Se abrió la puerta. El Profesor ingresó al aula y saludó con sus habituales “buenos días” que cayeron en el vacío por nuestra abstracción en las diapositivas que se reflejaban en la plateada pantalla.

Nadie lo oyó ni contestó.

Al tiempo que encendió la luz, gritó un “buenos días” que nos sobresaltó, pero que consiguió nuestra desmañada respuesta,

La magia de las imágenes se opacó despertando un murmullo de desaprobación, ya que sólo una cosa nos era segura; la clase sería mucho menos interesante que la visión de esos intimidantes dinosaurios, dibujados con maestría, que replicaban en nuestra imaginación los míticos dragones de los cuentos de nuestra infancia.

La desazón se dispersó de inmediato cuando el Profesor Dowdale, en su defectuoso castellano, dijo que había preparado la clase sobre el perìodo Mesozoico, desde el triásico al cretácico, en particular sobre zoología de ese momento de nuestro planeta, cuando los dinosaurios lo poblaron.

-En realidad – comentó – lo que importa es que este planeta albergó en ese período una forma de vida que subsistió doscientos millones de años. No sabemos porqué desaparecieron. No fueron ellos los que lo decidieron, pero se extinguieron. Lo interesante es que nuestra especie tiene una existencia comprobada en este mismo habitat de una pequeñísima porción de ese tiempo, sólo tres millones de años.

Después de esta disgresión Mr Dowdale siguió la clase sobre los carriles habituales, y terminó con la proyección de las diapositivas de los dinosaurios, cada una con su minuciosa descripción, pero esas palabras no dejaron de dar vueltas en mi cabeza.

Salimos del aula con Eve y caminamos hacia el Mc Donald’s.

Soplaba apenas una brisa, provocando que los arbustos se mecieran ante su impulso, otorgándole al parque del campus un halo de irrealidad que me envolvió.

-¿Qué haremos después de comer?- preguntó Eve.

Yo, ocupada mi mente con el tema de los dragones, le respondí,

-Sólo hemos cumplido el uno por ciento de vida como especie que la que tuvieron esos bichos. ¿Y nos creemos que somos lo reyes del Universo?

Eve me miró directo a los ojos. Deteniéndose, se puso frente a mí, me tomó la cara entre sus manos y me dio el beso mas tierno que recuerdo hasta hoy. Al separar sus labios, me dijo,

-Si por hoy somos los reyes, reinemos. Para eso estamos aquí.

¿Sería esa la respuesta?

No lo sé, pero no me caben dudas que debió ser esa la noche en que engendramos a Adam.

Sobre El Autor

Roberto Tito Tchechenistky nació en la ciudad de Buenos Aires y cursó su formación universitaria en la Facultad de Ciencias Económicas de la Univ. de Buenos Aires, graduándose como Licenciado en Administración. Se desempeñó en la misma Institución como Profesor Ayudante de la Cátedra de Lógica y Metodología de las Ciencias. Después de integrar distintos Estudios Profesionales de relevancia, se independizó para dedicarse a la consultoría y asesoramiento en organización y equipamiento industrial en la industria de la confección de indumentaria y textiles para el hogar. Comenzó a desarrollar su actividad literaria en el año 1999, dedicándose al relato corto y a la poesía, y también al estudio del lunfardo rioplatense, léxico que ha utilizado para redactar algunas de sus producciones.

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