¿Qué tan feminista es tu feminismo?
La historia de la ciencia humana demuestra que los grandes descubrimientos –en toda disciplina- surgen después de centenares de aparentes fracasos. Porque si un experimento que no ha encontrado la resolución deseada es considerado fracaso a simple vista, ¿no toma otro carácter cuando tomamos conciencia que fue clave en el camino del éxito final?
Hemos leído la primera novela de Laura Saks, porteña de veinticinco años que se autodefine en la contratapa como Técnica Superior en Pedagogía y Educación Social. El título expresa con total claridad de lo que se trata esta opera prima, un Experimento feminista en plena metamorfosis. Se trata por tanto de su primer experimento, producto del trabajo colectivo en el taller del escritor Diego Paszkowski –a quien dedica el libro- en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA, con quien la autora colaboró en cuatro ediciones colectivas anteriores bajo el sello editorial de la librería Clásica y Moderna y que ahora decide editar con mayor autonomía bajo el sello azulfrancia.
Se trata de un desafío novedoso. Une lectore desprevenide podría pensar que se trata de una novela que no fue siquiera corregida, un primer boceto. Sin embargo, además de aclararnos que “contenido y corrección” corren por su única y personal cuenta y responsabilidad, la autora ha decidido desde el título ir en contra de las convenciones canónicas que dicen cómo debe publicarse la narrativa en nuestra lengua.
Párrafos con decenas de renglones, enhebrando oraciones subordinadas, paréntesis que reorientan la oración hacia otros sentidos… ¿vió ese momento en que usted duda entre dos o tres adjetivos para adornar o subrayar un sustantivo? Laura Saks decide colocar los tres entre paréntesis al lado del que eligió. Una forma de prosa que hace difícil la lectura de corrido, que hace tropezar el sentido que se va reconstruyendo en nuestra mente una y otra vez, ya sea por los repentinos cambios de sentido aparente o simplemente porque se lee sobre un camino lleno de escombros gramaticales puestos allí a propósito por la autora o que al menos no fueron editados en la corrección.
Las primeras veinte páginas nos obligaron a buscar rápidamente algún respiro o esperanza en el índice o bien en el ordenamiento de los capítulos. No existen. No hay ninguna separación en grupos temáticos. No hay ninguna pausa, ningún espacio. No hay respiro ni tregua.
Lo que queda claro, no obstante, es que la autora decide sostener este estrés narrativo no por capricho adolescente sino porque se ajusta con exactitud a la trama y al único personaje que se construye en toso su experimento: Lisa, una empleada de un comercio de ropa en la calle Aguirre de Villa Crespo que narra sin respirar las 204 y pico de páginas.
La novela es un ejercicio delirante de intentar seguirle el mambo a una mujer joven que se ubica frente a la vida con prepotencia cuando juzga al mundo que la rodea pero que no para de claudicar sistemáticamente frente a las adversidades más pequeñas. El experimento de Saks se asemeja a ponerle una webcam adentro del cerebro a una vendedora de ropa veinteañera mientras desarrolla su vida cotidiana. En cada renglón, para que usted se haga una idea, la narradora cuenta lo que le dice a sus interlocutores acompañando cada frase de un paréntesis donde confiesa lo que pensaba interiormente, que por lo general es todo lo contrario de lo que expresa en público. La autora así con cruel honestidad desnuda la hipocresía de su protagonista. ¿Se trata de un experimento de análisis de sí misma ante un alterego literario? Si fuese así, la novela de Saks tendría un mérito interesante, el de aportar una fuente para interpretar a toda una generación frente a la conmoción que provocó en su conciencia la “marea verde”.
No se puede decir que cada personaje que aparece en la narración lo sea en sentido estricto, ya que sólo podemos juzgarles a partir del filtro de la percepción de la narradora. No tienen carnatura real, no existen fuera del cerebro de quien los describe. Al punto que une espera hasta el final de la novela ser sorprendide por algún momento que nos decida si se ha tratado simplemente de un mal sueño de la narradora. Esta sensación de irrealidad onírica se profundiza por los giros de la trama, que sorprenden por su carácter grotesco y casi forzado, por la aparición forzada de los personajes que, además, se vinculan personalmente con la protagonista. El violento novio de su mejor amiga es también pariente del jefe que abusa de ella, y amigo del jefe del comercio de la competencia, que a su vez está de novio con una estereotipada modelo machista que fuera némesis de la protagonista en la secundaria.
Esta decisión tan arriesgada en la prosa, ampliamente justificada en términos literarios, se debe al contenido de las experiencias que le suceden a Lisa. Laura ha decidido filmar el monólogo interior de una joven de veintipico que hiperanaliza cada aspecto de su vida cotidiana a través del tamiz de la moral feminista que estalló desde el 3 de junio de 2015 y no dejó una sola sensibilidad sin conmover. Decimos monólogo por encontrar un lugar común, pero en sentido estricto la protagonista y narradora no monologa, ni siquiera consigo misma, simplemente va desplegando la impresión que le provoca cada secuencia de su vida cotidiana sin filtro. Ni siquiera como quien cuenta una anécdota banal a su pareja después del rutinario “cómo fue tu día” a la hora de la cena, la narradora no está contando nada a nadie, porque el experimento de Saks parece consistir en eso, en publicar una foto acrítica, no procesada, de la neurosis de su único personaje que está conmovida por este nuevo mandato moral feminista ante el que revisa cada aspecto de su vida.
