Piedras en el camino.
Un Parker refugiado en el pueblito de Boreas, intenta sanar cuerpo, mente y alma.
Lo que queda de ellas.
Camina por la playa, siempre con la intención de llegar un paso más lejos. Para marcar sus progresos deja una piedra en el camino.
Nadie en la comunidad ve con buenos ojos la llegada de Parker. Menos aún cuando la tranquilidad propia del lugar es reemplazada por el descubrimiento de un cadáver en la playa. A primera vista, suicida. Con las horas, una victima para preservar una verdad en la que se verá envuelta Ruth y su hija Amanda, vecinas de Parker, que descubre que algo no cuadra.
El detective intentará descubrir qué es lo que están ocultando, y llegará a ofrecer su ayuda a Ruth, que la rechazara categóricamente. Cuando la tragedia se desata, Parker se podrá decir a sí mismo que esta vez hizo todo lo que podría hacer hecho.
Pero la consciencia de Parker sólo encuentra paz en la justicia.
La decimocuarta entrega de la serie de Charlie Parker nos presenta a este personaje envuelto en una búsqueda por justicia que es difícil de separar de una cruzada por la autodestrucción, a través de la cual espantar, de una vez y para siempre, a sus fantasmas.
Con Parker los fantasmas no son sólo una metáfora.
“Todos arrastramos nuestras historias detrás”.
En su investigación, ayudado por sus hijas —Jennifer desde el más allá —aunque con Parker sería: desde el más acá—, y Sam— el detective se encontrará con asesino sádicos, la matanza de una familia y una caterva de restos del III Reich, ocultos en Maine, que cuando la verdad empiece a filtrarse no dudaran en tapar las fugas con cadáveres.
“La gente hace las cosas por miedo o avaricia.”
Es interesante el retrato que imprime Connolly al nazimo, un tópico abordado hasta el hartazgo. En La Canción de las sombras, el nazimo opera, ya no tanto como ideología, sino como un negocio, mercenarios con brazaletes de la SS que utilizan el odio racial como fachada para enriquecerse a costa de los bolsillos judíos.
“Las ideologías no son más que banderas de conveniencia”
A su vez, Connolly aborda el tema de la caza de nazis desde el costado de una redención demasiado tardía. Una persecución movida sólo para compensar errores cuyas cicatrices ya son imposibles de cerrar. Todos, en el gobierno de USA, sabían de los campos de exterminación de judíos, pero nadie hizo nada. Cerraron las puertas a los refugiados antes de la catástrofe. Incluso, cuando el humo de la guerra se empezaba a dispersar y el rostro del mal asomaba, aprovecharon a esos mismos criminales en su lucha contra el comunismo.
Ética aceitada con sangre y limpiada con billetes.
Al fin de cuentas, una redención que solo alcanza a ser una compensación.
¿Qué se puede hacer para remediar el mal?
¿Cómo se aplica la justicia a lo injustificable?
Preguntas que Connolly va sembrando a lo largo de las más de cuatrocientas páginas, de la misma manera que Parker va dejando sus piedras para marcar su progreso.
Y, de alguna manera, Parker siempre termina siendo la piedra en el camino del mal. Y admitiendo, con ese saber que surge del sufrimiento, que no hay <<una única forma de justicia, sino muchas>>.
Título: La canción de las sombras
Autor: John Connolly
Editorial: Tusquets
Traducción de Vicente Campos González
448 páginas