Un año atrás se escribió aquí sobre El problema de los tres cuerpos, la novela de Cixin Liu que vendió millones de ejemplares a nivel global y desató una fiebre por la ciencia ficción china. Fue el primero de tres libros cuyas secuelas son El bosque oscuro y El fin de la muerte, recientemente publicadas en Argentina. En conjunto, la trilogía de «Los tres cuerpos» se convirtió en embajadora mundial de la flamante Edad de Oro de la ciencia ficción china. Una golondrina no hace verano, dirán, pero en el horizonte ya se ve una bandada que oscurece el cielo.

El problema de los tres cuerpos introduce a los diversos protagonistas que intervendrán en el contacto con una civilización extraterrestre, los trisolarianos, distante cuatro años luz. La comunicación es a través de ondas de radio y supone una sentencia de muerte para la raza humana tras la traición de la astrofísica Ye Wenjie. Los trisolarianos bloquean los progresos científicos de la humanidad para evitar que se generen medidas de defensa contra ellos mientras una expedición parte hacia la Tierra en un viaje que deberá extenderse por cuatro siglos. Falta mucho tiempo, pero de todas maneras no hay escapatoria posible.

Con ese escenario apocalíptico comienza El bosque oscuro, segunda entrega de la trilogía y el más atrapante y veloz de los tres. La humanidad está resignada a la tragedia. El bloqueo de la ciencia pone un candado al desarrollo de la física cuántica y por ende deja fuera de las posibilidades el progreso de la tecnología espacial. Además, los trisolarianos espían absolutamente todo lo que sucede en la Tierra y en tiempo real, por lo que es imposible crear una sorpresa para emboscarlos. Es un jaque mate galáctico.

Las principales vías de acción parecen ser un derrotismo que propone disfrutar los 400 años hasta que ocurra lo inevitable, y el escapismo, una idea que propone abandonar el mundo en naves espaciales. Sin embargo, la alternativa del escape es prohibida por no servir para salvar a los miles de millones de personas, pero más aún por la inestabilidad política que se generaría por una población enfurecida contra los privilegiados que pudieran viajar. El orden mundial está en un precario equilibrio.

Un plan desesperado de la ONU surge para restituir la esperanza de la raza humana: el Proyecto Vallado. Se eligen cuatro personas para que piensen una estrategia para defenderse de los trisolarianos. Bajo la constante vigilancia alienígena, los vallados tienen a su disposición todos los recursos del planeta para llevar a cabo esos planes pero deben resguardar el secreto nada más que en sus propios cerebros. Con esa premisa, El bosque oscuro muestra el trabajo de los vallados y en particular del representante chino, el astrónomo y sociólogo Luo Ji.

El tiempo transcurre veloz y las décadas y los siglos no son obstáculos para la narración ya que los protagonistas pueden permanecer en animación suspendida indefinidamente y despertar ante sucesos importantes. El recurso permite avanzar hacia el futuro y mostrar la evolución de la humanidad con las características sociales propias de cada época.

Tras el final sorprendente de El bosque oscuro el paso siguiente es El fin de la muerte. Sin dar demasiados detalles que revelen la trama del libro anterior, en la tercera entrega se vuelve cronológicamente al tiempo de los vallados a través de la perspectiva de una nueva protagonista. La ingeniera aeroespacial Cheng Xin será fundamental para otro proyecto paralelo relativo a la invasión trisolariana y será la bisagra que conecte los distintos puntos de la trama.

En la última novela la transición del tiempo se acelera, los sucesos del libro anterior se observan desde otro punto de vista y luego se superan para adentrarse en el período clave de la invasión. La narración abandona casi cualquier punto de comparación con la realidad y plantea un ambicioso relato cientificista del futuro del universo que se diagrama a través de la especulación más imaginativa.

Liu empieza y concluye cada libro de forma tal que El bosque oscuro puede leerse sin pasar por el anterior ni continuar con El fin de la muerte. Si se hicieran tres películas de los tres libros, la de El bosque oscuro sería la más espectacular y hollywoodense, una de Christopher Nolan; mientras que la de El fin de la muerte estaría en la línea del director de cine soviético Andréi Tarkovski o del estadounidense Stanley Kubrick; El problema de los tres cuerpos tal vez sería una buena elección para que la dirigiese el canadiense Denis Villeneuve.