Para nosotres es como leer la desgravación de centenares de sesiones de una paciente sin ser psicoanalistas. Quedará en cada lectore decidir si esta dispueste al ejercicio, a ser colocade y desafiade ante el experimento de Saks sin previo aviso. De paso, cabe reconocerle a la autora que este ejercicio también la coloca como una verdadera artista, ya que obliga a sus espectadores a salir de la zona de confort acostumbrada en el juego de la literatura. Al menos así concibo yo el verdadero arte, el que logra descolocar al sujeto que consume una obra de arte. Saks logra extrañarnos de una manera muy original, y por eso mismo nos obliga a pensar de nuevo nuestras seguridades establecidas como consumidorxs de literatura.
¿Qué (carajos) es el feminismo?
Esta es la pregunta que el experimento de Saks parece indagar. Su protagonista despliega un surrealista y a veces onírico viaje donde cada peripecia parece ponerla permanentemente ante la obligación moral de definir su respuesta en términos feministas. Y aunque usted, leyendo como quien le grita al periodista en la tele, desee que reaccione de una determinada manera, Lisa repite el mantra “si algo aprendí de la lucha feminista es que hay que elegir las batallas” y en el noventa por ciento de los casos adopta una posición sumisa. Lo mismo ocurre cuando enfrenta la explotación laboral a la que está sometida, se comporta sistemáticamente como una alienada que asume su condición sin chistar. Evita la confrontación y se adapta de formas lamentables, miserables, ante cada abuso de parte de su mejor amiga, el varón que le gusta aunque sepa que es un cachivache (demostrando encima un nivel de gordofobia vulgar y desagradable), el novio violento de su mejor amiga, sus compañeros de trabajo gays y monogámicos y su asquerosamente desagradable patrón. Ante todes elles Lisa se subordina aunque “verbaliza” en su soliloquio íntimo razonamientos herederos de su formación universitaria (Freud, Foucault y Hegel son citados caóticamente) y su experiencia feminista (la famosa lucha feminista que cita incansablemente pero que nunca comprueba de dónde viene o cuál es).
Se trata de una banalización del feminismo, rebajado a una serie de expresiones o lugares comunes que subrayan o detectan los micromachismos más habituales entre las relaciones afectivas de un grupo de trabajadorxs precarizades que el sentido común porteño acostumbra a igualar con la clase media. Quizás la autora haya querido publicar un manifiesto repulsivo contra ese tipo de mujeres jóvenes que incorporan superficialmente el verdadero acervo teórico y práctico de la enorme lucha feminista. Aunque también se puede pensar en un experimento de sublimación de sus propias dificultades cotidianas para encarnar frente a la matriz de relaciones humanas que la sostienen cotidianamente. Es cierto que si une quisiera que Lisa hiciera lo que debería hacer debería imaginarla mandando lisa y llanamente a la mierda a todas sus relaciones afectivas y profesionales.
Quizás entonces sea ese el experimento más interesante de toda la lectura, imaginar que detrás de la aparentemente banalidad del personaje y su historia de vida, todes sufrimos de la misma tragedia, la de tener que sostener un cúmulo de relaciones insulsas y desagradables ante la conciencia de su machismo. Una tragedia imposible de resolver, la presión de la soledad, el aislamiento, como única opción ante una repulsa ética del feminismo que nos ha ganado la conciencia pero no puede encarnarse en una nueva sociedad que nos permita seguir trabajando, amando y teniendo amistades.
Esta tensión es la que sostiene la angustia de la lectura. Lisa está en una primera etapa de transformación feminista. Ha leído tres libros (de Simone de Beauvoire, de Judith Butler y de Dora Barrancos) y asume una nueva mirada que le permite descubrir las expresiones cotidianas del machismo heteropatriarcal en cada situación de su vida. Quizás la novela la haya atrapado en el comienzo de su metamorfosis, pero durante las 204 páginas, desde ese patético cumpleaños del hombre a quien desea y el descubrirse inmersa en un nido de amigues que la colocan en un lugar subordinado y servil, casi un objeto inanimado, hasta el paroxismo del desfile de modas que la ve exponerse públicamente a todo el maltrato laboral y de género que sufre en la novela y humillarse frente a todes sus personajes juntes (especie de final hollywoodense inverso), la protagonista nunca llega a cambiar de actitud.
Encima la realidad ficticia parece obsesionada en hacerla fracasar. Lisa ha entendido del feminismo una presión moral para juzgar sus propios actos y los del resto pero aunque lo repita habitualmente, nunca desarrolla una acción colectiva. En toda la novela Lisa nunca se reúne con otras mujeres a discutir lo que le pasa, sacar conclusiones y decidir acciones comunes. Lisa no se moviliza, no va a charlas. Sencillamente entiende que luego de ver con claridad el abuso machista en cada detalle de su vida, debe adaptarse a la realidad y buscar algún tipo de manipulación para lograr algún objetivo. Y aunque cada decisión le sale exactamente al revés, y todas sus estrategias que buscan empoderar a las mujeres de su historia terminan contribuyendo al poder de los intereses patriarcales, sigue igual.
