Cansados de ver cómo contaba dinero la gente de producciones bizarras como Sharknado, Aligator o Lake Placid, el productor Sam Raimi (tótem absoluto del cine bizarro, director de clásicos como la trilogía The evil dead, la trilogía de Spider-Man protagonizada por Tobey Maguire y Arrástrame al infierno) se juntó con Alexandre Ajá, responsable de filmes como The hills have eyes (2006), Mirrors (2008), Piranha 3D (2010) o Horns (2013), para poner orden en las películas de cine catástrofe y de asedio de animales feroces. Idearon así CRAWL (2019) una película que no da respiro al espectador y que por supuesto, no deja nada, salvo la adrenalina de una hora y media de salvaje superacción.
La historia es tan tonta y simple como desesperante. Haley, Kaya Scodelario, es una nadadora profesional que pasa la tarde entrenando cuando se entera de que un huracán nivel 5 azotará su pueblo natal en Florida. Preocupada por su padre Dave (Barry Pepper), de quien no tiene noticias, Haley se salta todos los controles de ruta camino a la casa familiar en Coral Lake. El pueblo se encuentra anegado de agua, su padre está atrapado en la parte inferior de la casa, entre un laberinto de cañerías y asediado por una manada de caimanes hambrientos. Para el momento del descubrimiento, Haley es una cautiva más de la situación.
Una hora y media de desesperación atrapados en un sótano cada vez más inundado, transformado en una trampa mortal, mientras se acerca el tornado y diques y represas comienzan a colapsar.
La película no va a ahorrarnos mutilaciones y muertes sangrientas de todo aquel que se acerque a las inmediaciones con buenas o malas intenciones, mientras intentamos dilucidar si esta pobre familia va a ser capaz de sobrevivir.
Pochoclo puro y duro, pero irresistible.