LECHE DE SIRENAS
Veía su casa a la distancia, la casa de su abuelo, con los ladrillos de color mostaza; las ventanas pintadas de verde perejil. Desde el monte observaba todo el pueblo, con sus calles curvas; álamos, arces noruegos y, más allá, el centro urbano original.
El escenario del tiempo; el escenario de la vida. Un niño que se consideraba afortunado. Juguetes de hojalata, los aviones de plomo, el tren eléctrico. Los abuelos, el olor de los cuerpos viejos. Casas en medio de la nada.
Alice, Elsie; los primeros besos. Los primeros minutos de vigilia; contar los sueños. Recuerdos de la infancia y de la adolescencia.
Phyllis, con su voz suave y clara, su piel pálida, el cuello esbelto, el pelo rubio, liso y recogido; el flequillo cubría su frente hasta esas cejas tan claras como su piel. Una elegancia descuidada. Después Julia. Una historia vieja y reciente; los recuerdos, el regreso de manera recurrente a ese otro tiempo vital, un tiempo intenso.
Edades apasionadas. Volver a la desnudez y al murmullo imaginario, rescatando pasajes de ese tiempo muerto. Abrir las puertas de la intimidad; espiar y montar excusas para la catarsis. Construir un relato lápida. Un mundo íntimo que emerge de las profundidades, escapando de algo definitivamente acabado. Sin embargo aparece rescatado por un tiempo estético enmarcado en cierta estructuración cultural, dando la idea de encuentros amatorios que, latiendo ininterrumpidamente, ingresan en una esfera del presente eterno.
Experiencia e imaginación. Revelaciones personales en el resumen final, en el balance de la vida. Una purificación emocional que invita al lector a redimir propias pasiones proyectadas en Owen Mackenzie –el personaje-; una evocación, una purga, una descarga.
La intervención femenina. Sexo, sexo, sexo; ¿desmesura?;
¿En materia de sexo, sólo demasiado es suficiente?
¿El universo tiende a abatir todo aquello que descuella en demasía?
Una novela; un hombre entre mujeres; entre la hibris y el pecado.
La tapa y la contratapa de este libro, con hermosas mujeres sumergidas, me sugieren la presencia de sirenas. La leche de estas criaturas permitía, según el mito, un crecimiento rápido de antiguos héroes; en este caso, podría verse como el crecimiento de Owen y, tal vez, también el de un claro exponente de la narrativa norteamericana.
Titulo: Mujeres
Autor: John Updike
Traducción: Catalina Martínez Muñóz
Editorial: Tusquets
325 páginas