El tándem creativo rioplatense formado por Cavallo y Acosta sutura la distancia entre imagen y palabra para los más pequeños.
¿Cómo se convierten en equipo creativo?
Matías Acosta: A Horacio le conocí en Montevideo. Yo viví catorce años allá. Una amiga en común tenía un centro cultural llamado Gato Peludo –que ya no existe más–, y fue ahí donde nos conocimos personalmente y empezamos…
Horacio Cavallo: Me acuerdo que nos vimos algunas veces, yo conocía también el trabajo de Matías, por algo que había publicado. Creo que nos vimos por primera vez en Banda Oriental, cuando vos sacaste El Terrible Tigre, esa vez conversamos un poco y nos fuimos acercando desde un lugar de amigos, pero a su vez con admiración por la obra del otro.
Yo creo que el punto de partida es cuando yo le mandé dos o tres textos, de los que Matías eligió El Marinero del Canal de Suez y me dijiste este me interesa como para ir ilustrándolo.
MA: Fue un proyecto nuestro. Yo tenía muchas ganas de hacer cosas, proyectos de los que me gustase el texto, porque a veces te llega algún trabajo que por ahí no despierta tu interés ni tu imaginación. Quería trabajar con Horacio y surgió la oportunidad cuando me envió ese texto. Pronto empecé a trabajarlo.
¿Cómo elegís las texturas?
MA: Yo venía de hacer otras cosas, otros libros con más detalle, más pictóricos… Hacía tiempo que quería hacer algo más “minimalista” si se quiere, dejar hablar a la poesía, decir con pocos trazos. Empecé a probar con temperas y escaneando y así fue cómo surgieron las primer líneas del bote y del marinero y dije: —Por acá quiero que vaya el estilo…
¿Y cómo trabajaste Poemas para leer en un año, que es algo totalmente diferente?
MA: A mí lo que me pasa es que me aburre hacer siempre lo mismo. Si ves diferentes libros míos, ves diferentes estilos. Y como me gusta ir cambiando, quería hacer algo bien gráfico. me gustan las imprentas tipo gráfica, y dije quiero hacer algo bien gráfico, entonces empecé a jugar en la computadora con elementos gráficos y la primera ilustración que nació fue la del día lunes, que dije quiero ir por acá. Pero cómo sostengo todo eso durante todo el libro y dije: uff, bueno, es complicadísimo. Así que hice tres o cuatro ilustraciones, se las mostré a Horacio y le gustaron.
¿Para adultos tiene varios libros o solo Los Dorados Minutos?
HC: Solo Los dorados minutos, que es el diálogo con Mairal y González. Ya habíamos hecho El Marinero en el Canal de Suez, y con esa experiencia de trabajo se nos ocurrió… Me acuerdo que Matías me dijo: —Che, ¿leíste El Gran Surubí de Mairal? Estaría buenísimo continuar la historia Homenajearlo escribiendo sesenta sonetos y pintando sesenta ilustraciones que dialoguen con González por un lado y con Mairal por otro.
¿Contame cómo te metés en poesía y cómo fue este cruce de poesía e imagen que tenés con Matías?
HC: Con la poesía me metí cuando pensé en hacer libros con los niños como destinatarios. Lo primero que se me ocurrió fue un texto poético… Me gusta mucho la versificación, incluso la versificación clásica, que en muchos casos es mirada de costado por los grandes poetas. Hoy en día escribir un soneto es como: —“qué alambicado este señor”— pero en el mundo de la narrativa infantil, donde la música de la poesía tiene mucho más peso, era un lindo camino. Por supuesto que cuando se me ocurrió, me di cuenta que yo mismo había crecido escuchando cosas de María Elena Walsh, que era una mujer que le daba mucha importancia a la rima y que hacía maravillas jugando con el lenguaje. Yo creo que los limericks que aparecen para leer en Poemas para leer en un año fueron los de Zooloco que leí y que dije qué linda esta forma, porque me gustaba mucho cómo sonaban. Me gusta mucho la música, entonces trabajo desde ese lugar en la poesía.
