¿Cómo entrevistar a un escritor tan versátil como Christian Kupchik? Difícil la respuesta. Frente a nosotros, del otro lado de la mesa, quien nos responde es un hombre imposible de encasillar en un género. Porque Christian es ante todo un viajero del territorio y de la palabra. Conoce geografías tan dispares como lejanas, de la misma manera que su pluma ha abordado todos los géneros: la poesía, la traducción, la ficción narrativa y el complejo arte de la entrevista. En Todos estos años de gente, libro que acaba de salir de la mano de la Editorial Modesto Rimba y que se presentará el viernes en el Centro Político Cultura El hormiguero, hace gala de todos esos recursos.
Como escritor de ficción, Kupchik sabe que parte del secreto del narrador reside en atraer a un lector hipotético. A la inversa, el periodista busca llegar a su entrevistado. Pero en ese intento, este profesional con aire de viajes por el mundo y relatos nómades, eligió traspasar el misterio de los escritores a los que entrevistó y a los que solo llegamos a imaginarnos por sus plumas, uniendo esos dos recursos. Las entrevistas de Christian atrapan al que las lee y seguramente al entrevistado.
Homenajeando a Spinetta, Kupchik nos canta Todos Estos Años de Gente en los que se consagró con su oficio de periodista cultural y que hoy traduce en anécdotas inolvidables. Relata con detalle de narrador, las charlas que mantuvo con grandes mujeres y hombres de la literatura del siglo que pasó, y en las que también fue escribiendo la propia. Nombres emblemáticos de las letras del siglo XX como John Updike, Joyce Carol Oates, Antonio Lobo Antunes, Nélida Piñón, John Banville, Antjie Krog, Susan Sontag, Jorge Luis Borges, entre otros, conversan con Christian Kupchik, con ellos mismos y con nosotros hermanados en las páginas de este libro imperdible.
Además de preguntarme por qué elegiste la canción del Flaco para titular tu libro, me surge ¿Cuánto tiempo te llevó Todos estos Años?
El Flaco para mí es un referente. Pero por lo temporal. Yo me fui en el año 77 de Argentina. Me tocó el servicio militar durante el golpe. Fue un poco duro para un chico, lo hice y no lo terminé. O terminó mal. A mí me gustaba la psicología. Leí a Freud y quedé deslumbrado. Pero me gustaba escribir, y a él lo leía como un cuento de aventuras. Si bien había participado de algunas experiencias periodísticas no me veía como periodista ni mucho menos. En una especie de exilio, viajé por Europa. Digamos que por interés propio, pero también corrido por el hambre y la sed de aventura. Lo que sí estaba claro en esa época era que no podía volver acá. Recién en el 82, un amigo me convocó para ir a un festival de literatura latinoamericana en Berlín. Ahí arranca la historia oficial. Yo lo tomo como mi bautismo de fuego en el periodismo cultural, donde me topé con aquellos grandes que yo admiraba, por primera vez y todos juntos. Ya llevo 35 años en esto y más de 500 entrevistas a músicos, escritores, cineastas, gente de cultura.
¿Y cómo es el oficio de entrevistar escritores?
En general a los escritores no les gusta hablar o les gusta hablar de acuerdo a sus propias reglas. Pero, esa clasificación es muy arbitraria. En la experiencia que llevo creo que logré una definición más amplia. Podríamos decir que hay escritores monosilábicos, que te contestan todo si o no, una cosa a la vez. Los escritores casete que te van a contestar siempre lo mismo, y los locuaces que te van a contestar siempre algo distinto y nunca nada va a tener que ver con lo anterior. Pero también hay combinaciones, por ejemplo Borges era un casetero locuaz, tan brillante que te decía siempre lo mismo pero de formas diferentes.
¿Y cuál es el secreto para enfrentarse a aquellos que te conquistan con sus ficciones, con su manejo del lenguaje?
En las escuelas de periodismo se dan condiciones ideales para que el entrevistado se sienta cómodo. Pero eso es como el juego de la seducción ¿quién sabe cómo hay que seducir? Hay un primer dato y es que la persona que vas a entrevistar entienda que te interesa lo que tiene para decir y que conocés su obra. En el caso del escritor eso fundamental. A mí quien más me enseño fue un hombre que no mide más de un metro y medio, y a quien conocí en la Polinia. Era una especie de chaman, al que le dije que estaba fascinado por el peso que tenía el silencio en ese pueblo. El silencio es un recurso natural, pero ese silencio era particular. Este señor me miró sorprendido y me contestó: yo ya no lo escucho. Porque el silencio me habla de otras cosas. Y detrás de cada escritor, de sus monosílabos monocordes hay silencios. Hay algo que esconden y ellos no quieren decir. La idea es tratar de llegar a ese lugar de sombra de la que ellos no quieren hablar.
