Textos y fotografías: Wilfredo Carrizales

 

1

Añorando el pasado, ¿se aprecian los buenos tiempos? De repente, regresa el gozo y choca con la nostalgia y los recuerdos quedan expuestos a los visos de la penumbra.

Un aura de tenue satisfacción flota en el ambiente. La elegancia se entrevé solo cuando es alcanzada por los finos destellos de la paciencia.

 

2

     El tiempo, a veces, rige la efímera delicadeza de lo oportuno. El movimiento se entromete en la atmósfera de las cosas y les da un matiz de apurada perfección.

Inquieta el comienzo del itinerario: la ansiedad puede anticiparse y confundirse con una enfermedad que produce vértigo. El corazón se anticipa a los viajes y se colma de posibilidades y junturas.

 

3

     El anochecer se serena con la ligera llovizna que cae de nubes que bailotean. Las horas avanzan tempranas y el ocaso se aclara para dar paso a un misterio que susurra.

Una red se extiende sobre nuestros pasos y los favorece con relaciones que se prolongan hasta mucho más allá del vértice de la audacia.

 

4

     A la deriva, el viajero pierde el espíritu del desplazamiento. La espontaneidad tiene que atraerlo al curso de su moción. La arquitectura del temor no debe imponerse.

Ante la poderosa experiencia, la fascinación brota con una reverencia que no llega a abrumar los sentidos. La inspiración se sostiene sobre visiones de lucidez.

 

5

     Una fragancia se demora entre las corrientes de aire y multitud de imágenes resuenan encima de los corpúsculos de luz. En la superficie de un agua que se entorna, un insecto ha estado y nunca se ha ido. El perfume de un rostro de mujer vuelve diáfano al espacio.

Hacia adentro, estoy más cercano a mí mismo. Con esta manera de vivir acaso me perdone y lance el odio a un lado.

 

6

     Vivo junto a mi sombra y la estrecho con sentido común. Un río se mueve bajo nuestras texturas y pugna por hacernos olvidar. Bebemos escasamente su agua por el afán de existir.

Diminutas centellas aportan su fuerza y su brillo. De una chispa surge un arcano que deja sus huellas a lo largo de una línea que no es visible.

 

7

     Me introduzco en los detalles de un elemento: hierro de arte o licor de la verdad. Modero la felicidad que resulta, sus altibajos de conocimiento. La mente establece su salud y el sentido de la adecuación.

La fortuna no suele ser generosa, mas el placer abunda por doquier. Una melancolía se abandona cuando llega a tornarse en agobiante peso.

 

8

     Duermo encimado a lo tarde y jaraneo con el alma alejada de lo neutro. Un estado de tormenta procrea visiones y la pesadumbre endurece el despertar. De tierra, ¿la idea tendrá un previsible futuro?

Alguien devuelve el amor en el almacén y prolonga la historia tras una tal jornada. El deseo se vincula a un riesgo imaginable y la naturalidad avanza hacia su final.

 

9

     Ser observado para lo que será, para lo que habrá lugar. El anhelo perseguido y significado. Envejecer en seguida y no percibirlo. Accionar con las espigas ignotas.

Demasiado tiempo dentro del gris no es sana ocupación. Marchitarse al amanecer, con el tremor de los pájaros furtivos. Afuera hay un viento que se enaltece de umbría.

 

10

     En lontananza, un trueno retumba y expresa sus emociones. Muestra fácilmente su perfil que se atraviesa. Nuestros ojos lo escuchan y el sonido enceguece.

Danzar en la usual repetición de la materia. La gracia desemboca entre las piernas y lo medianamente magistral se amolda al ritmo de las siluetas de tiza.

 

11

     Soy caminante de nubes en la soledad de los techos. Los sueños van enlazados, por encima o a los lados. Se permean y embellecen la fealdad: arte sin convenciones.

Andariego -¿nefelibata?- pruebo el caos y su risa negra. Ejecuto mis funciones de memoria y por tanteo y elevo los artefactos que signan la preñez de las encrucijadas.

 

12

     Amo los bosques en la creencia de su pacto con las estrellas y su alianza con los escarabajos que trazan mejoras. De asterismo y oro gano sus hojas del otoño.

Poblado de contornos rozo las bayas y los hongos enriquecidos. Al término musical de la aurora renazco tras los esbozos del vino. ¿Del detrito arrancará un incensario?

 

13

     Laca sobre arco que se dora mientras se rompe. Reparo en el murmullo de la pieza llena de elocuencia muda. Una constelación figura en el mapa de una antigua calleja.

Admirable año con sus maravillas como pelos de caballo. Al sur del mediodía se teje un milagro para los atributos de las cocineras. Las comidas enarbolan su honra.

