Con la trilogía de Baztán, compuesta por las novelas El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta, Dolores Redondo ha conseguido dar otra vuelta de tuerca a la bienaventurada narrativa negra española, instalando la mitología vasco-navarra en el imaginario de una nueva generación de lectores. Su protagonista, Amaia Salazar no dudará en explorar su quebrada interioridad para hacer frente a quienes se valgan de las oscuras supersticiones rurales para vulnerar el derecho de los más débiles.
Hablame un poco del País Vasco. ¿Cómo ingresa en tu literatura?
Bueno, lo primero que tengo que separar es el concepto de Navarra y País Vasco. Y también juntarlos, porque el origen de los vascos se sitúa en Navarra, que es lugar donde yo sitúo la novela y empiezo con el pueblo vascón, que dio origen al pueblo vasco. Pero que entonces no se cernía a las fronteras actuales: ocupaba parte de la actual Navarra, parte del Sur de Francia y parte de lo que hoy es el País Vasco.
Y allí estaba el pueblo vascón, el primer Rey de Navarra, Iñigo Arista, era un rey vascón.
¿Vos sos descendiente de familia vasca?
Sí, yo soy vasca, soy de San Sebastián. Soy hija de una marino, procedo también de una familia matriarcal. Tradicionalmente todos los hombres de mi familia son marinos: marinos mercantes, marinos militares y marinos pesqueros. Siempre han estado en el mar y entonces las mujeres de mi familia prácticamente han sido unas viudas con marido. Como todas las mujeres de mi alrededor, de mi vecindario, de mi comunidad eran también mujeres de marinos. Así que también podemos hablar de una sociedad tradicionalmente matriarcal.
Hay un paisajismo de sociedad rural que marca el temperamento del contexto, de ciertos personajes y de los crímenes de la trilogía.
El paisaje, en este caso, la elección del escenario, no ha sido ni muchísimo menos casual. Por un lado Baztán, que es en el interior de Navarra, a cincuenta kilómetros de Pamplona, entrando ya en el pre Pirineo francés, se parece bastante a los paisajes de mi infancia. Aunque yo era de costa, una de las características del País Vasco es que enseguida el monte llega hasta el mar. Entonces caminas unos metros y entras en los bosques.
Pero como digo, la elección no ha sido casual. Por un lado sí que era un territorio conocido para mí, por otro lado es un lugar donde las leyendas y la tradición siguen muy vivas. El hecho de que sea un valle, la configuración de un valle seguramente ayuda a mantener leyendas; la lengua que se ha preservado, danzas, recetas muy antiguas… pero, por sobre todo, estas leyendas que me interesaban tanto y que allí siguen muy vivas y resultan muy actuales.
Pero el paisaje en sí mismo, la fuerza natural de este lugar, un bosque atlántico que no se parece para nada a la imagen general que todo el mundo tiene del paisaje español. Es un bosque enorme con grandes árboles que actúan casi como un imán para las lluvias, para las tormentas. Y para la niebla, que es casi una constante en el valle…y bueno, esto hace que sea un lugar de unos bosques magníficos, un lugar muy potente, que hace que te sientas vulnerable en medio de esa fuerza natural. Y desde luego, además de bosque, sobre todo es agua. Es ríos, el río Baztán que cruza esta pequeña localidad de Elizondo como un corte en sus vidas. Pero constantes regatas, arroyos, acumulaciones de aguas, fuentes de agua maravillosa que sale de todas partes, que invita a la aparición de esas lamias mágicas que se peinan a la orilla de los ríos.
Es interesante que nos cuentes cómo nace la protagonista de la trilogía. Una mujer marcada por cierta dureza y que esconde un trauma familiar del pasado que va evolucionando a medida que evoluciona el relato.
