramente por un futuro sin explotación, sin muerte a destajo, sin tanta tristeza y amargura es pararnos con mucha madurez frente a nuestras propias decisiones. Animarnos a ser muy serios con el lugar donde decidimos poner nuestros cuerpos y conciencias. Tomarnos la vida en serio, digamos. Frente a eso no hay poder por oscuro que sea que pueda derrotarnos, nunca.

La polarización política actual condujo a un fenómeno donde los miembros de las dos agrupaciones políticas hegemónicas no generan pensamiento crítico sobre ellas mismas, como si reflexionar y redireccionarse no fuera una buena alternativa, ¿cree que esto es así? en caso de creerlo, ¿a qué adjudica usted este comportamiento?

La grieta es un juego que le conviene al estáblishment. Es una fase más del divide y reinarás. Tenemos que dejar de mirar la realidad acríticamente a través de los relatos que nos ofrecen quienes dirigen la sociedad. Es lo primero que me enseñó la política: siempre mirar el interés social de quién habla o escribe. Contratar un buen ghost writer para inventar un márquetin que edulcore tal o cual estrategia política es algo que el capitalismo hace cada vez mejor. Es la sociedad del engaño permanente, donde lo esencial no es evidente. Creo que nos debemos a nosotros/as mismos/as una profunda autocrítica permanente. Tenemos que luchar contra nuestra humana y natural tendencia a idealizar, encumbrar líderes, y combatir nuestro/a propio pensamiento mágico. Me duele poderosamente el fanatismo de miles de compañeros/as honestos/as que esperaban la transmisión de 6,7,8 para responder en un debate de café o de lo que sea. La democracia capitalista es el reino del relato, el Estado lleva miles de años perfeccionando los mecanismos de control y manipulación social, a través del arte o la religiosidad. Es nuestra tarea si queremos cambiar las cosas romper esos velos, detectar esos recursos y combatirlos, extirparlos de nuestra cabeza como cuando Robocop se auto-electrocuta para borrarse la codificación de la empresa. En eso, aunque no se crea, el trotskismo, que intentó construir durante ochenta años una corriente política en contra de los métodos del estalinismo, ha sido un muy buen recurso, mejor que el psicoanálisis. Al menos para mí.

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Durante la última Dictadura Militar desaparecieron miles de docentes, un hecho llamativo si se tiene en cuenta que en la actualidad el rol de docente es muy maltratado en el imaginario social ¿Por qué se genera este desprecio generalizado, con el valor que los sectores poderosos saben que tienen los educandos?

Vivimos en la barbarie, no hay más respuesta. En la lucha de todos contra todos no se distingue al enemigo. Es como la frase de los mafiosos esa de la mejor manera de esconder un elefante es en medio de muchos elefantes: nos ofrecen chivos expiatorios rápidos, como San Expedito. Los inmigrantes, los docentes (y si hacen paro peor), los jóvenes villeros, las travestis, los piqueteros… cualquiera es mejor que decir, che, pará, con piqueteros o sin piqueteros la verdad es que nos estamos cagando de hambre. El Estado ha decidido hace muchos años que la verdadera educación de masas, científica, gratuita, empancipadora, es no sólo una carga mortal para las ganancias empresariales sino además un enorme peligro social. ¿Te imaginás en un universo de plena educación científica pueblos que permitan la explotación minera como la de Barrik Gold, Monstanto o la Shell dragando el Polo Norte? No, imposible. Sólo se puede sobre la base de una enorme brutalidad social. Nos embrutecen a conciencia. El ataque a la docencia, y sobre todo, repito, a la que lucha contra el desguace educativo, es parte de ese objetivo de embrutecimiento más general.

¿Por qué cree usted que la sociedad argentina no defiende por ejemplo, la causa docente, sino que criminaliza y trata de vagos a sus educadores? Pregunto esto en relación al descuento que se hace por día de huelga en la C.A.B.A. a cualquier docente, adhiera o no al paro. Hecho invisibilizado por los medios, siendo que el derecho a huelga es constitucional y descontar el día sería ilegal en este contexto.

Yo creo que la docencia todavía respira en nuestro país precisamente porque una enorme masa silenciosa todavía la defiende. Todos los gobiernos de los últimos cuarenta años han desfinanciado la educación estatal pero todos han hecho sus campañas hablando de la educación pública y gratuita. El pueblo que vive y vota en Argentina sigue sosteniendo su derecho a la mejor educación gratuita posible como reclamo. El problema es que después de la destrucción de las leyes laborales de los 70 (conseguidas con cien años de luchas obreras) mediante dictadura y democracia, la gran mayoría del estudiantado y sus familias tienen trabajos horribles, sin licencias por enfermedad o maternidad, sin obra social ni nada. Entonces para la docencia (que también ha perdido mucho de su autoconciencia obrera en estos años) es un problema reivindicar y defender condiciones laborales marcianas. El Estado, sus funcionarios y políticos, incluyendo a esos que se la dan de dirigentes sindicales pero que son empresarios de Institutos de Capacitación y regentean Obras Sociales, hacen llaga en esa contradicción y tiran toda la sal que puedan.

