El juego corporal reúne las diversas investigaciones que Daniel Calmels realizó sobre el juego a partir de su tarea clínica en psicomotricidad y su diálogo continuo con los docentes, referentes ineludibles en la temática del juego en la niñez. En este libro presenta el juego corporal como “relatos de presentación ficcional”.
El acto de jugar es pensado a partir de varias ideas clave en la infancia, como la autoría, la creatividad, la espontaneidad, la libertad, la agresividad puesta en juego, la actitud lúdica y la actitud observante.
El juego corporal es un libro de confluencias. Al mismo tiempo que desarrolla ideas inéditas en relación con el juego y el jugar, convergen en él las reflexiones más originales de las obras ya publicadas de Daniel Calmels. Aborda un tema de gran complejidad, logrando asentar el concepto de juego corporal luego de una profunda investigación sobre los conceptos de cuerpo y juego, y una comprometida implicación en el ámbito clínico y de formación, tal como nos lo demuestra la totalidad de su obra.

¿Cómo resumir en pocas líneas el proceso de comunicación y aprendizaje de los niños?

El cuerpo es una construcción  sobre la vida orgánica de diversas manifestaciones corporales, por medio de las cuales se entra en comunicación con los otros. Estas son la mirada, la escucha, el contacto, la gestualidad expresiva, el rostro y sus semblantes, la voz, las praxias, la actitud postural, los sabores, la conciencia del dolor y del placer, etc. De esta manera,  el cuerpo “es” en sus manifestaciones.

En los procesos de comunicación y aprendizaje el concepto de cuerpo cobra una relevancia particular. A diferencia de la vida orgánica, el cuerpo de la comunicación y la expresión es una construcción que no nos es dada; nacemos en procura de la construcción de un cuerpo. Cuerpo como “insignia”, pues se constituye en un distintivo que me diferencia de otros cuerpos al mismo tiempo que me identifica con algunos, primero con los cercanos cuerpos de la familia, luego de la colectividad que comparte usos y modos de manifestarse. De esta forma el cuerpo se constituye en una insignia familiar y colectiva, reúne los rasgos peculiares que le dan identidad a cada familia en particular, en un contexto de cuerpos colectivos que comparten las características culturales de cada comunidad.

Un ejemplo particular de corporización sucede con los niños adoptados tempranamente, resulta que se parecen a los padres adoptivos sin haber sido producto de la genética sino de una acción que llamamos función corporizante.

 

El pequeño puesto en situación lúdica. ¿Qué podrías adelantarnos acerca del niño, en su relación con el juego, en una primera etapa? Y ¿qué decir de los primeros juegos corporales?

Estando el adulto cercano al niño y dispuesto en situación, es posible darle un lugar en el momento en que se desarrolla una acción lúdica. El niño es participado, se lo hace partícipe de una situación lúdica. Encuentro, donde se establecen relaciones de proximidad.

Desde el siglo XX, en la vida de ciudad (Buenos Aires), desde épocas tempranas el niño es puesto en situación lúdica, aun antes que pueda jugar.

Puesto en situación lúdica en un conjunto de actividades donde el jugar se hace presente: como son la invitación a una relación lúdica en  los actos de alimentación, de sueño y descanso, en el aseo, en el traslado y los viajes, en la espera, al cambiar las ropas, en la relación con los objetos, en la despedida, en el encuentro, en el sostén, frente al dolor, frente al deber, frente al hambre y la saciedad, en el aprendizaje de la lengua, en el dialogo gestual, en las observación compartidas, etc. En todas estas acciones el jugar puede estar presente. El adulto introduce el jugar en la vida del niño, aún antes que sepa que está jugando.

 

El aprendizaje de la lengua, el diálogo gestual. Y la importancia de establecer contacto con un otro mediante el juego. Hablanos por favor de todo ello.

