Morir soñando, sí, mas si se sueña
morir, la muerte es sueño; una ventana
hacia el vacío; no soñar; nirvana;
del tiempo al fin la eternidad se adueña
.

                                                                                             Miguel de Unamuno

 

 

El taxi se pierde en la noche. Me trajo hasta aquí, en donde nací.
No está más la vieja fábrica. Veo un enorme baldío aún bordeado por la hilera de robles bajo los que nos refugiábamos de la canícula en esas demoledoras y arrastradas tardes de los veranos de mi infancia.

Escucho un ruido detrás mío.

– ¿Para qué volviste?- dice una voz ronca, conocida, que me aterroriza.

Estoy confuso. Transito un duermevela.

Un lacerante dolor en la ingle derecha me hace exhalar un quejido que atrae a alguien que lleva guardapolvo blanco hasta mi cama. Me aplica una inyección en el cuello, y el dolor comienza a extinguirse. Se inclina y aprieta contra mi pierna la pesa que la oprime.

–Relájese. Es necesario que la pesa no se desplace – me ordena – Debemos regresarlo al Penal estabilizado.

Obedezco.
Viajo otra vez en el mismo taxi. Lo conduce el mismo chofer. Se detiene al llegar al mismo baldío. Le pago, y vuelve a tragárselo la noche.

Diviso dos siluetas bajo uno de los robles. Están alumbradas por un haz de luz, como en un escenario. Camino hasta detenerme junto a ellas. Reconozco por el pelo crespo y mal teñido que la que está de espaldas es mi mujer. Asombrado, veo enfrentándola a mi doppleganger.

– Debes morir –le dice ella, con esa voz ronca que temo, y se abalanza hacia él, tratando de arrancar de su cuello un tubo.

Me espanto. Agarro sus crenchas enruladas y tiro con fuerza de ellas hacia atrás, hasta que consigo que su garganta mire al cielo. Tomo el pesado cuchillo apoyado en mi pierna y la vuelvo a degollar, con más saña que cuando la maté por primera vez.

Mi doppleganger se esfuma mientras la sangre salta a borbotones desde mi ingle. Mis piernas se tiñen de rojo y siento que la cama se humedece. Otra vez, entre sueños, veo venir a alguien. Es el del guardapolvo blanco. Se me acerca y dice algo.

Ya no oigo…

Sobre El Autor

Roberto Tito Tchechenistky nació en la ciudad de Buenos Aires y cursó su formación universitaria en la Facultad de Ciencias Económicas de la Univ. de Buenos Aires, graduándose como Licenciado en Administración. Se desempeñó en la misma Institución como Profesor Ayudante de la Cátedra de Lógica y Metodología de las Ciencias. Después de integrar distintos Estudios Profesionales de relevancia, se independizó para dedicarse a la consultoría y asesoramiento en organización y equipamiento industrial en la industria de la confección de indumentaria y textiles para el hogar. Comenzó a desarrollar su actividad literaria en el año 1999, dedicándose al relato corto y a la poesía, y también al estudio del lunfardo rioplatense, léxico que ha utilizado para redactar algunas de sus producciones.

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