En el invierno de 1957, el cura Tom Lawless -Tom sin ley– aparece asesinado y castrado en la biblioteca de la mansión Ballyglass House de la -disfuncional- familia Osborne. En esas circunstancias se hace presente la nueva creación de Benjamín Black: el Inspector Strafford, quien empezara a repasar el árbol genealógico de la familia buscando separar testigos de sospechosos. Más que ejercer justicia, lo que deberá hacer, por las órdenes de arriba, es evitar el escándalo público.
Veamos el universo donde sucede la acción: una suerte de misterio de cuarto cerrado. Una familia donde todos quieren guardar las apariencias: el coronel Osborne, héroe de guerra con varias medallas oxidadas ya; su segunda mujer, joven y adicta a los estupefacientes, y que cuando no está tirando los perros está hablando incoherencias; la hija, una suerte de ninfómana; el hijo, rebelde. Un inspector, que acá para contrarrestar el lugar común es abstemio.
Jackpot.
Todos los clichés de una novela de misterio de los años treinta.
Un homenaje, quizás. De hecho, no faltan menciones a Poirot, Agatha Christie y diferentes menciones a la etapa de oro de la novela policial de enigma.
A ver. Partir de un cliché no está mal. Para nada. Se usan porque funcionan. Es mejor partir de un cliché y construir desde ahí que hacer el camino inverso.
El problema es cuando se queda ahí. Y no solo eso. Está escrita y se comporta como si fuera una novela que bien podría estar -temáticamente- salida de la colección El Séptimo Círculo. Pero pasaron varios años y corrientes, ya corrió demasiada sangre debajo del puente para volver a hacer eso, y con menos esfuerzo, ganas, o talento. Y se sabe que a Black talento no le falta.
Uno podría decir: es una novela que no se preocupa mucho por su protagonista, el arco del mismo, y en vez de ser una obra de personaje, apuesta por la trama -y por su inmensa cantidad de lectores-, pero apenas si hay investigación y el mayor problema del investigador es el frío o verse obligado a beber y traicionar su rechazo al alcohol. Y la prosa rica de Black es reemplazada por un registro plano, sin sobresaltos, donde abundan las explicaciones y las descripciones.
Y respecto a la historia, un cura muerto plantea generalmente una imagen en todos los lectores: lo deben haber matado por … (complete usted mismo)
Reflexión aparte, el problema de los premios es que el lector ocasional puede acercarse al género y decir: me quedé en Chandler, a ver en qué anda la actualidad, y se encuentra con esta novela y dice: vaya, no me perdí nada. Allá voy por ti de nuevo Simenon (o Patrick Quentin o el que sea).
En fin, Pecado se parece a una versión de Clue novelizada y podrá satisfacer a aquellos que busquen una novela “perdida” de la colección El Séptimo Círculo. Eso sí. Una del montón.
Título: Pecado
Autor: Benjamín Black
Editorial: RBA
Traducción: Miguel Temprano García
304 páginas.