HACERSE CARGO DEL DEDO EN LA LLAGA
El despliegue de una historia pendular que, oscilando entre el pasado y el presente, va armado un complejo rompecabezas, cuyas piezas se encienden y se apagan al ritmo de los latidos de una herida, aparentemente, mal cicatrizada..
El punto de partida lo encontramos en la comisión de un crimen, el cuádruple asesinato que conmovió a una población acostumbrada a transcurrir sus días sin padecer tanta violencia explícita.
En aquella oportunidad se hace presente, en el lugar de los hechos, una dupla de efectivos de la policía estatal. Se inicia la investigación, se abren las hipótesis, se siguen los rastros, se suman los indicios, se determina la culpabilidad, se “condena” a un sujeto, a Ted Tenembaum. Y se cierra el caso. Allí, se reconoce y celebra la actuación de estos dos jóvenes policías de Nueva York, Jesse Rosenberg y Derek Scott, quienes en un plazo perentorio descubrieron al asesino que le quitó la vida a toda una familia, la del alcalde Joseph Gordon, y a una pobre mujer que se cruzó ese día en el camino, Meghan Padalin.
Veinte años después, alguien asegura que el resultado de aquella investigación no se corresponde con la verdad de lo ocurrido en ese imborrable 30 de julio de 1994. Algo se les habría escapado a estos amigos investigadores; algo no pudieron ver y, eso, sería algo que estaba bien a la vista.
La portadora de esta mala noticia que pone en tela de juicio un resultado hasta entonces aplaudido por “exitoso”, es alguien que llegó a Orphea con el firme propósito de demostrar aquel error.
Esta joven periodista, que pone el dedo en la llaga, es Stephanie Mailer; ya el título de la novela nos habla, en parte, de la suerte que corrió esta mujer. Su desaparición le imprime mayor verosimilitud a sus dichos alentando, así, el giro que ella pretendía darle a un caso ya cerrado hace tanto tiempo.
Esta historia, que se reinicia, reconoce su epicentro en la apertura y reedición del Festival de Teatro.
Una obra pendiente, “La Noche Negra”, y una promesa sobre el escenario.
La inusitada expectativa que suma voluntades. Una nutrida galería de personajes que, en alguna ocasión parece actuar como romería, alrededor de ese estreno sobre tablas, capaz de convocar al pasado encarnado en alguien empeñado en mantener aquel secreto, que implica impunidad.
Mensajes en clave. Muerte, y más muerte, enlutando la librería.
Una voz narrativa que el autor comparte con ciertos protagonistas, desde una trama principal que es foro de atracción e integra a tantas más colaterales.
Un clima de tensión que atrapa a los lectores, proponiéndonos sospechas que avanzan, cobrando mayor fuerza, hasta alcanzar la altura de semiplenas certezas, cuando a renglón seguido desvanecen, dándole paso a nuevas hipótesis y letra a distintos personajes. Algunos de ellos pasan a sentarse en el banquillo de los acusados.
Lo cierto es que, la investigación policial se convierte en el hilo conductor, que el autor de esta novela eligió como un recurso válido para exponer todo aquello que, en principio, operaría como en segundo plano y, sin embargo, paulatinamente vamos descubriendo que se trata del perfil esencial de esta propuesta y vamos aceptando que la investigación es el anzuelo que nos mantiene en vilo.
Es así que, el revés de las tramas pasa revista: a la interacción social, a tantos vínculos más o menos cercanos, a las relaciones familiares, al abuelazgo, a los mandatos, a las relaciones de pareja, a las infidelidades, al vínculo paterno-filial, a las adicciones -incluida la adicción al trabajo-. A las manipulaciones, a las pérdidas. A las vocaciones, a las relaciones laborales, a la competencia, a la mala fe, a las ambiciones, a los celos, a la mediocridad, a las frustraciones. A la cuestión de género. A las internas policiales, a la corrupción política, a los vicios ocultos de la prensa, a la falta de escrúpulos de la crítica literaria, a una cara del hampa, a la prostitución, a las extorsiones. A los impulsos, a los miedos, a las inseguridades, a las negaciones. A los perdedores del sistema. A la violencia en general. Pero también, a la buena fe, a la amistad, a las lealtades. Y al saber hacerse cargo del recuerdo del amor, más allá de su muerte.
Titulo: La desaparición de Stephanie Mailer
Autor: Joël Dicker
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia y Amaya García Gallego
Editorial: Alfaguara
656 páginas