Sí, la protagonista es Amaia Salazar. En el inicio, en El Guardián Invisible, empezamos con una mujer joven, inspectora de policía, a quien le ha ido muy bien en su carrera, formada en la Universidad. Que además ha estudiado en Estados Unidos. Casada con un norteamericano. Viven en Pamplona. Uno de estos norteamericanos y australianos tan comunes en Pamplona, que llegan a pasar el San Fermín, se enamoran de la ciudad y se quedan a vivir. Bueno, ella está casada con este artista norteamericano, y viven en la ciudad y se mueve siempre en conceptos de ciudad. Ella es una urbanita, que sin embargo procede de una pequeña localidad, de esta pequeña localidad de Elizondo. A cincuenta kilómetros que parecen, además, cincuenta años para atrás, cuando llegas ahí.
Deben regresar porque se ha producido un crimen, que tiene ciertas similitudes con otro que ocurrió hace unos meses, por el que ya hay una persona en la cárcel. Todo lleva a pensar que quizás se han equivocado y se encuentran ante una serie. Pero además tienen, los crímenes, una característica de purificación alrededor de los cadáveres; ello hace recordar a conceptos muy arraigados en el valle. Y por eso ella es la que se pone al frente de la investigación. Al regresar a este lugar, al que no ha querido volver, encuentra lo que siempre encontramos cuando regresamos a los lugares de los que huimos: primero su familia. Su anciana tía, sus hermanas que quedaron al cuidado del negocio familiar. Un negocio además muy tradicional porque son pasteleros. Han quedado al cuidado de los padres. Y los reproches…quién se fue, quién se quedó y por qué unas pudieron irse, por qué otras no. También celos profesionales, sobre todo de un compañero que no lleva muy bien el hecho de que ella haya sido promocionada al frente de esta investigación, que también la va a traer por la calle de la amargura. Pero sobre todo, lo más terrible es eso que ella había olvidado, que ocurrió en su infancia. Ese fantasma que dejó allá mal enterrado, tan mal enterrado que, cuando regresa, resucita con toda su fuerza, viviendo con todo lo que acompaña un episodio de estrés postraumático.
En el estrés postraumático, de pronto un click, una sensación, un paisaje, un lugar, despiertan un demonio dormido, algo que ha prevalecido casi en letargo en algún lugar de tu mente. Despierta con toda su fuerza haciéndote sentir todo el pánico, todo el horror y el dolor del momento en que se produjo realmente.
Y esto es lo que le ocurre a ella, a través de sueños, de momentos de gran incertidumbre. Va recordando episodios de un pasado que creía olvidado y que es de gran violencia y de gran fuerza y que la desestabiliza completamente. Y todo esto mientras persigue a un asesino en serie, con la generosidad que supone borrar tu propio dolor, quitarte tú de la ecuación, poner a otra víctima en el centro y trabajar por ella.
Yo creo que esto es de una generosidad y de una capacidad, de amor, por encima de muchas cosas.
Contame un poco sobre el núcleo familiar dentro de tu narrativa y cómo queda vinculado el género negro a la novela thriller, de crimen. El núcleo familiar tanto en la familia que tarda en construir la protagonista como en ese pasado traumático y en esa figura materna tan inconveniente.
El núcleo familiar tiene una grandísima importancia en la novela, pues en ésta no nos centramos tanto en los crímenes que investiga la inspectora sino en su propia vida. Por lo tanto su familia es de gran importancia. La que ha constituido ahora, que es justamente un modo de familia para borrar la del pasado y, la del pasado con toda su fuerza.
El núcleo familiar matriarcal, este tipo de familias en que las mujeres tienen el mando, tienen la fuerza, son tradicionales en muchas zonas del País Vasco y sobre todo de esta zona del Pirineo. Y viene marcado históricamente por el hecho de que los hombres de esas poblaciones se venían a hacer la América, estaban muchos años fuera. Durante ese tiempo las mujeres quedaban al frente de los caseríos, las tierras, las cosechas, compra y venta de ganado, la administración del dinero, en decisiones relativas a los hijos. Cuando el hombre regresaba, era un reyezuelo que llegaba a su palacio, pero era un reyezuelo sin mando. Porque ella era la que durante años había llevado el mando de la casa, y ello no supone ningún conflicto entre hombres y mujeres, lo aceptan perfectamente porque durante siglos ha sido así. Ellas se han ocupado de todo y ellos se han ocupado del trabajo duro. Y ésta es la gran importancia que tiene la familia en esta historia.