Incluís una descripción narrativa de estos encuentros que te hacen poner en ese rol de entrevistador. ¿Cuál fue uno de los más difíciles para vos? `
Y por ejemplo cuando entreviste a Tobías Wollf. En el libro, relato que las condiciones no eran las mejores. La prensa de él me avisó que había perdido su vuelo y estaría llegando tarde. Íbamos hablando a cada hora. Cuando llegó con la mujer lo llevaron a un hotel de Palermo. Era un día de verano, no había luz, no había agua. No se podía bañar. Tobías es un ex Marín de un metro noventa que estuvo en Vietnam. Yo me dije: este tipo me va a acuchillar. Al principio le pregunté por las dificultades del viaje. Pero enseguida lo llevé a otro lado. Él vivió mucho en el sur de los Estados Unidos. Hablando de Florida, lo llevé a su infancia. Eso en general, los libera del entorno, se ven a sí mismos de pequeños. Se corren de su rol de escritor. Tiene una historia muy difícil, una muy mala relación con el padre. Con su bibliografía se filmó también una película `This Boy’s Life`. Ahí me contó una anécdota, resulta que había ido a un pueblo en Alabama, con el padre que era ingeniero de aviones. Un día lo acompaña a arreglar unos, que estaban rotos en espacios muy chiquitos, la parte de la trompa del avión por ejemplo. Los obreros de esta planta hicieron huelga porque se enteraron que su padre iba a cobrar un sueldo más alto que ellos. Para evitar eso, luego de ver el cartel de un circo, llamaron a unos enanos para que fueran a ver esos aviones. Ahí nos empezamos a reír juntos, se soltó y después la entrevista comenzó a circular por otros carriles.
¿Y qué similitudes encontraste entre todos ellos?
Fue muy difícil clasificar el material. Hablando con Flavia Pantinelli, Mauro Lo Coco y Adriana Romano, quienes me incentivaron a publicar en la editorial Modesto Rimba, tuvimos que armar tres listas: entrevistas a escritores argentinos, a latinoamericanos, y a no hispanoparlantes. Decidimos comenzar con publicar este último. Creo que en este caso todos tenían una cuestión social que los traspasaba. Casi todos se enmarcan en la segunda mitad del siglo XX, fueron importantes para el compromiso político, la liberación sexual de ese momento. La función del escritor pasaba por ahí, la generación del 60. Hay mucha diversidad en términos culturales, y cada uno es referente en su territorio.
Partiendo de la base del compromiso político y social, que tiene ese rol de escritor o periodista. ¿Cómo ves este contexto cultural actual en el país y en el oficio?
Con una tristeza muy grande lo veo. Poniéndome en la cabeza de un marciano, que si aterriza y ve todo lo que pasa es terrible. Los países que más he vivido son Suecia quince años, y en Uruguay cinco. No tienen nada que ver entre sí. Sin embargo con cierta distancia, me di cuenta de que algo los unía. En los dos había una conciencia del colectivo, del nosotros. Aquí es bastante difícil. Toda la campaña de este gobierno se basa en una exaltación del Yo. En todo estas Vos, no se habla de ciudadanos, ni de pueblo. Hay una apelación, por ejemplo en el timbreo “te timbreo a vos”. Hay una apelación muy fuerte al individuo y no es casual. Guste o no, eso está muy presente en nuestra sociedad. Hay un componente individualista, somos una sumatoria de individualidades, y así estamos.
Para terminar, a Le Clézio escritor francés y premio Nobel de la literatura le preguntaste: ¿sos un viajero qué escribe o un escritor que viaja? Yo te pregunto lo mismo a vos después de leer tu libro y conocerte.
Es buena la pregunta, pero Le Clézio viaja de verdad. Yo soy un viajero que escribe. Incluso me asumo así aunque no viaje. Creo que la literatura es un modo viaje. De chico mis escritores favoritos eran viajeros. Mis cuatro abuelos provienen de cuatro países distintos, yo me fui de Argentina y estaba por nacer mi primer hijo que es de origen sueco. Y también crecí en una cultura judía por vía materna; donde la cuestión nómada y la diáspora están muy presentes. Empecé a escribir y a leer a partir de esa experiencia.