Primero la mirada, después la acción.
María Fasce, la autora de Un hombre bueno, sube a la torre para mirar mejor qué es lo que pasa a su alrededor, a nuestro alrededor; una visión del mundo. Un mundo que ella nos lo cuenta con precisas descripciones de ciudades y calles, de paisajes, de gente de todas las edades, aun de las más frágiles.
Temperaturas y olores. Olor a cebolla, a ajo, a abono, a vainilla, a eucaliptos…
Captura a sus personajes observando un extenso lazo social; los abraza, los encamina y, después, los deja en movimiento; solos, libres, como todos nosotros, con las respuestas aprendidas.
Desnuda, en ellos, rasgos de la personalidad y descubre sus ideas, sus identidades, sus pertenencias.
María Fasce nos muestra diversas imágenes, muchas de ellas percibidas con aflicción.
En su libro, el lenguaje es la base de una trama encadenada y, el detalle, un pilar de la creación.
Una prosa hiperpresente y con relieve, que se muestra fiel a toda realidad, infinita, mediante catorce pliegues de ficción que despiertan algunas sospechas de verdad al revelar ciertos secretos, propios y ajenos, que bien pueden sorprender al lector desprevenido, en otro encuentro posible.
Una constelación de sentimientos, de ilusiones, de deseos postergados y nostalgia. Miedos, culpas y rencores. El amor explorado, a veces, como un territorio en permanente tensión. Y un paradigma dominante; el que nos habla de unidades que pueden reemplazar a otras, en un mismo contexto, dado que cumplen idéntica función.
Una comprensión de las esencias y de las marcas de esta época, traducidas en reflejos que viajan de la mano que escribe estas historias breves, haciendo gala de su singularidad.
Podríamos iniciar esta entrevista hablando acerca de la estructura de este libro, de cómo lo armaste y de la decisión de comenzarlo con Un hombre bueno, el título que también elegiste para todo el libro. ¿Puede ser?
Es un cuento muy especial, que tiene un desarrollo distinto del resto, y un tempo también distinto: casi más cercano a la nouvelle que al cuento. Quería que ese cuento tuviera el ritmo de un viaje. Me gusta, de algún modo siento que me representa y que “Un hombre bueno” resume bien todo el tono y las historias del libro. Buscamos “un hombre bueno”, y huimos de él, También es un homenaje oculto a Flannery o’ Connor y su relato “Un hombre bueno es difícil de encontrar”
En Aprendizaje, uno de los temas sería la soledad que, por una parte, podemos percibir como aislamiento y, por otra, puede presentarse como auspiciando la posibilidad del encuentro íntimo. Aquí, la mujer (42) se expone ante la fragilidad del deseo; el hombre (36) con su obsesión por correr, por mejorar su rendimiento en una carrera contra el tiempo. Y dice: “Yo busco el amor de mi vida. Pero todavía no lo he encontrado.”
Como todas las historias: un hecho real, un detalle que vi u oí, dispara la imaginación para completar la historia. Todos mis relatos nacen de un “¿Y qué pasaría si?”. Me gusta escribir también de lo que conozco, y el mundo del tango, con sus zapatos y sus personajes me es un mundo conocido.
En La Torre, la belleza adquiere un especial protagonismo, aun frente a la muerte de Viviana, esa joven madre que había guardado aquel paisaje en el alma. Imprimirle belleza a los relatos, partiendo de escenas cinematográficas y ofreciendo fotografías artísticas, desde las palabras, me obligan a preguntarte si alguna vez se despertó en vos un particular interés por estas artes.
En un momento quise ser directora de cine (siempre me fascinó el cine y hasta fui crítica cinematográfica), hasta que entendí, como García Márquez, que la literatura te ofrecía mil posibilidades más. Como diría Ray Loriga para describir la diferencia entre escribir para cine y escribir ficción: en el primer caso, te dejarán poner tres caballos, en el segundo, puede suponer un millón.
Pero sí me preocupo por que el lector vea lo que cuento. Por no explicar sino mostrar. En realidad no es influencia del cine sino de la literatura norteamericana que amo: Hemingway, Carver, Lucia Berlin.
En Nieves, como en tantos otros relatos, pasamos revista a diferentes ciudades que, imagino, en algún momento visitaste, conociste. De ser así, me gustaría ensayar algunas comparaciones con Buenos Aires, ¿puede ser?
Me llevaría mucho tiempo describir la diferencia de Buenos Aires con otras ciudades. Pero hay cosas únicas en Buenos Aires: el cielo, el olor de las veredas, la gente que canta o sonríe por la calle. El humor.
En Miedo a la oscuridad, surge una pregunta: “…por qué morimos o más bien por que todo se muere. Por qué todos los amores se diluyen, roídos por el hastío, el tiempo, la distancia. Todos los amores menos el amor a los hijos”. Con tu respuesta, si es que la tenés, cerramos la entrevista. De lo contrario, te pido que nos hables de Felipe.
Esa frase resume uno de los grandes misterios de la vida. No podría decirte nada más porque escribo libros para descubrirlo: no tengo respuesta ni explicación. Felipe es un niño, con sus miedos y sus creencias, que no son muy distintas de los miedos y las creencias de los adultos. Creo que el cuento, que es triste y está escrito un poco como un diario, resume una idea: todos nuestros miedos nacen de ese miedo a la oscuridad que tenemos de niños.