Difícil que quien se definiese a sí mismo como “comunista hormonal”, como es el caso del premio Nobel de literatura José Saramago, terminase escribiendo cuentos de hadas; pero más difícil sería alejar al susodicho de la poesía y sus metáforas. Justamente por eso, a pesar de afirmarse en el conpromiso de escribir un cuento de hadas, como narra en la contra cubierta del libro, el propio autor afirma en las primeras líneas del interior: “La historia va de hadas. No es que ellas aparezcan (ni he dicho eso)…” para pasar luego a la pedestre historia de un metafórico lagarto.
Un metafórico lagarto que, desorientado, tuvo la mala suerte de aparecerse, enorme y escamoso, en medio de una no tan metafórica ciudad, causando el espanto de sus no tan metafóricos ciudadanos, tan desacostumbrados como toda la gente bien a los enormes lagartos.
Carentes de simbolismo, los ciudadanos del lugar, ayudados por los medios de comunicación, viran presurosos su temor en represión y violencia, por lo que alertan y movilizan a sus fuerzas de seguridad y control (tampoco afectas a metáforas, simbolismos y demás distorsiones).
El final resulta cantado cuando Bomberos, Fuerzas Armadas y la Aeronáutica se hacen presentes y es entonces cuando el autor hecha mano de las hadas (sin llamar a las mismas, sino al poder transmutatorio de la poesía).
En medio del ataque sincronizado de las fuerzas represivas el lagarto fue trasformado en rosa. Una enorme rosa roja que, ante la vista estupefacta de todos, pronto mutó su color al blanco y sus pétalos en alas y, transformada en paloma levantó su vuelo al cielo.
Y acá aparece nuevamente la voz del narrador…
Una historia así sólo puede acabar en verso:
Callados, muchos recuerdan,
En la prosa de sus casas,
El lagarto que era rosa,
Aquella rosa con alas.
Y aclara…
¿Hay por ahí alguien que me crea? Ya lo decía yo:
esto de las hadas ya no es lo que era.
A veces la diferencia entre la metáfora y el panfleto se mide en tiempo político.
El avance actual de ciertos modelos de desdemocratización que hacen metástasis por todo el mundo le da a la poesía de Saramago la cualidad de urgente. El hecho de que sea este un libro infantil nos enfrenta también a la necesidad de comenzar a reforzar el pensamiento en la enseñanza ciudadana a los más pequeños, antes de la hipertrofia causada por la sobre exposición a los medios.
A Saramago lo acompaña en la parte gráfica, el maestro José Francisco Borges, multipremiado artista plástico especialista en grabado, conocido por los lectores por sus innumerables trabajos con Eduardo Galeano.
Titulo: El Lagarto
Autor: José Saramago
Artista Gráfico: José Francisco Borges
Traducción: Pilar del Río
Editorial. Lumen
26 páginas