¿Y el cruce con las ilustraciones? Hay algo ahí que funciona como síntesis y es otra cosa. Es como un dialogo que tienen ustedes
HC: En realidad, en estos casos, siempre estuvo el texto antes que el trabajo de la imagen, es Matías quien hace coincidir su trabajo con el texto. Yo sé que va a quedar precioso cuando le doy el texto y me dice: —¡Me gusta, voy a empezar a trabajar!— A mí no me gusta interferir en el trabajo del ilustrador, como sí sé de algunos colegas que dicen: me había imaginado que el personaje era alto y tenía rulitos y vos lo hiciste chiquito y pelado…y bueno, tu trabajo es tu trabajo, el trabajo del otro es, de alguna manera, reinterpretar eso y no ser fiel o reproducir lo que dice el texto. Es re interesante eso, se da cuando uno trabaja con gente a la que le tiene confianza y le gusta lo que le hace. Y me parece también que algo de lo que hicimos fue pensar los libros antes de llevarlos a una editorial. Porque también es distinto, no digo que sea mejor o peor, cuando uno manda un texto a una editorial y buscan ellos un ilustrador. En este caso era una cosa que nosotros conversábamos, lo que tuviera que ver con la estética del libro.
¿Por qué haikús y tankas?
HC: Me gustan las formas métricas establecidas y cuando empecé, empecé en el orden de los haikús, y después vi que el Tanka era una especie de extensión, bueno, en realidad es anterior al haikú. Después, con el tiempo, va perdiendo los dos versos finales y terminan quedando solo los tres primeros: el 7 / 7 / 5, como quien dice las sílabas, y me gustaba la idea de jugar con esa forma métrica que no tiene rima, en ese caso sí tenía como un ritmo particular y después venían los limericks, que sí tienen rima, además del ritmo particular. Me parece que era lindo ir cambiando de formato con los haikús para los días de la semana, los tankas para las cuatro estaciones y después los limericks para los días del año. Que también era pensar un poco en términos de libro total, como una especie de libro almanaque.
¿Cómo llegás a jugar con la tipografía como personaje?
MA: Tenía la idea de hacer algo bien gráfico y la H de Horacio me venía perfecta como para que sea un personaje, y de esa manera, jugando con tipografías y agregándole ciertos detalles, quería hacerlo bastante mínimo. Y gracias a que Horacio me da toda esa libertad estos dos libros son para mí los más lindos, y son proyectos nuestros, que hicimos y mostramos. Si bien en éste hay algunos detalles de la editora, de Judith, que son detalles que quedan justitos, perfectos —el ojo del buen editor—, como en el caso de El Marinero… hubo cosas que me sugirió Carla que las súper valoro. Pero tuvimos la libertad de hacer lo que quisimos, lo que para mí, lo aleja muchísimo de un proyecto donde te dan un texto y te dicen: —Quiero que ilustres así y así… Es otra cosa.
¿Qué otros trabajos tenés? ¿Como artista gráfico te dedicás solo al formato libro o también tenés pintura en tela?
MA: Hace un tiempo, cuando estaba en Montevideo, hice una muestra de acuarelas. Y no, básicamente ahora hago libros y algunas cosas de diseño. Por ejemplo, ahora estoy haciendo un diseño para una agencia de salud pública de Barcelona, un afiche.
Con la editorial Del Naranjo ilustré dos libros este año. Uno con texto de Pablo Möller que se llama Sombra y un libro que se llama Los Entusiasmos, que es poesía, de Laura Wittner. Tanto ella como la editorial me dieron mucha libertad.
Después hice uno de Andruetto con Sudamericana y fue un trabajo que tuvo una contra, con respecto a estos dos últimos, que fue el tiempo: Hubo solo un mes para la realización. Con ese tiempo, en los otros libros recién estoy pensando. Hay mucho pensar, no tanto por el tema del trabajo, porque si ves son mínimas las ilustraciones, pero hay mucho pensar detrás.
Cuando trabajo con editores les digo “un poquito más de tiempo”, porque siempre tenés un mes, mes y medio.
Y vos como escritor, ¿tenés otros libros?
HC: Tengo unos cuantos libros que no son para niños, que fue con los que empecé. Tres novelas y un libro de relatos. Las novelas fueron publicadas por Estuario. Es una literatura un poco más densa cuando no escribo para niños y además veo que se mueva más, veo más la devolución. Uno se ve reconocido en el trabajo y eso es fundamental, porque a veces uno se cansa.
¿Abordás algún género específico?
HC: Un realismo denso, medio oscuro, sucio. La última novela tiene más violencia y hasta cierto tono explícito… Me costó bastante colocarme en lugar de: —Soy un autor infantil también… y pasa que algunos libreros se confunden y los ponen juntos. Y algunos tocan temas como los desaparecidos, o contienen un lenguaje que poco tiene que ver algo para niños.