Podemos diferenciar entre el lenguaje corporal (gestos, actitudes, rostros, miradas, etc.) y el lenguaje semántico lingüístico. Las primeras formas de relación tienen un predominio corporal. Las primeras veces que el adulto le habla al bebé lo hace con una voz diferente, primero se escucha la “lengua materna” y por varias razones se la distingue de otras voces, los adultos al hablar con el niño, de forma lúdica, inventan una voz que solo va a ser usada con el bebe . Dice Sara Paín: «La voz con que el adulto se dirige al bebé no corresponde a su tonalidad usual, sino que es un poco más aguda, con un timbre más brillante, y mucho más modulada. El discurso dirigido al bebé es muchas veces interrogativo y exclamativo, y cada frase se repite varias veces». La voz de la madre, entonces, es una voz que se encara en dirección, a partir de un timbre brillante, agudo y modulado en el plano de la exclamación y el interrogante.

Tomar la palabra es un hecho corporal que se sustenta en la voz. No hay asunción de la palabra sin una voz propia, o sea, sin un proceso de corporización. La voz es el aspecto corporal del lenguaje verbal.

Si la lengua oral es materna, la escritura como lengua escrita es paterna, representa cierta ley, y a ella hay que subordinarse, no se escribe de cualquier manera, en muchos dichos populares está presente el tema de la letra y el cumplimiento de una orden.

 

Te pido un comentario acerca de la integración del niño, como “observador partícipe”, ¿puede ser?

Pensé la idea del niño puesto en situación como observador partícipante, en referencia a la situación actual, preocupado por la ausencia o disminución de la necesaria cercanía corporal entre el niño pequeño y sus progenitores. En ocasiones el niño de ciudad tiene un lugar aparte, que lo separa de situaciones donde se comparte el alimento, el jugar, el traslado, etc. Si bien las personas encargadas de cuidar a los niños en ausencia de sus padres, pueden cumplir un rol de estímulo a las acciones lúdicas, la transferencia de las experiencia lúdicas en la primera infancia,  experiencia que genera los juegos de crianza, se basan en un estilo y el traspaso de una tradición que la familia y la comunidad porta en la acción de introductor y enseñante.

No se juega en un lugar neutro, el juego se despliega en contextos con observadores internos y externos. Nadie juega sin fondo, en el vacío. Nuestro fondo es el contexto social, escenario del jugar. El niño ha sido puesto en situación lúdica, y han confluido en él la historia de los juegos de crianza, condicionado por la cultura. El juego se despliega a condición, eso no significa que esté determinado de antemano. Es el jugador que encontrando en el espacio de juego el lugar propicio para crear, produce cambios. Modifica el juego y se modifica a sí mismo en el jugar.

Se lo participa como “observador participante” de juegos que escapan a su capacidad de jugar, otorgándole un rol sin exigencias, a veces solo siendo un observador. Esta experiencia de participar, de ser parte, facilita y crea los aprendizajes en un nivel posible y deseable, arma un lazo afectivo-emocional. El mecimiento puede transformarse en un juego; el dar de comer, “esta cuchara para papa, esta para mamá, etc.”; ¿dónde está el nene? (oculto tras una sábana, etc..

La libertad que el juego permite, tiene siempre el aval de otro. Este “otro” se presenta como jugador, observador o testigo (internalizado) que le otorga en su actitud, en su mirada, un “certificado de autenticidad” a lo expuesto ficcionalmente.

 

¿Desde la mirada del bebé qué representa el rostro del adulto? ¿Cómo se construye el lazo “afectivo-emocional?

Las manifestaciones corporales se aprenden, el cuerpo se aprende. El rostro del adulto es una de las manifestaciones que atrae la atención del bebe, principalmente por la sonrisa y la leve apertura de la boca en la cual se divisan los dientes y a veces la lengua; la emisión de la voz; el movimiento de los ojos (cambios en la pupila, ritmo del pestañeo, brillo al sonreír, etc.); los movimientos de las cejas y la frente; todos ellos combinados y simultáneos. Nacemos con una cara, porción de nuestra anatomía, sobre la cual construimos un rostro y ese rostro se construye  teniendo como referencia el rostro de los adultos que cumplen con las funciones lúdicas y corporizantes durante los primeros años de vida.

