La narradora brasileña se presentó en Buenos Aires como una de las invitadas internacionales del último FILBA luego de que ediciones Edhasa diera a conocer sus dos primeras novelas para adultos, la maravillosa saga familiar Los Malaquias y la novela onírico distópica Las minituras.

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¿Cómo comienza tu carrera literaria y cómo ves su continuación luego de estas dos novelas para adultos?

Todo va pasando, los libros van apareciendo en mi cabeza. Escribo día tras día.
Los libros infantiles comienzan con un idea y rápidamente toman su forma, no podrían ser otra cosa. Por otro lado, mi primera novela para adultos, Los Malaquias, es la historia de mi familia.
La primera escena ocurrió, un rayo cocinó a mis bisabuelos, es un dato de la realidad. Se trata de una novela en la que me propuse partir de esa historia, de naturaleza salvaje e irreversible. El libro pedía este registro de realismo mágico, necesitaba de este tratamiento.
En el caso de Las miniaturas, después de haber terminado la carrera de filosofía en la USP, estaba muy influenciada por los filósofos de la fenomenología y también por Artemidoro de Daldis, un griego del siglo II que escribió un libro llamado La interpretación de los sueños que, según dicen, Freud habría leído anteriormente a la redacción de su trabajo, tal vez ese fuera el disparador.
Volviendo a tu pregunta que era cómo veo mi carrera literaria a futuro, no veo un plan, una dirección, pero sí se que mi energía va a las novelas. Desde Los Malaquias siento que escribir novelas es la cosa más interesante para mí, porque logro una vivencia profunda con la literatura, ya que convivo con la novela entre dos y siete años. Ya sean nouvelles, me quedó mucho tiempo trabajando en las historias. Con los cuentos no tengo esa relación casi familiar de constituir durante años una presencia en mí, con los mismos temas, los mismos personajes. Más que plan tengo un deseo: continuar escribiendo mis novelas para vivirlas.

Me interesa mucho el cambio de registro entre Los Malaquias y Las miniaturas, ¿cómo manejaste eso porque parecen de dos escritoras diferentes?

Creo que tal vez eso sea un problema porque se piensa en un autor de una manera, a partir de una estética narrativa, una forma de escribir. Pero en mi caso cada libro me incita a ser fiel al camino que el libro me pide. Le di la espalda a Los Malaquias para escribir de cero Las miniaturas. Ahora escribo un libro en el que me gustaría profundizar en un naturalismo extremo. El realismo para mí es una cosa difícil de realizar, ahora estoy escribiendo, con mucho trabajo, un libro con un lenguaje que tiende a la neutralidad, para que la trama aparezca.

¿Esta nueva novela está ambientado en algún periodo histórico?

Es en el tiempo actual, y cuenta la historia de un brasileño joven que se involucra en la comunidad china de San Pablo, con la practica de Kung Fu. Es una aventura para él, porque dentro del Kung Fu hay muchas promesas. Es la vida de un joven que es de clase social baja, que padece muchas necesidades. El nombre de este personaje es Javier, hijo de un chileno que retorna a su país dejándolo solo con la madre, quien sin ser enfermera consigue un trabajo para cuidar ancianos, en realidad como cocinera en un geriátrico, pero aprende a tomar la presión, a usar un termómetro… Es una señora muy cuidadosa, entonces la hija de uno de los internos le pide que vaya a su casa para cuidar a su madre fuera de ese lugar. Es un trabajo informal, sin título ni nada. Informal como es casi todo en Brasil.

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Te preguntaba en qué periodo histórico estaba ambientada porque hay algo atemporal en tus novelas. En Los Malaquias empieza como en un no lugar, no tiempo, y de repente aparece la luz eléctrica, el tren y es como que se va insertando más en la historia de Brasil. En Las Miniaturas es al revés, parece que sucediese hoy, pero al mismo tiempo tienen un ingrediente distópico que podría ser futurista. ¿Cómo manejaste la temporalidad en las dos narraciones?

Hoy estoy haciendo una investigación para escribir mi nuevo libro, antes nunca lo había hecho. Nunca había pensando en ambientar, en ubicar la historia en una línea de tiempo. Más bien me ocupé del tiempo interno de cada personaje. En el caso de Los Malaquias me importó el tiempo que las decisiones de los personajes llevan en ser tomadas, en Las Miniaturas el tiempo interno de los oniros, un tiempo burocratizado y el tiempo también que lleva a cada sugestión por medio de esas miniaturas para cada persona que recibe la sugestión, que no son banales.