¿Cómo vinculás la familia con la sombra, con el lado oscuro de los personajes?
La familia está vinculada con la parte oscura de los personajes para intentar responder a una pregunta que me hago constantemente cuando lo encuentro en la vida real. Esto está tomado de mis propias dudas, de la necesidad de contestar cómo es posible que alguien dañe a sus propias criaturas. Para responder al horror de tener el enemigo en casa; de que el mal venga desde dentro. Que afuera hay una jungla todos lo sabemos, y que todo el mundo debería tener derecho a tener una casa, también. Pero sobre todo , todo el mundo tendría que tener derecho a tener un hogar, un lugar que, por humilde que fuera, fuese tu castillo, un lugar donde te sientas absolutamente a salvo. Cuando el terror viene de adentro, cuando la amenaza viene de dentro, bueno, es horrible. Cuando además es quien debería protegerte, por naturaleza debería protegerte, como un padre o una madre, es aterrador.
Siempre que lo encuentro en las noticias me resulta espeluznante, y quería responder también a otra cuestión: el hecho de que la mayoría de las veces cuando nos encontramos con esto, lo justificamos con la locura, “nooo hay que estar loco para hacer esto”. Me preguntaba hasta qué punto eran locos, eran malvados, si eran locos o eran malvados o una combinación de ambas cosas. Sobre todo por intentar resolver eso.
Y otra pregunta más interesante aún. Porque de hecho, cuando conocemos estas terribles noticias, el niño está roto en un hospital o el niño ha muerto. Pero yo me pregunto por los que no mueren. Por los que llegan a ser adultos. Por los que han pasado toda su infancia bajo la espada de Damocles cerniéndose sobre su cabeza. Que han dormido aterrorizados todas las noches, los que han tenido miedo todos los días de su vida: ¿en qué clase de adultos se convierten? Esto me fascinaba.
Es cierto que la inspiración inicial de la novela vino de un crimen real, que apareció en la prensa y que todavía no ha sido juzgado (está bajo secreto de sumario en un juzgado de Pamplona). Un crimen en el que se combinan los dos aspectos importantes de la novela: por una parte, que sea quien te daña quien debería protegerte, y por otra parte el crimen de fe. Cómo las creencias llevan a alguien a pensar que satisfacen a una deidad, a un dios, a un demonio, a quien sea, sacrificando una o varias vidas humanas. Y esto se reunía en aquella noticia que leí un día en la prensa, en la que hablaban de una pequeña de tan sólo catorce meses entregada, por sus padres, en sacrificio a una secta que la mató en una ceremonia satanista. Y tenía extras, como el hecho de que la niña había sido concebida y criada con este propósito, era una ofrenda desde el primer momento. Y había sido criada como un animalillo que iba a ser sacrificado, sin más cuidado ni más cariño.
Estos dos conceptos que plantea la trilogía y que son el eje de la misma, aparecieron en esa noticia. Y lo que he hecho en la novela ha sido fundir la infancia de aquella pequeña hasta donde llegó, hasta los catorce meses, con la de mi inspectora Amaia Salazar, dándole a Amaia la oportunidad de convertirse en ese adulto. En ese adulto que no muere en la infancia pero que la ha vivido, toda, con la amenaza.
Me interesa esta ecuación que lográs con el mundo genérico mitológico, pagano, la tradición católica y la profanación, vinculado todo ello al crimen.
Claro, los conceptos mitológicos, católicos, culturales que aparecen mezclados en la novela, me resultan fáciles de administrar puesto que forman parte también de mi educación. Como te digo, no sólo procedo de una familia matriarcal sino que de este mismo lugar. Yo tenía una abuela que me contaba las historias de la mitología y me las contaba como hechos, no me las contaba como cuentos. Me las contaba como realidades y como anécdotas que habían ocurrido en un lugar concreto del monte, o en un caserío concreto, o que unos cuantos testigos habían presenciado. Con lo cual esto dispara la imaginación de cualquier pequeño, te lo puedes imaginar, y también te hace vivir aterrorizado en la infancia, pues, con una presencia constante que va desde las brujas hasta el resto de las criaturas o fenómenos mágicos que ocurrían por los montes vascos y por los montes navarros. Entonces cuando forma parte de tu realidad, es fácil de administrarlo, lo administras como lo entiendes. Como a mí me fue dado.