 

14

     El sol se pasea de norte a sur y los vecinos se encuentran en mitad del callejón. Le pertenece un juego de luz y calor que tiende a solicitar las orillas. Un holgado espacio merece su respectivo espejo para figurar y agrandarse.

De encanto deslumbra la elegancia de la dama que más florea. Se riega la existencia con sus bondades y lo que es superficial es desplazado por el accionar de la escoba.

 

15

     Lo extraño se gesta alrededor de la mesa y allí también se saborea la mezcla de la incertidumbre. Se digieren las situaciones y un hombre desesperado se aproxima a su abismo y admite sus miedos. (¿Sin sal los cubiertos serán más livianos?)

(Quizá en las afueras los cielos se han vuelto grises y una niebla se ha despedido de sus antiguas intrigas. No obstante, nadie sabe si subsiste el frío del invierno o el acoso de las nevadas. Solo hay aproximaciones, intentos, tímidas nutaciones).

16

     Me quito la ropa y no me desnudo. La alegría es opuesta, benefactora de otro alguien. Acullá se entrevé “el lugar de las fresas salvajes”. ¿Ideal sitio para el solaz, con abejas y demás insectos comprometedores? La tristeza puede, de improviso, tensar sus cuerdas.

Los placeres anticipados y la naturaleza pierde su balance. Una nueva vía se adelanta y por ventura arroja semblanzas. Algunas aves tragan su veneno e interpretan lo moderno.

 

17

     Las estaciones oyen lo evocado. Sus sentimientos estallan en multiplicidad de imágenes de otrora. Los aromas se distienden hacia los brazos abiertos y se desploman.

Ella me encontró y tuvo sentido la cosa. La propia mente cambió, también la forma del cabello y el yo que gustaba de la trashumancia y del pan duro con leche.

 

18

     Descanso en la impermanencia del verano y las cigarras comparten su gravedad y su tenencia del mundo. Ellas también son unos bichos y les empujo mi amistad.

El hogar no regresa: se ha fugado. Un lugar más, perdido. Suspiro con la suave respiración de las orugas. Temporalmente desmañado, me presiono los nervios a ver qué se consigue.

 

19

     Cuando sus extremidades se duermen, se despiertan los vahos que agradan al cosmos. Supongo que soy más auténtico que ella, pero sé que estoy (h)errado. ¡Torpe adolescente de sesenta y dos años!

¿Aprenderé, en definitiva, a incursionar en el sirimiri? Si no, regresaré y lo buscaré bajo las frondas, tras las tapias, encima de las techumbres de fantasmas y arañas.

 

20

     Me atasco en el botón de la existencia. Nadie me presta sus ojales. Menos mal que adelante hay un santuario de hojarasca y cálidos terrones. Quiero encender una cerilla, pero está refugiada en lo húmedo. Contemplo el polvo y se anuncia el retardo.

El silencio me corre por la piel. Algo florece en la inexistente ventana. El confidente más cercano es un perico y no puede satisfacer mi demanda.

 

 

Sobre El Autor

Poeta, escritor, sinólogo, fotógrafo, artista visual y traductor. venezolano (Cagua, Aragua, 1951). Residió en Peking, China, donde estudió chino moderno y clásico, así como historia de la cultura china en la Universidad de Peking (1977-1982). De septiembre de 2001 a septiembre de 2008 fue agregado cultural de la Embajada de Venezuela en China. Textos suyos han aparecido en diversos medios de comunicación de Venezuela y China, entre otros países. También ha publicado los poemarios Ideogramas (Maracay, Venezuela, 1992) y Mudanzas, el hábito (Pekín, China, 2003), el libro de cuentos Calma final (Maracay, 1995), los libros de prosa poética Textos de las estaciones (Editorial Letralia, 2003; edición bilingüe español-chino con fotografías, Editorial La Lagartija Erudita; Peking, 2006), Postales (Corporación Cultural Beijing Xingsuo, Pekín, 2004), La casa que me habita (edición ilustrada; Editorial La Lagartija Erudita, Peking, 2004; versión en chino de Chang Shiru, Editorial de las Nacionalidades, 2006; Editorial Letralia, 2006) y Vestigios en la arena (Editorial La Lagartija Erudita, Peking, 2007), el libro de brevedades Desde el Cinabrio (Editorial La Lagartija Erudita, Peking, 2005), la antología digital de poesía y fotografía Intromisiones, radiogramas y telegramas (Editorial Cinosargo, 2008) y cuatro traducciones del chino al castellano, entre las que se cuenta Libro del amor, de Feng Menglong (bid & co. editor, 2008). La edición digital de su libro La casa que me habita recibió el IV Premio Nacional del Libro 2006 para la Región Centro Occidental de Venezuela en la mención “Libros con nuevos soportes” de la categoría C, “Libros, revistas, catálogos, afiches y sitios electrónicos”. Actualmente reside en Venzuela.

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