 

Uno de los elementos de Los Malaquias es el de la mágia, que va más allá de la estética narrativa. La novela plantea un credo en un tipo de magia y en una mitología muy particular ¿Basaste algún aspecto de esa cosmovisión mágica en alguna creencia de tu pueblo?

En el caso de Los Malaquias, habitan en un pueblo del interior de Mina Gerais, un pueblo sin ninguna ayuda estatal, todos tenían que ser autosuficientes y esto acarrea muchas supersticiones porque, por ejemplo, una dolencia simple que le ocurre a alguien, a un hijo, hay rezos, ungüentos, cosas relacionadas con la magia natural para cuidarlos… eso necesita una fe en lo imponderable.

Pero es una fe que incluso arrastra a las monjas católicas que aparecen en la novela. Son creéncias que están por encima de la religión.

Las monjas podrían ser cualquier persona, para el pueblo, la conexión con lo mágico no está en estas monjas francesas. La influencia católica, para estas personas, no es tan grande como a ellas gustarían que fuera. Yo tengo una experiencia con religiones muy interesante. Por ejemplo, trabajé en un templo espiritista durante cinco años. No digo que soy espiritista porque aún trabajando en el centro y cuidando de los fenómenos espiritistas, muchas veces pensaba: ¿qué estoy haciendo acá?

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¿Creés en el otro plano?

Creo en organizaciones. Hay algo organizado, más que ser una persona. Tuve una experiencia inexplicable, no hay cómo decirlo en palabras, de una presencia que pude experimentar. Después de esta experiencia comencé a estudiar filosofía. En un primer momento, la filosofía barrió con todo eso. Existe un iluminismo filosófico que me dejó muy satisfecha. Después, cuando empecé a estudiar fenomenología, aún en la filosofía de Sartre, vi que aunque la esencia venga después de la existencia -esto pasa en Los Malaquias, la desintegración del cuerpo y la muerte-, el sentido se da después de que se sucede su manifestación física en el mundo, en este plano, no antes. Y no deja de ser mágico por eso, no mata el misterio.

En Los Malaquias aparece este pueblo, en donde la imagen de la paternidad aparece diluida en toda la comunidad. Los huérfanos son adoptados automáticamente por algún terrateniente, lo mismo sucede con los niños abandonados por la madre en el tren, cuando otra pasajera los acoge… Siempre hay alguien que se hace cargo.
En un principio -leyéndolo desde mi subjetividad-, cuando Geraldo se queda con Nico pareciera que se lo queda como una suerte de esclavo y, más allá de que haya momentos donde él se queda con un dinero, de todas maneras aparece un reconocimiento filial, como si fuese uno de sus hijos. Le devuelve la casa, lo deja casarse, aparece la figura del sueldo. Hay algo ahí que me llama la atención. Esta paternidad comunal.

Ahora que lo mencionás, creo que es uno de mis temas recurrentes. En Las Miniaturas la paternidad aparece por medio del padre que no esta presente -el libro que estoy escribiendo ahora también tiene a un padre ausente-. La paternidad tal vez aparezca más ligada con la autoridad, con todas las autoridades: biológica, de la naturaleza -cuando rayo cae sobre el cuerpo de mis abuelos-, la autoridad invisible que lidera a una sociedad que no sabe dónde ver a esa autoridad. En el caso de Los Malaquias hay un estanciero que domina el pueblo con su poder. De alguna manera, Nico comienza a darse cuenta de que él también tiene alguna autoridad con respecto a su familia y toma la decisión: voy a buscar a mi hermana.

Lo interesante es que la autoridad es una autoridad bastante piadosa. La figura de los terratenientes tal vez sea un poco más dura en nuestro país.

Pienso que esto viene con que mi abuelo Nico fuese cuidado por una autoridad de la zona y, aunque haya trabajado como esclavo, él tenía un enorme agradecimiento hacia esa persona. Tenía un cariño hacia él inexplicable quizás, pero también al mismo tiempo estaba huérfano y necesitaba de algo, aunque ese
algo fuese violento. Había una ternura en esa violencia. Un síndrome de Estocolmo en cierta manera.

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Pasando a Las Miniaturas. Hay algo en ese libro que me resulta interesante que es la dosificación de los sueños por parte del Estado.

Totalmente. Una burocratización de todas las instancias del inconsciente, de los sueños. Es muy banal todo. Cuando se piensa en un sueño como algo libre, en este libro aparecen como cosas controladas, banales, casi sin importancia.

¿Cómo nace en vos la idea de la novela?