El modo en que lo administra Amaia Salazar es un poco diferente. Yo era consciente que al lector no podía contarle la realidad mágica del País Vasco y de Navarra como la puede percibir alguien de allí, y tenía que ser un poquito más crítica con el tema.
Te puedo decir, como pincelada, que Amaia Salazar toma su nombre de un inquisidor de la Iglesia Católica (del inquisidor Salazar y Frías). Este inquisidor tuvo una particularidad, participó en el auto de fe de 1610 en el que más mujeres navarras fueron ajusticiadas en la hoguera por prácticas de brujería. Treinta y siete mujeres. Los procesamientos de la Iglesia Católica y de la Santa Inquisición por brujería en el País Vasco y Navarra superan con creces cualquier otro procesamiento de otros lugares de Europa (por supuesto deja en pañales tantas historias de Salem que hemos visto en la televisión y en el cine). Y son de una crueldad y un salvajismo bestial. En ese gran auto de fe, como digo, después del ajusticiamiento de estas mujeres, a este inquisidor que era el más joven de los tres, le quedaban muchas dudas. Le planteó una duda enorme oír aquellas confesiones en las que ellas admitían pactos con el demonio, volar por los aires, participar en aquelarres, incluso haber mantenido relaciones sexuales con el demonio… Y él, que era un hombre un poco diferente a los de esa onda, dijo “bueno, iré a Baztán a buscar al demonio, quiero verlo”. Entonces, se instaló un año y medio en Elizondo y se movió por todo el valle, hablando con la gente, buscando al demonio, o intentando participar de aquellos hechos mágicos. Consiguió en ese tiempo tres mil confesiones de autoinculpación de prácticas de brujería, en la que la gente reconocía en efecto ser brujo o bruja. Y mil quinientas denuncias más contra terceros. O sea, estamos hablando de aproximadamente seis mil quinientas personas…te puedo decir que en la actualidad viven unas siete mil personas en el valle entero. O sea, que tenía que ser el valle, entero, admitiendo ser brujos y brujas. Y con todo esto, y todo lo que había visto y aprendido en ese año y medio, regresó al comité de la Santa Inquisición y les convenció de que no podían seguir ajusticiando a una sola persona más en la hoguera. Porque podían estar cometiendo asesinato, podían estar equivocándose. Que lo que había en Baztán no era el demonio: había algo antiguo, potente, cultural, algo de ellos, pero no era el demonio. Que no estaban persiguiendo al demonio (que se suponía era el sentido de la Santa Inquisición).
Con lo cual, este Salazar consiguió detener las muertes en la hoguera. Nunca nadie más volvió a morir en la hoguera por prácticas de brujería. De todos modos la Inquisición duró todavía muchos años, mucha gente murió procesada, torturada, obligada a ir por la calle con esos sambenitos de la vergüenza, la humillación, la expropiación de todas sus propiedades, muchos abusos…pero nadie más volvió a morir en la hoguera.
Entonces sustentándome un poco en ese espíritu crítico, en ese espíritu detectivesco que él tuvo de ir a Baztán a averiguar, a ver qué pasaba allí y encontró otra cosa, es por ello que Amaia Salazar toma su apellido como homenaje.
Y ella también, cuando regresa a Baztán con las cosas muy claras; con una mente policial, con una mente de medir, pesar y probar todo ( y lo que no se puede medir, pesar ni probar, no existe, no se puede llevar ante un juez), se encuentra con otra realidad. Con una realidad de la que poco a poco se tiene que ir impregnando, una realidad mágica que es auténtica en el valle. Que cuando se está allí se comprende muy bien. Porque este tipo de creencias, sobre todo se basa en la potencia natural.