En esta mirada las emociones se activan. Dice H. Wallon: «Por las emociones el niño pertenece a su medio antes de pertenecer a sí mismo«. «La emoción articula lo individual y lo social«.

Esta relación corpórea en la crianza, genera en el niño muestras de su emoción, experiencia necesaria para poder construir los afectos, o sea ese lazo amoroso que nos liga a los otros. La emoción comienza, el afecto re-comienza.

 

¿Qué importancia reviste la relación del niño con los objetos en el hecho de jugar?

Cuando el niño juega, transformando una caja en una casa, reduce  a partir de esta comparación las diferencias y destaca las similitudes entre los objetos. Al asociar una caja con una casa, reúne lo que estaba establecido en órdenes diferentes. Congrega lo disperso, crea parentesco y hermandad entre los objetos del mundo. Este uso de la comparación entre objetos lo  acerca a la metáfora, el palo deja de ser como una espada, en su uso es un espada.

Como dice Tudor Vianu, «La metáfora es el resultado manifiesto de una  comparación  sobrentendida.»

Jugar favorece el dominio y corporización de los objetos cotidianos. Permite que el cuerpo los use bajo un régimen más distendido, desde la lógica de la eficacia,[1] sin esperar una eficiencia particular. Cuando un niño o una niña se calzan los zapatos con tacos de su madre, la tarea corporal consiste en equilibrarse, aunque quizás sea un acto de identificación; en el desafío de la caída los gestos de mamá pasan a un segundo plano, así como con la gorra de papá el espacio se oscurece y el desafío es caminar a tientas, no como camina papá, sino como camina un niño que juega a reducir su visión. Cuando los niños llevan una cuchara a la boca de un muñeco, la concreción ilusoria de este acto de alimentación los libera parcialmente de prolijidades extremas y culminaciones exitosas. Esta relación lúdica con los objetos permite un uso anticipado y la posibilidad de aproximarse reiteradamente a la concreción de praxis del vestido, de la alimentación, escolares, etc., aunque el valor fundamental del juego no reside en esto.

En toda acción apasionada el objeto se incorpora y el cuerpo se proyecta trascendiendo la materia, corporizando al objeto. El objeto deja de ser extraño al cuerpo cuando se lo incorpora; si esto no se da, vemos que el lápiz cuelga de la mano o se muestra ajeno al cuerpo, sin el ensamble necesario para la habilitación de su uso, aun antes de pensar en habilidades.

 

¿Qué podes adelantar, en esta entrevista, acerca del distanciamiento corpóreo y el contacto protector en los llamados juegos de crianza?; ¿cómo se resuelve la tensión en estos casos de mayor complejidad?

El jugar es una praxis que nace cercana al cuerpo del otro, y al mismo tiempo distanciándose de ese cuerpo. Tomaré tres ejemplos[2]: A) Juegos de persecución, durante la crianza, en los juegos de persecución hay un distanciamiento: imaginen a un adulto, conocido por el niño, que lo amenaza con su mano (“que te agarro, que te como”), el niño sonríe y busca un refugio en el cuerpo del adulto que lo sostiene. B) Juegos de Ocultamiento: Un adulto que llegando al hogar se encuentra con una situación particular, el niño se ha ausentado, lo plantea el adulto que está a su cuidado diciendo “Joaquín no está”, hecho que motiva una expresión del recién llegado – “No, que pena”, palabras que escucha el niño escondido no muy lejos, conteniendo su ansiedad. He aquí que quien estaba ausente al hacerse presente, se encuentra que el que estaba presente se ausentó. Tarea difícil para el adulto, si lo encuentra rápido el niño se enoja,  si tarda mucho el niño se pone ansioso. C) Juegos de  Sostén, un adulto con un niño en brazos lo mira al mismo tiempo que lo eleva por arriba de su cabeza, las miradas se invierten, el niño que suele mirarlo en forma ascendente, hacia arriba, ahora mira hacia abajo, el adulto que lo sostiene eleva su mirada. Esta elevación y descenso sostenido, forma parte de un ritual repetido a lo largo de generaciones y en diferentes culturas. Encontramos esta escena en diferentes grabados, obras de artes y fotografías. Si le quitáramos a esta escena el niño, quedaría la imagen de un adulto que alza sus brazos al cielo y eleva su mirada con devoción, devota.