Lo concreto es que estamos reventando los cuerpos y las mentes de los educadores en nuestro país. Hay un genocidio silencioso e implacable, que no salta en las estadísticas, pero nos están rompiendo la salud física y emocional. No se puede enseñar con robots y pretenden que seamos robots. Tomemos conciencia o no de esa realidad poco importa, lo cierto es que si los charlatanes de la “calidad educativa” de todos los partidos políticos patronales (no se salva nadie desde 1969) siguen ganando, van a romper la docencia y acá va a enseñar el viejo de los Simpson con la tabla de madera.

¿En qué proyectos trabaja actualmente? ¿Está escribiendo el próximo libro?

En estos momentos trabajo en dos proyectos de dudosa concreción. Con la ayuda de un escritor que admiro estoy aprendiendo ese raro arte de escribir una novela. Estamos en la fase de corrección. Es una novela de ciencia ficción que transcurre en la semana que va desde el ballotage del 22 de noviembre del 2015 hasta el fin de semana largo previo a la asunción del actual presidente. Son cuatro troskos que descubren por azar que la burguesía nacional e internacional ha creado una máquina del tiempo usando edificios emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires y estos amigos deciden evitar que la pongan en funcionamiento para la susodicha asunción. Luego, más cercano a mis afectos, me encuentro dando forma final a un libro de reseñas de cine infantil que vengo publicando en mi blog (Los Viajes de Santos Capobianco) mezclado con un par de ensayos sobre el rol de las mujeres en la prehistoria y una serie de cuentos feministas que he publicado también allí. Se trata de la culminación de seis años de una profunda introspección para erradicar mi machismo naturalizado por la formación de mi familia y el catolicismo que llevo adelante desde que nació mi pequeña hija, Leyla Isis. De hecho así se llama: Crónicas de Leyla (o cómo entrenar a tu papá). En ambos casos con los límites y el ritmo que me permiten el trabajo, el bajo sueldo, el ajuste y el difícil arte de intentar ser escritor sin una editorial que te respalde.

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¿Cómo maneja el clima, la atmósfera, en sus narraciones?

Intento creérmelas yo mismo. Intento que no me defrauden. Ahora con la ayuda de mis escritores amigos empiezo a cuestionarme más y a pensar en los recursos propios del lenguaje y la trama. Estoy aprendiendo.

¿Cómo aborda en su obra el trinomio “lenguaje, trama, argumento”?

Me importa más el argumento, aunque me encantaría saber más de lo que sé y tener más  tiempo para mejorar con la trama y el lenguaje.

¿Cómo funciona la memoria –olvido y recuerdo- en su literatura?

Sigo una idea de Borges sobre La Divina Comedia de Alighieri (que estudié para mi novela) donde dice que el Dante escribía como describiendo el recuerdo de un sueño que acababa de soñar. Como la recomendación de mi terapeuta de anotar lo que recuerdo de un sueño. Me permito que fluya. Además me formé como historiador. He descubierto que la fantasía eterna de la humanidad de encontrar una máquina para viajar en el tiempo se hace muy fácil, con la literatura y la historia.

¿Cómo es su proceso de escritura?

Como puedo. Escribo porque no tengo remedio, o precisamente porque busco remedios y no los encuentro. Escribo por necesidad terapéutica, para no morirme de angustia, para no bajar los brazos. Después dependiendo del contexto decido si vale la pena invertir el poco tiempo libre que tengo en corregir o no.

¿Qué le interesa leer?

Todo, hasta los carteles informativos de la línea de colectivos, tengo esa patología. He vuelto después de quince años a la Biblioteca del Congreso para leer los libros que me interesan y no puedo comprar o bajar de internet.

¿Cuáles son sus referentes?

En la literatura actual, María Negro y Kike Ferrari, dos escritores obreros como yo, aunque María es escritora y obrera, lo que no es lo mismo ni es igual. Sigo cada cosa que dicen en el feisbuk o en una mesa de café con la misma religiosidad y fanatismo que crititqué más arriba. Lo mismo que a tantos artistas independientes y de izquierda tan buenos en lo suyo como Iván Moschner y su grupo Morena Cantero o a ese enorme letrista y músico que es el Cabra de Las Manos de Fillippi. Me parecen lo mejor que le ha pasado a la cultura argentina desde los setenta aunque suene exagerado y que suene exagerado habla de lo mal que está la cultura argentina.

Después Cortázar, Andrés Rivera, Rodolfo Walsh, Enrique Wernique, David Viñas, Borges, Roberto Arlt, Fontanarrosa, Ray Bradbury, Stephen King y sobre todo Mika Waltari.

También le debo mucho a científicos como Carl Sagan, Stephen Jay Would y a Bertolt Brecht y a toda la literatura “social” de los años 50 y 60, a los escritores de izquierda sobre todo, olvidados ya, como Vasco Pratolini.

Pero mis verdaderos referentes intelectuales son los que comprendieron mejor el funcionamiento del mundo porque descubrieron que había que transformarlo Karl Marx, Friederich Engels, Lenin, Trotsky y Lafargue y los que creo que mejor los han entendido y han sabido transmitir en nuestro modesto presente, Jorge Altamira y Pablo Rieznik.