Es una religión casi druida de árbol, piedra, tierra, aire y lluvia. Sólo hay una diosa: Mari, la diosa madre tierra, (que no es como los dioses habituales sino que es como potencias naturales). Ella a veces se enfada y desencadena terribles tormentas, como las que se ciernen sobre esta ciudad desde que he llegado. Y luego, cuando está de buenas, es la diosa de la fecundidad. Se le piden hijos, se le piden buenos partos para el ganado, una buena cosecha. Y se le honra con los propios frutos de la cosecha, con sidra, queso, pan….Con algunas moneditas que se arrojan al interior de las cuevas donde se supone que vive, ahí en los altos de los riscos de las montañas vascas.
Y Amaia, aunque se resiste, tiene que entender. Ir entrando al hecho de que allí hay algo, que no es el demonio ni muchísimo menos. Y lo que es más importante: que hay alguien que cree en eso.
Te puedo decir que en los últimos años, que tengo bastante relación con la policía española, sé que en casi todos los grupos policiales hay personal destinado al control de sectas y de grupos pseudos religiosos o pseudos científicos. Las sectas están catalogadas de la A a la D, siendo la D menos importante y la A, la más peligrosa. La D es la que normalmente te saca el dinero y punto. La A es por la que pasas por el sometimiento físico, la esclavitud, el abuso sexual; tienes que entregar todas tus posesiones, se impide la relación con el resto de la sociedad.
Ellos me dicen que cuando se trata con grupos de fe, grupos de creencias, nunca puedes hacerlo desde la perspectiva de lo que para tí es lógico o no. Nunca puedes decir ¿pero cómo pueden creer semejante ridiculez? Bueno, este planteamiento es completamente erróneo. Yo lo pongo luego en la boca de uno de los personajes, pero lo cierto es que la idea me la dio un policía. Me dijo que ellos no pueden juzgar lo que los demás creen. Es un error juzgarlo desde tu perspectiva, lo único que importa es que lo cree. Y en el momento en que lo cree es poderoso, porque va a vivir toda su vida en torno a esa fe. Si además, está dispuesto a matar por eso, es peligrosísimo.
Entonces no puedes plantearte si es ridículo o no, sino que verdaderamente están dispuestos a ir muy lejos y eso es muy peligroso.
En cada entrega de la saga, está presente el universo feérico perteneciente a la mitología vasca. Hablanos acerca de estos personajes y de su tratamiento.
La mitología vasca es muy rica, muy hermosa. Yo podría haber utilizado como vehículo, para hablar de la fe pervertida, una de las sectas conocidas, el propio satanismo (del que hablaba aquella noticia que inspiró la trilogía). Pero he preferido utilizar la mitología porque es hermosísima y porque, en buena parte, corre el riesgo de perderse. Me parecía muy bello contar que mis antepasados creían en estas cosas y que éstas eran sus normas de vida.
Conceptos que van desde el modo de enterrar a los niños, de enterrar a los adultos, con curiosas costumbres. Una gran comunicación con la naturaleza, con plegarias que se hacen al campo, a las abejas para que den más miel. Una muy bonita, es aquella plegaria que se les hace a las abejas para pedirles que hagan cera cuando alguien ha muerto. Tradicionalmente en los caseríos se hacían los cirios para cada difunto. Entonces la señora del caserío salía a sus panales y les pedía a las abejas, con una plegaria de comunicación, que hicieran más cera porque el amo de la casa había muerto y había que velarlo. Y hacían más cera. Está comprobado que hacían más cera.
En cada una de las novelas, he hecho coincidir, es decir, justifico el comportamiento del asesino con el de una de las criaturas mitológicas tradicionales. Tengo que recalcar que siempre hay un asesino real, nunca es fantasmal ni mitológico. Pero sí es verdad que, por distintas circunstancias, hay un modus operandi parecido al de la criatura mitológica.