En estos tres ejemplos hay un distanciamiento entre los cuerpos. Gran parte de los juegos corporales, así como los relatos infantiles clásicos, mantienen su tensión en base al despliegue de un distanciamiento entre los protagonistas principales. Cuentos tradicionales como Pulgarcito, Caperucita Roja,  Hansel  y gretel, Blanca Nieves o El flautista de Hamelin, desarrollan algunas de estas problemáticas. Distanciamiento entre personas y lugares conocidos y confiables. Esta separación temporaria le otorga al juego como al relato un nítido eje argumental.

 

Caperucita Roja y el Lobo

 

Pulgarcito les saca las botas de siete leguas al Ogro.

 

Hablanos, por favor, del juego como estímulo en favor de la imaginación, de la creatividad, del placer. Y de su relación con la idea de aprender, de conocer y saber.

Podemos decir que jugar nos corre del dualismo verdadero-falso, estas categorías no sirven para pensar el jugar. Jugar le permite al cuerpo mentir sin engañar y esto para el niño es un alivio, puede representar los personajes más feos y decir cosas en boca de ese personaje, si se hace o se dice algo que interpela al adulto esta siempre la coartada de decir “estaba jugando”.

El jugar, así como la ensoñación, son poderosos nutrientes de la imaginación. En el jugar se despliegan acciones en el espacio, transcurre en un hacer particular, en cambio la ensoñación requiere de “una tregua física” (Gastón Bachelard ). Lo que el jugar no puede se lo delega a la ensoñación, lo que la ensoñación no logra atrapar en su trama  imaginante se lo envía al jugar.

Jugar les permite a los niños acceder al “como si”, introducirse en la ficción, desarrollar  la imaginación. La ficción está presente en los primeros intercambios lúdicos corporales.

Sin la capacidad ficcional puesta en las manifestaciones corporales (gestos, actitudes, miradas, voces, etc) el cuerpo no estaría dispuesto, sino puesto en rigidez, repetido en su expresividad, monótono, invariante.

 

Imaginar y fantasear. Te pido unas palabras sobre el “espíritu lúdico”. Y sobre la capacidad y la idea de actuar, de inventar y de representar.

Podemos pensar una diferencia entre imaginar y fantasear. Fernando Savater dice que “la imaginación no debe ser confundida con la mera fantasía”. Cabría establecer una diferencia conceptual según nos refiramos a la fantasía en un sentido general o al concepto de “fantasía inconsciente”, clave en el discurso psicoanalítico, que nos ayuda a comprender los temores del niño.

Un mundo imaginado es distinto a un mundo de fantasía. El proyecto necesita de la imaginación. Dice William Blake, “Evidencia de hoy, imaginación de ayer”.

La fantasía, banalizada, se arrima a lo superficial, mientras que la imaginación cala hondo. La fantasía es promovida por las campañas publicitarias, es pirotecnia, luces que se esfuman; en cambio, la imaginación tiene vida propia. Se necesita imaginación en la ciencia, en los grandes proyectos; se imagina el futuro, y la fantasía colorea algunos de estos pasajes. La fantasía se la liga a lo artificial. La imaginación nos corre de la fantasía. Se imagina el devenir.

El jugar está emparentado con la teatralidad: el que juega construye un personaje. Debe ser en este el sentido que John Boorman quiso darle a esta frase: “El teatro se inventa cuando el hombre tiene que dejar de jugar”.