Más allá de un cuestionamiento literario, cabe preguntarse sobre la verosimilitud de la novela. Antes de una respuesta rápida, cabe tomarse el tiempo para reflexionar. La propia Rita Segato publica en su último conjunto de ensayos, La guerra contra las mujeres, un balance autocrítico de cuarenta años de lucha feminista en la que destaca que se ha llegado al máximo nivel histórico en la visibilización de la opresión patriarcal pero sin lograr siquiera frenar el aumento de femicidios cotidianos.
La lectura de la opera prima de Laura Saks nos golpea en la siguiente actitud. Más allá de sus logros literarios, ¿será que la mayoría de las mujeres de su generación están siendo recién atravesadas por el feminismo de una forma superficial o discursiva y todavía no llegan a la comprensión de la necesidad de la lucha organizada y decidida contra el patriarcado? ¿Esta obsesiva forma de eludir racionalmente el permanente impulso de rebelarse, de gritar, de partirle un velador por la cabeza al violento manipulador en nuestro cuarto, de asesinar a tu jefe que además de violentarte verbalmente cada día de laburo llega a aplicarte una llave por sorpresa, de espaldas, tapándote la boca, no será la que nos deja al final del día con las manos vacías y un nuevo femicidio en la tapa de los portales de internet?
Antes de una respuesta sencilla, otra vez, cabe reflexionar sobre la pasividad que demostramos colectivamente el 9 de agosto de 2018 ante la burla provocadora de la vicepresidenta de la Nación cuando festejó el veto del Senado a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Dos millones de personas bloqueando el palacio legislativo se dieron vuelta y fueron a sus casas igual que Lisa en la novela de Saks, elucubrando racionalmente la adaptación no violenta ante los hechos consumados.
Por uno y mil experimentos
Entonces, queride crítique literarie, ¿se trata de un primer ejercicio de novelística publicado con la arrogancia de una escritora que cree poseer una verdad tan propia que excede las leyes del arte literario y merece su publicación debido a la impunidad de una genialidad incomprendida? ¿O estamos ante una de las primeras expresiones conocidas de una nueva literatura que va a devenir de las experiencias emotivas de la nueva generación de jóvenes impresas por la mayor explosión y revisión de las relaciones afectivas, sexuales y fraternales en la historia de nuestro país?
No voy a ser tan cretine de tirar aquí una definición sobre esta inquietud. El punk nos ha venido a decir en los 70 que la expresión artística es un derecho inalienable de la humanidad, de cada individue de nuestra especie. Celebramos que Laura Saks haya tomado la decisión de hacer público su experimento, ponerlo a circular en las imaginaciones y universos emocionales más diversos por fuera de su círculo íntimo en el taller literario y arriesgarse a recibir todo tipo de devoluciones que enriquezcan el desarrollo de su arte.
Luego cada une podrá decir si la experiencia le agradó o no, ya sea porque le permitió descubrir nuevas y desconocida facetas de su propia sensibilidad o porque disfrutó de la experiencia alienante de Lisa. Esas son conclusiones imposibles de ser adelantadas en cualquier crítica de una obra de arte. Eso radica en la subjetividad de cada quien.
Lo concreto y objetivo es que esta joven autora ha decidido publicar un experimento radical para debutar como novelista en el cada vez más diverso mercado editorial porteño. Más allá de toda subjetividad, se trata de un intento valiente que al menos aporta una fuente realista de la metamorfosis feminista que vienen atravesando millones de personas en nuestra sociedad. La imagen de tapa grafica con exactitud esta sensación íntima volcada con suma sinceridad en la novela: una mujer joven suspendida en el aire, a mitad de camino entre el trapecio que acaba de abandonar para siempre (una vida inocente de sumisión al patriarcado) y el nuevo trapecio al que quiere dirigirse pero que todavía no alcanza (una vida feminista plena, un mundo sin patriarcado). En esa angustia existencial en la que la campera de jean puede ser también una capa de super heroína, mientras los balcones iluminados y los autos siguen marcando una vida cotidiana que continúa a pesar de nuestras peripecias para vivirla, la autora intenta su experimento que, seguramente, es también en sí misma un camino posible para enfrentar la realidad, la búsqueda de una literatura feminista que ayude a cambar este mundo.
Cabría esperar un poco más de apoyo de la editorial azulfrancia en el cuidado de la publicación para que una autora joven y valiente con tantas buenas iniciativas no tenga que verse obligada a dar el salto sin ninguna red, por ejemplo ayudándola en la edición y corrección.
Bienvenida la valentía pues y nuestros mejores deseos para que continúe produciendo. Porque entendemos que la literatura debería ser eso, la posibilidad de expresión de uno y mil experimentos como éste. Hasta que caiga el patriarcado, así sea.
Título: Experimento feminista en plena metamorfosis
Autora: Laura Saks
Editorial: azulfrancia
219 páginas