En la primera novela, El Guardián Invisible, “Guardián Invisible” es uno del los nombres que recibe el Basajaun. Basajaun es una palabra que en euskera significa literalmente “El Señor del Bosque”. El Señor del Bosque es una criatura, un homínido, gigante, que se supone que vive en el bosque. Es el guardián entre la vida y la muerte, y entre la relación del hombre y la naturaleza. Es una especie de “guardián del equilibrio”. Un equilibrio que en la primera novela queda roto cuando el asesino empieza a abandonar los cadáveres en el bosque, justo en el lugar donde el río deja las piedras secas. En la novela, la prensa, empieza a llamar así al asesino porque, además, alrededor de los cadáveres hay una ceremonia de purificación, de la que hablaba antes. Empiezan a aparecer también unos curiosos rastros que poco recuerdan lo humano: pelos de animal…cosas un poco difíciles de identificar. Y esto cuando trasciende por la prensa lleva enseguida al sensacionalismo y se empieza a decir que es el Basajaun, un Señor del Bosque que mata a las niñas.
Por supuesto en la novela todo el mundo busca a un asesino de carne y hueso, no a la criatura mágica, que además es una criatura beneficiosa. Todo esto salpicado de otras pequeñas criaturas como las lamias, que son una especie de sirenas que viven en los arroyos. Son servidoras de la diosa Mari. Y son unas hermosas mujeres con pies de pato, que peinan sus cabellos a las orillas del río y que como las sirenas de la tradición griega, intentan seducir a los caminantes e intentan siempre estar con un hombre. Los que aceptan estar con ellas son premiados con sus favores y acaban siendo muy ricos. Los que no, los que huyen horrorizados al ver sus pies de pato, ellas los castigan duramente, porque, en el fondo, ellas odian tener pies de pato.
En la segunda novela, el nombre que recibe el asesino es Tártalo. El Tártalo es una de las criaturas más horribles de la mitología. Seguramente inspirada en los ataques de los lobos y de las bestias que vivían en el monte. Tártalo es un cíclope que recuerda al cíclope griego también, caníbal, vive solo en una cueva. Y devora doncellas, así que nos va a dar una pista de cuál va a ser el comportamiento del asesino que aparece en la segunda entrega. Y que además firma como Tártalo. Eso le da un extra de tema horrible.
Y en la tercera novela, quizás la criatura más desconcertante, que más me ha llamado la atención, es Inguma, un ser muy conocido en la mitología tradicional vasca y navarra. Inguma es un ser de la noche (en la mitología vasca hay seres de día y seres de noche). Y en la noche, claro, estaban todos los peligros. Estamos hablando de la época en que no había electricidad, en que la noche era muy larga. Además en el bosque la noche es muy oscura, los árboles devoran la luz que llega de las estrellas y de la luna. Es realmente una noche muy oscura. Y las criaturas de la noche eran las más temibles; están las brujas y está Inguma. Él se cuela por las rendijas de las ventanas, en las habitaciones de los durmientes, de cualquiera que esté dormido y se sube a su pecho. Aplica su boca sobre la boca y la nariz del que duerme y lo asfixia. Es el responsable de las pesadillas, de las inmovilizaciones durante el sueño, de la apnea del sueño que causa la muerte de muchos adultos cuando duermen, y es el responsable de la muerte de cuna del bebé supuestamente sano, que fallece cuando duerme sin causa aparente.