Al mismo tiempo que reconocemos un lazo de parentesco entre el jugar y el actuar, pues la actuación tenga mucho de juego y el juego, algo de actuación, jugar no es actuar. El que juega con un niño siempre debe manifestar en sus gestos y actitudes que se está jugando, que es un “como sí”, el actor en cambio esta librado de este compromiso.

  • Después del juego de la mancha, consultamos a los niños sobre cómo se sentían. El niño que era mancha dijo que se sentía como una ambulancia. El niño perseguido dijo sentirse como una tortuga. ¿Qué hay de común en las palabras de estos niños? En los dos casos explicaron sus vivencias a través de metáforas. La ambulancia representa la velocidad y la tortuga, la lentitud.
  • Personajes y espacio unidos por acciones de persecución. Escapar y refugiarse, hechos que ocurren en secuencias temporales, configuran los elementos constituyentes de un relato de presentación ficcional.

 

¿Cómo opera el miedo en el espacio del juego?

Algunos juegos corporales, desde muy temprana edad, ofrecen un tiempo y un espacio

para desplegar ciertos miedos básicos y en el mismo acto las herramientas para elaborarlo.

En relación al cuerpo estos miedos básicos pueden resumirse en:

1- Temor a la pérdida de la referencia táctil: Juegos de Sostén.

2- Temor a la referencia visual: Juegos de Ocultamiento.

3- Temor a la pérdida de un “refugio” confiable: Juegos de Persecución.

En el jugar el niño pone afuera, expresa, muestra sus temores, y al mismo tiempo encuentra las herramientas para reducir los miedos, dándole un lugar, poniéndole un nombre y practicando acciones para mitigarlos. Algunas de estas acciones ponen en juego su agresividad.

El niño lleva a una forma activa,  como es el jugar,  lo que vivió pasivamente, aporte valiosísimo del psicoanálisis, que nos permite entender porque siendo experiencias displacenteras vividas fuera del espacio de juego, se integran al jugar pudiendo transformarse en experiencias placenteras, de dominio y elaboración.

Un cuerpo que haya sido aislado de relaciones lúdicas, carece de herramientas dramáticas para fabricar acciones donde se ponga a trabajar los miedos básicos. Anclado en la realidad, un cuerpo que no ha sido construido en un vínculo lúdico, se muestra temeroso y retirado de toda interacción ficcional.

 

¿De qué manera van apareciendo los conflictos, y qué tipo de conflictos aparecen en el proceso creativo?

En los juegos de los niños, entre otros, hay dos obstáculos fundamentales: la rigidez y la agresión, que obturan el proceso creativo. Desde la  rigidez se insiste en mantener un “libreto” inmodificable que obtura la capacidad de producir cambios y variaciones. La repetición, el estereotipo, es una muestra de ello, en cambio podemos diferenciarla de la insistencia, en esta no hay repetición sino reiteración. Los niños insisten en jugar lo que es de su interés, nadie mejor que ellos para construir su “programa” lúdico.

La agresión se diferencia de la agresividad, esta última es un motivador de las actividades corporales. Poner en juego la agresividad le permite al niño jugar la agresión, “pegar” sin lastimar.   

Tanto la rigidez como la agresión son motivadas en gran parte por un temor.

También, la conexión con la auto- estimulación, como toda estimulación  auto- dirigida, frena el proceso lúdico, conectado al niño con su organismo y aislándolo.

 

Otro tema que tratás en el libro es el de las experiencias no placenteras afrontadas por fuera del espacio del juego, ubicándolo al niño en un lugar de pasividad y, así, marcás la diferencia cuando ese niño asume un papel activo, enfrentando lo mismo pero jugando. ¿Qué ejemplo se te ocurre ofrecerle, aquí y ahora, a los lectores de Evaristo Cultural?

Lo traumático, en ocasiones, no es tanto lo que se infringe contra el niño, sino la actitud que el niño asume. Si se ubica en una posición pasiva el hecho puede ser traumático, en cambio si contrarresta el maltrato con una posición activa de oposición, defensa y denuncia del maltrato saldrá de la situación más fortalecido.