Después de leer Artemidoro de Daldis. En su libro hablaba de un método sobre su trabajo de interpretar sueños para defenderse de los opositores. Era una cosa bien tonta, pragmática, banal, y también burocratizada, la manera en que el lidiaba con los sueños humanos, no con una cosa que va a predecir qué va a pasar en el futuro. Los veía como algo que contenía mensajes, pero para reyes o personas muy especiales que están en lugares muy distintos de la vida respecto a nosotros, para la gente común era algo de orden fisiológico. Y me impresionó mucho está forma de ver a los sueños. Si el iba a hablar con una mujer embarazada que sueña con un café, es una cosa. Si es un viejo que no tiene hijos sueño con un café, es otra cosa. Por eso la propia vida de la persona cambia el significado de los sueños.

En un momento de la novela se dice que el Estado sabe que una persona que no sueña o que sueña menos de «x» tiempo, «x» cantidad, deja de ser funcional, entonces van dosificando. Me interesa esa dosificación estatal de los sueños.

Hay muchas reglas a seguir dentro del edificio y una de ellas es que cada oniro no puede atender a una mamá y a su hijo porque las cosas pueden complicarse. En la novela, esto causa un colapso en el edificio. Cada vez que un oniro rompe las reglas son rebajados de puestos, pierden el estatus.

Más allá de la ficción, cómo considerás los sueños. Tanto el pensamiento mágico de Los Malaquias como el mundo onírico, ¿cuál es tu versión personal de la interioridad del ser o del elemento sobrenatural?

Mi pregunta es esa: qué es lo sobrenatural. Porque Las Malaquias comienza con la naturaleza en su fuerza, ¿qué es esta fuerza sobre la que no tenemos ningún control? ¿Quién es está fuerza? ¿Qué es este instinto de misterio? Un deseo fuerte de que por detrás de este cielo haya una sensación constante, de que haya una correspondencia entre lo que yo presiento que existe y que solo ya por ser es parte de este misterio. El hecho de que yo tenga esa sensación es una prueba de que hay una suerte de misterio y me parece fascinante. Aunque la ciencia, la filosofía, trate de ordenar esto, de regalártelo todo listo, la ficción ayuda a explicar el funcionamiento del mundo y de los sueños. Ahora estoy leyendo a Freud y lo leo como ficción. Una ficción maravillosa. Creo que la literatura sirve mucho para esto, porque hace una investigación, desde luego trabaja con lo que la ciencia y la filosofía rechazan. La ficción tiene la libertad de ir más lejos que la investigación, tanto si hay o no un misterio. Yo veo la filosofía como una ficción.

¿La ficción es una consolación o es subversiva?

Es un ensayo. Creo que, de alguna manera es subversiva también, porque ella recoge lo que el establishment rechaza. La literatura recorre estos temas. Estuve dando muchos talleres literarios en oficinas y es impresionante cómo lo escrito mucho antes de tener un valor literario, antes de ser un libro, antes de que siquiera sea leído por alguien, es un ejercicio de libertad. No todos pueden sentirlo. No necesitas ser un escritor para sentir esto, una persona que nunca escribió, empieza a hacerlo y comienza a ver un mundo, que es maravilloso. Salió una investigación que dice que la escritura expresiva que habla sobre un trauma aumenta la inmunidad, cicatriza los cortes, las heridas, solo por el hecho de haberse expresado. Yo pienso que esto se da porque uno empieza conocer lo que piensa cuando se pone a escribir. Por eso la literatura tiene una comunicación muy eficaz sobre un mundo humano. Es una forma libre, efectiva y sublime. Efectiva porque comunica.

Sobre El Autor

Damián Blas Vives es actualmente es Director de Gestión y Políticas Culturales de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Entre 2016 y 2020 coordinó el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq de dicha institución y antes fue Coordinador del Programa de Literatura y editor de la revista literaria Abanico. Dirigió durante una década el taller de Literatura japonesa de la Biblioteca Nacional, que ahora continúa de manera privada. En 2006 fundó Seda, revista de estudios asiáticos y en 2007 Evaristo Cultural. Coordina el Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y Rastros, el Observatorio Hispanoamericano de Literatura Negra y Criminal. Ideó e impulsó el Encuentro Nacional de Escritura en Cárcel, co-coordinándolo en sus dos primeros años, 2014 y 2015. Fue miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai. Incursionó en radio, dramaturgia y colaboró en publicaciones tales como Complejidad, Tokonoma, Lea y LeMonde diplomatique. En 2015 funda el sello Evaristo Editorial y es uno de sus editores.

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