Lo más fascinante de este personaje es que, cuando estudiaba a Inguma, encontré un eco en todas las demonologías que existen. Quizás la más antigua que existe, antes que la católica, es la sumeria. En la demonología sumeria este demonio se llama Lamastu y los sumerios colocaban un pequeño ojito en las cunitas de sus pequeños para evitar que esta criatura los asfixiase. Aparece por supuesto en la demonología católica, es el demonio que ataca cuando dormimos. Quizás con otras connotaciones más sexuales, que la Iglesia Católica siempre ha buscado… Están los íncubos y súcubos que antes de aplastarte y matarte te poseían sexualmente. Se da en el Vudú también. En el Vudú aparece un demonio que ataca de este modo, en África se le llama El Demonio Cabalgador, por la misma razón, que se te sube encima. En muchos lugares de Latinoamérica a la sensación, al concepto, lo llaman “que se te suba un muerto” por la sensación de inmovilización que se tiene. Y bueno, están documentados dos casos: uno en el ejército japonés, que fallecieron ciento veinte varones soldados mientras dormían, sin causa aparente. Y el más fiable, el de la Etnia Mon. La Etnia Mon seguramente la gente los conocerá porque son esa familia presuntamente coreana que eran los vecinos de Clint Eastwood en Gran Torino. Son un grupo que se repartían por distintos lugares de Asia: Vietnam, Laos (colaboraron con el ejército norteamericano en la invasión a Vietnam) y cuando se retiraron sufrieron mucho acoso por parte de la población. Los mataban. Así que el gobierno norteamericano les dio asilo en Estados Unidos y muchos Mon terminaron viviendo, y aún viven en Norteamérica.
En los años setenta, quinientos veinte varones de la Etnia Mon fallecieron mientras dormían, sin causas justificables hasta hoy en día. Y te digo que es la más documentada, porque en Estados Unidos en los años setenta el Instituto Epidemiológico del Estado de Atlanta precisamente pensó en una epidemia: los aisló, los mandó a hospitales, los mantuvo vigilados y grabó sus ataques. Y, en efecto, son bastante vistosos, parece que una criatura muy pesada se cierne sobre ellos y los aplasta mientras están dormidos. Los que conseguían sobrevivir a los ataques en los hospitales relataban en efecto que era Batibat, como lo llaman ellos, que efectivamente los aplastaba y los asfixiaba. Batibat traducido literalmente es “La Vieja Gorda” (no deja de ser una monstruosa bruja enorme que los asfixia.).
Por eso me llamó la atención que el concepto del miedo sea tan universal, y que sin posibilidad en apariencia que en aquella época hubiese habido comunicación entre estas culturas, sin embargo se haya manifestado este tipo de terror de la misma manera con distintos nombres. Con un comportamiento tan idéntico en lugares tan diferentes y en culturas tan distintas.
Así que Inguma, una de las criaturas más terroríficas, es la que aparece en mi tercer novela y que también nos da una pista de qué tipo de crímenes… estamos hablando de los crímenes que se cometen en la cuna.
¿Cerrás esta trilogía y abandonás la literatura de crimen?
No, nunca. Yo tengo una novela anterior, que no es conocida, pues en este momento está descatalogada (la publiqué con una editorial muy pequeñita, en condiciones bastante abusivas como suele ocurrir con las primeras novelas). Espero algún día volver a recuperarla y poder hablar de ella.
Es una novela que sobre todo trata el duelo, pero es una novela muy negra. Con un personaje muy negro, un crimen casi accidental… no es una novela muy criminal pero sí muy negra, con personajes muy oscuros, me refiero a una novela muy tipo Millar. Es una novela donde todo se mueve alrededor, no necesariamente de un crimen, sino de la oscuridad del personaje, de la oscuridad de su ser y de su alma.
Y esto ha sido una constante. Ya en los cuentos que escribí antes de lanzarme a la novela, siempre la muerte, o el concepto de duelo, o cómo afecta la muerte, pues estaba presente. Esto sin duda proviene de mi propia infancia porque, bueno, mi infancia está muy marcada por el duelo. Mis familias vivieron muchos duelos en un período muy corto de tiempo. A quién no le toca (a todos nos toca ¿no?, pero se supone que hay un tiempo en que debería tocar y otro en que no), sobre todo, ante muerte de niños.
Y esto, por supuesto. ha marcado la necesidad de buscar y también la sensibilidad ante ese tipo de víctima, especialmente. En el caso de mi familia no fueron víctimas de crímenes, fueron por desgracia enfermedades, pero el dolor es el mismo. El dolor es extrapolable y me puedo poner perfectamente en la piel de cualquiera que sufra el gran dolor de la pérdida.
El universo de Amaia ¿lo abandonás? ¿O va a regresar?
