Desde El arte de amar, de Ovidio, hasta Amistad amorosa, de Stendhal, pasando por las célebres tristezas del joven Wether y los patéticos afanes del profesor Humbert Humbert para retener a su joven nínfula, pareciera que del amor se ha escrito casi todo, menos aquello que cada uno tiene para escribir respecto a su propia e intransferible y aún no escrita historia de amor. De lo cual se puede inferir, paradójicamente, que casi nada se ha escrito sobre el amor.
Otoño pone en escena a una sobrina (Lorena Cammar) realizando su ritual visita al geriátrico para ver a su tía (Dora Sajevicas) y el largo diálogo que se desarrolla entre ambas: una guirnalda que se trenza morosamente alrededor de un motivo central: el amor. O, para decirlo más ajustadamente, la confluencia entre la amplia experiencia de una tía liberal y desprejuiciada y una sobrina que está atravesando un páramo sentimental. La aparente promiscuidad de la tía es sólo eso: aparente, se ha enamorado profunda y genuinamente una sola vez, y ese amor se reveló como imposible. El páramo sentimental de la sobrina se va a clausurar hacia el final de la trama, merced a un golpe de efecto cuya efectividad, precisamente, es inequívoca y se la puede ponderar como uno de los hallazgos del texto.
Es una puesta sencilla, pero dotada de una notable agilidad, que si, por un lado, transcurre en un geriátrico, se apoya fundamentalmente en el discurso de la tía que resulta ser un canto a la vida.
La tía, una mujer transgresora, culta, que ha viajado por el mundo y ha vivido con mucha libertad historias amorosas confesará a su sobrina que ha tenido un gran amor en la vida, nunca correspondido. Paradojas que van llevando la trama en progresión ascendente y logran que el espectador se mantenga interesado en el intercambio de estas dos mujeres. Una, que parece que comienza a descubrir el amor. Y la otra a la vuelta del camino, pero que no ha perdido el interés por la vida y por seguir disfrutando cada momento.
Pero en este diálogo intergeneracional, ingenioso y punzante aquello que se pone en juego es el concepto vertebrante de la obra: amar, amar verdaderamente, es un gesto heroico, trascenderse hacia el otro, perderse para encontrarse es el gesto sublime por excelencia del sujeto humano. O, para decirlo en palabras del maestro Alfredo Le Pera, Otoño pone es escena, de manera inmejorable, “el valor que representa / el coraje de querer”.
Párrafo aparte merecen la belleza del texto, las apostillas de humor y las performances de Dora Sajevicas y Lorena Cammar: sostienen por espacio de una hora todo el peso de la obra con actuaciones dignas de todo elogio: cantan, se quiebran, se regocijan y reflexionan a favor de una interpretación sin fisuras.
OTOÑO
Autor y Director: Marcelo Ruiz
Puesta en escena: Laura Nevole
Intérpretes: Dora Sajevicas y Lorena Cammar
Teatro Korinthio – Mario Bravo 437
Funciones: todos los domingos a las 20.00 horas