Se puede apreciar, como ejemplo, en una escena de la película La familia (1987), dirigida por Ettore Scola. En ella nos encontramos con una situación que conmueve al espectador. Comienza cuando un adulto invita a un niño a jugar (“¿Hacemos un jueguito, Paolino?”), acto seguido, como si no lo viera ni lo escuchara, pregunta dónde está el niño en forma in­sistente hasta que el niño diciendo “Nadie me ve”, irrumpe en llanto y movimientos desenfrenados, terminando la escena enfrentando al adulto con un grito.

Si hablamos del juego es imposible jugar con otro sin un acuerdo, explícito o implícito. Acordar no es consentir, cuando el adulto juega con el niño en ocasiones, pone al niño en una situación de tener que consentir una situación de falso juego donde el niño participa presionado a conformar el deseo del adulto. El que acuerda participa activamente, elije, desea, el que consiente solo otorga.

 

En la despedida, por favor dejale a los lectores un comentario acerca de la construcción del cuerpo y sobre la diferencia que señalás entre jugar corporalmente y jugar con el cuerpo

En las primeras exploraciones que el niño realiza de las diferentes zonas del cuerpo, se encuentra con una reiteración que excede la exploración y tiene una característica  lúdica, juega con zonas de su cuerpo en construcción.

A partir de los movimientos espontáneos de los miembros superiores, la mano del bebé se encuentra frente a su vista, la ve moverse y girar, hacer de figura sobre fondos diversos. La mano, en leve movimiento frente al rostro, con un fondo iluminado (si se encuentra en posición de cubito dorsal) produce tonalidades de luz y de sombra. Mano y ojo, movimiento y mirada se solidarizan. El adulto que observa estos movimientos espontáneos hace suyos esos gestos y se ofrece, en su función de acompañamiento, para ser “imitado” en sus movimientos, mientras canta: “La linda manita que tengo yo…”. Ante esta propuesta el niño deja de mirar su mano para mirar la mano de su madre. Esta es una intervención que le posibilita al niño mover su mano a imagen y semejanza de la mano del adulto. Podemos tomar esta intervención de la madre como una intervención corporizante. También podemos pensar que la ausencia reiterada del adulto en la vida del niño lo puede dejar en la situación estereotipada de mirarse su propia mano, de auto-estimularse sin referencias externas[3]. Con este ejemplo podemos diferencias lo que es jugar con el cuerpo, a diferencia de otro juego como es el juego de “la mancha” donde se juega corporalmente.

 

 

 

 

[1] Para más información sobre el concepto de eficacia y eficiencia ver Calmels Daniel, Fugas, el fin del cuerpo en los comienzos del milenio, Buenos Aires, Biblos, 2013.

 

[2] Calmels Daniel, Juegos de Crianza, el juego corporal en los primeros años de vida. Buenos Aires, Biblos, 3° edición 2010.

 

[3] Para más información ver Calmels Daniel, El cuerpo cuenta, La presencia del cuerpo en las versificaciones, narrativas y lecturas de crianza. Rosario. Homo Sapiens 2014.

 

Sobre El Autor

Ex funcionario de carrera en la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desempeñó el cargo de Jefe de Difusión entre 1988 y 1995. Se retiró computando veinticinco años de antigüedad, en octubre de 2000, habiendo ejercido desde 1995 la función de Jefe del Departamento de Técnica Legislativa y Jurisprudencia Parlamentaria. Fue delegado de Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) - Responsable del Área Profesionales- en el Poder Legislativo Nacional. Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la U.B.A. Asesor de promotores culturales. Ensayista. Expositor en Jornadas y Encuentros de interés cultural. Integró el Programa de Literatura de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Se desempeña en el Centro de Narrativa Policial H. Bustos Domecq. Es secretario de Redacción de Evaristo Cultural, revista de arte y cultura que cuenta con auspicio institucional de la Biblioteca Nacional (M.M.)

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