La trilogía termina aquí. Porque la trilogía, quizás lo que tiene de distinto es que hay muchos crímenes y se resuelven (los crímenes de cada novela se resuelven en cada novela), pero la historia importante es la que se mueve a través de las tres novelas: la de la propia Amaia y de aquel horrible secreto que guarda su familia de lo que ocurrió en su infancia y creía haber olvidado. Y resucita.
La idea original era hacer tres novelas, pero ocurría (y ocurría mientras escribía las novelas) que en el proceso de ir abriendo la galería que supone cavar para llegar al final del la novela, surgían otros intereses. Se abrían sin querer otras galerías por las que también me apetecía circular, pero que no se podía. No se podía porque tienes que ir a tu objetivo y seguir tu hoja de ruta y contar la historia que tienes que contar.
Pero es inevitable que surjan intereses; que en el proceso de investigación te apetezca hablar de otras cosas. Que en el proceso de aprender conceptos policíacos, los que antes no tenías, surjan intereses por otros crímenes. Y esto unido a lo otro, que es que al lector le apeteciese también. En España y en los países en los que ya están las tres novelas, el lector me pide más. Y esto es maravilloso. Porque como te digo, se une por un lado mi deseo de continuar, y por el otro, el del lector de que continúe.
Sin embargo en este momento no estoy escribiendo una novela de Amaia Salazar. Estoy con otra novela también criminal, con un crimen en su centro, pero que no es tampoco lo más importante. Lo más importantes es quizás cómo va a afectar a todas las personas que son tocadas por el horror de un crimen. De diferentes maneras, unos para bien, otros para mal…. Es una novela que tenía en mente desde que escribía El Guardián Invisible.
Muchas veces el autor se ve en esa disyuntiva, elegir entre dos novelas que tiene en la cabeza. Yo fui con la trilogía de Baztán, y ahora le toca a esta que, te puedo decir, ya en los últimos momentos de estar terminando la trilogía, tenía tantas ganas de comenzarla…
Y esto me ha llevado a la decisión de que, sí, continuaré con Amaia, pero no sólo con Amaia. No quiero odiar nunca a Amaia Salazar, no quiero (como otros autores) desear matar a mi criatura. Quiero llegar siempre con el mismo deseo a la escritura, desear escribir una nueva novela de Amaia Salazar. Y lo deseo ya. Pero esperará a que escriba ésta. Porque además, desde la óptica de Baztán y de Amaia Salazar, no podía contar todas las historias que quería contar.
Y el autor, sobre todo, tiene que ser libre, si no se pierde la magia. Y cuando te conviertes en una máquina de hacer libros, he escuchado a un montón de escritores en privado maldecir a sus criaturas, y no quiero que eso llegue. Creo que la fórmula perfecta es hacerlo siempre desde la libertad.
Quizás haya un momento en que vaya alternando entre un libro y otro, y quizás haya momentos en que tenga necesidad de escribir tres libros de otras historias y luego volver con Amaia Salazar, no lo sé.
La actualidad política española y europea, ¿modifica de alguna manera tu universo criminal o tu universo de novela negra?
La actualidad política no tanto, la actualidad social muchísimo. En mis novelas, aparte de los crímenes más sofisticados de un asesino serial, aparecen constantes problemas como el maltrato a los niños, el alcoholismo, el machismo (los crímenes de este tipo, machista). La competencia entre policías, que es algo que me preocupa muchísimo: quizás esa es la parte más política en que me tomas y creo que debería preocupar a todos los ciudadanos. Ha habido varios casos en que la competencia entre policías y las zancadillas que se ponen, por colocarse medallas, han entorpecido investigaciones que podrían haber acabado mucho mejor. Y en eso sí que soy una firme defensora de que trabajen para lo que tienen que trabajar, que es para la víctima; para buscar la verdad. Pero ya sabemos que, al final, más casos son más subvenciones, más dinero. Es verdad que a nivel de calle la policía tiene muy buena relación, los policías de a pie, pero entre los mandos hay competencia y esto es quizás en lo que más escarbo. Luego, en todos los demás aspectos sociales, intento retratar una realidad, la realidad política, social, económica de esta región.