Philip Lecoq no es un detective común, es un detective cordobés. Esta aclaración apunta a que no estamos en presencia de un investigador clásico, sino de un marginal de tinte pobre que se mueve entre la gente del barrio despojado de la caparazón del sabio y mucho menos de la fórmula ganadora del consagrado. Gracias a que su creador lo muestra como “uno más de la pandilla” y lo decora con ese humor particular de los cordobeses, Philip Lecoq -Felipe Gallo para los conocidos-, nunca se olvida de su pasado delincuente que cambió gracias al amor de su compañera, la Yési -Yésica Gómez-, una ex-prostituta adolescente que se consagra a Lecoq y lo bendice para que resuelve problemas que se entrecruzan con los dilemas cotidianos lejanos a esos que transcurren en mansiones donde siempre el sospechoso es el mayordomo. El lector se encontrará con un detective que asume su rol después de abandonar una vida precaria porque “como no tenía trabajo me dediqué a robar”. La marginalidad y el delito están presente sabiendo Lecoq que nada en esas aguas turbias y lo hace siempre con la capacidad de ser un reo, un muchacho hecho en la calle, un caradura confeso.
Esta saga que Fernando López inició con Falsa rubia con tacones (2012), protagonizada por un personaje utópico que gracias a la publicidad de una revista de cómics encontrada en un tacho de basura, ilusiona a Felipe parecerse a un detective importante; ya lleva 5 episodios de los 10 que programa Fernando López. Ahora entramos al casillero número seis y nos encontramos con La ciudad de los desechos y con una sorpresa; el sólo pensar en saga, supone que uno debe seguir paso a paso el recorrido de los anteriores libros para saber cómo sigue la historia. Incorrecto. Este texto es independiente de los otros y puede leerse sin recurrir a los publicados. Pero como buen armador de la historia, López nos trampea y uno cae en la cuenta que sería aconsejable consultar las anteriores entregas para no perder nada sobre las travesuras de Philip Lecoq. La otra salvedad que viene a cuento es que todo este entramado -la serie de andanzas del detective-, recuerda a las tribulaciones de Isidro Parodi, el personaje creado por Borges y Bioy Casares a través del escritor ficticio Honorio Bustos Domecq, quien desde la penitenciaria “resolvía” problemas con total desparpajo. Parodi era un cuarentón de cabeza afeitada, barbero de profesión, que había sido acusado injustamente de un crimen no cometido y que pasa encerrado en la celda 273 de la Penitenciaria Nacional 21 años, escuchando relatos de sus visitantes a lo que les da solución, mientras matea con su jarrito metálico de color celeste.
Ahora el detective va tomando prestigio social, su analfabetismo queda sepultado y Felipe Gallo levanta con orgullo el título del secundario terminado en la nocturna. Ahora hasta puede desprenderse de su escritor fantasma para narrar sus historias, porque ha crecido y ya el camino tiene menos piedras. Ahora Philip Lecoq se atreve a perseguir a un violador por pedido de la Lore, una víctima del depravado y quien lo endulza con una buena torta de dinero y del placer sexual de su cuerpo. Al fin y al cabo Felipe es un ser humano y los códigos de la fidelidad lo tiene confundido.
– Lo siento, Lore. Además la Yési…
– La Yési te tiene zumbando, ya lo sé. Sos un cagón, no te animás a enfrentarla.
Me dolió más la nariz fracturada cuando dijo eso.
Pensá lo que quieras yo te ayudé hasta donde pude.
-¿Me vas a abandonar ahora?
Uno espera que el detective sea recio, duro, gélido; pero Felipe Gallo es un tierno carente de afecto. Sin embargo al momento de actuar contra el violador serial que suma entre sus víctimas a la Lore (24 años, infartante, 4×4 metalizada, ojos de gata caliente), nada lo detiene y patea el hormiguero del poder pisando las cabezas de policías, políticos y gente de clase.
Hay que ser muy “detective” para frenar a una perra como Lore y Felipe aguanta.
-¿Vas a venir?
-No sé. Me gustaría.
-Te espero- anotó la dirección de su departamento en una libreta, arrancó la hoja y luego de un breve silencio agregó-: Tengo muchas ganas de darte una paliza.
Valiente Philip pero humano, desafiando la tempestad se hace el burro pero la Lore es un huracán tropical y la Yési no es ninguna idiota. Cuando ya Lecoq se decide a aceptar el trabajo -en verdad la que decide es la Yési-, nos enfrentamos con esta determinación.
-Andá, no perdái el laburo. Pero primero te echái un polvo conmigo y cuando volvái te echái otro, sino te vai a tené que aguantá que io tenga un macho de repuesto.
Así la historia se va anudando entre esta disputa y un relato por momentos desgarrador que involucra el ataque de mujeres, su condición femenina (la menstruación), la sangre como elemento de violencia, peleas de bandas barriales, la frase que resuena en la voz de Lore: “Todas las mujeres son putas cuando no las ven sus maridos” y la vieja historia de ampliar la red cloacal de la ciudad, trasladar el basural y el saneamiento del río Suquía.
Fernando López se aprovecha de Philip Lecoq para poner sobre la mesa una serie de verdades sociales que son la muestra de esta ciudad de los desechos.
Con un final que habla de continuidad, el escenario de una Córdoba capital llena de flaquezas y un detective que sabe más a matoncito de barrio, La ciudad de los desechos nos llama a la reflexión ante un momento social que huele a fracaso.
Titulo:La ciudad de los desechos
Autor: Fernando López
Editorial: Raíz de dos
220 páginas