Diarios íntimos (1961-1964)
Los primeros contactos con los grandes museos, con las grandes obras, con los grandes nombres de Francia y con los grandes nombres del exilio.
Las primeras ilusiones rotas, los matices que las hacen soportables.
La solidaridad de propios y ajenos.
Las angustias y sus manifestaciones oníricas:
“El otro día cené en lo de Noé y De la Vega y me agarró una angustia horrible por lo bien que están pintando. Cuando volví rompí con furia los tres cuadros que tenía y temblando de los nervios soñé cosas horribles toda la noche. Que empezaba a engordar mucho, iba al médico y me decía que iba a tener un hijo. Y yo asombrada porque no me imaginaba cómo era posible quedar embarazada sin haber tenido relaciones, pero al final paría y era un hijo de cartón. Me vi en la sala de partos, rodeada de médicos que sacaban horrorizados unos cuadros de cartón negro. Fue espantoso.”
La aventura de crecer cuando la geografía no es la propia. Las noches solitarias y la compañía de los amigos.
“En un sentido me protegen como en Buenos Aires pensé que me iban a proteger: una chica sola, joven, inexperta, a la que todos tratan de ayudar. Hace unos días estaba pintando el mural en el taller, que es tan frío a la intemperie, y el Guaraní fue hasta su casa especialmente a buscarme una estufa, para que trabajara con menos frío. Alicia lo mismo, me invitó a cenar a un restaurante italiano, donde comí muchísimo, y luego me llevó a un bar famoso donde se reúnen los artistas. Me presentó a un joven encantador, que enseguida se empezó a tirar lances, lo que hizo que me pusiera en guardia. No le di bolilla, ni a él ni a otros más interesantes, pero no célebres.”
Una historia de amor interrumpida en el espacio y su esperado re encuentro.
La fuerza, el ímpetu y la personalidad de una chica de 18 años destinada a convertirse en la reina del arte Pop al sur del continente.
Una parte importante de la década, también ligada a las vanguardias artísticas de la época, abortada en estas memorias por el perfil apolítico de la creadora:
“Fuimos juntos a un bar donde eran todos sudamericanos. Tanteé el ambiente, encontré un montón de gente conocida, que nunca hizo nada, salvo charlar, criticar gobiernos, la moral, la bomba atómica. Había desde peruanos hasta brasileros. Se habló de Fidel Castro, tema que me aburrió mucho porque soy apolítica, y me fui.”
Noches de bohemia y jazz, como las narradas por Cortázar y su club de la serpiente.
“Adoro París. ¡Nunca pensé que podría gozar tanto de todo y experimentar esta sensación de éxtasis! En cada momento tengo sorpresas maravillosas. Me siento como Alicia en el País de las Maravillas.”
La interna convicción de un destino diferente.
El nacimiento de un referente que marcaría el mapa de las artes plásticas argentinas.
Título: Tres Inviernos en París. Diarios íntimos (1961-1964)
Autora: Marta Minujín
Editorial: Reservoir Books
192 páginas