Los tres cuerpos remite a varias obras clave del género, entre ellas indudablemente a Contacto de Carl Sagan por el descubrimiento de una raza extraterrestre a través de un mensaje al espacio. La temática del encuentro con inteligencias superiores tiende un puente ineludible con 2001: Odisea espacial de Arthur C. Clarke. La evolución de la civilización humana en el universo a través del tiempo traza un paralelismo con la serie Fundación de Isaac Asimov, mientras que el costado bélico y espacial sugiere inspiraciones de Robert A. Heinlein y la serie de Ender de Orson Scott Card.

Las referencias de Cixin Liu siempre se mantienen dentro de la ciencia ficción «dura», la que históricamente se ocupó de tramas que giran en torno a problemas científicos, con una buena base académica que fundamenta las historias. Se contrapone así con la ciencia ficción «blanda» que se convirtió en la norma tras la «New Wave» de los ’60 que enterró en el pasado la precisión científica y las temáticas clásicas del género. Habiendo pasado tanto tiempo desde aquella ciencia ficción «dura», tal vez sea más apropiado para la nueva corriente identificarla como ciencia ficción «neodura», como sugiere el escritor uruguayo Ramiro Sanchiz.

La trilogía permite intuir ciertas preocupaciones de la cultura china por algunos tópicos que se repiten, por ciertas ideas que resuenan con más fuerza. En los tres extensos libros los protagonistas principales son siempre chinos, los que tuercen el destino son siempre los chinos y aunque no hay países ya sino un gobierno mundial intercultural, los mayores hitos del futuro suelen quedar en manos de personas de ascendencia china, ¡y además siempre científicos! El resto de las nacionalidades aparece a cuenta gotas, como para darle color a la historia, y se encuentran muchas más referencias a Japón que a cualquier otra nación. Estados Unidos es minimizada como potencia con el correr de las páginas. En el imaginario de Liu el gobierno es fuerte, las decisiones las toman con racionalidad personas idóneas, por lo general científicos, y si el desorden social colapsa en un momento es a partir de allí que la humanidad evoluciona hacia la madurez.

La geopolítica y aún inclusive la xenopolítica (las relaciones con gobiernos de seres de otros planetas) son componentes muy bien definidos en Los tres cuerpos que marcan los tiempos y dirigen la narración. Sería interesante extrapolar la relación entre la humanidad y la amenaza de los trisolarianos con la visión mutua entre China y Occidente. ¿Ve Liu con los ojos de China a Occidente como un peligro que se cierne sobre el mundo apoyado en su superioridad armamentística, económica y geopolítica? La humanidad que describe Liu, sin embargo, siempre se esfuerza y, aunque atrasada, se desarrolla rápidamente si la dejan hasta estar a la altura de todo desafío. Tal vez es posible que el lector occidental haga el análisis inverso e identifique a Trisolaris como la amenaza de la imparable expansión de China.

• La trilogía de Los tres cuerpos y la Edad de Oro de la ciencia ficción china

Cixin Liu se convirtió en el buque insignia de la ciencia ficción china en el mundo, a la cabeza de una flota bien nutrida de autores premiados y destacados. A tal punto creció y se masificó el género en el país que inventó la pólvora que se habla de una Edad de Oro, una etiqueta que remite en la ciencia ficción al período 1939-1946 cuando Estados Unidos fue el faro de este tipo de historias con John W. Campbell desde su puesto de editor en la revista Astounding Science Fiction.

China tiene también desde hace décadas una nutrida colección de revistas de ciencia ficción desde donde se catapultaron gran parte de los autores ahora consagrados. La ciencia ficción china actual deslumbra desde Cixin Liu (premio Hugo novela 2015), Quifan Chen, Boyong Ma, hasta las escritoras Jia Xia y Jingfang Hao (premio Hugo 2016 por su nouvelle Entre los pliegues de Pekín), pasando por los autores de la diáspora como el chino naturalizado estadounidense Ken Liu (además traductor al inglés del primero y tercero de Los tres cuerpos, y gran divulgador mundial del boom sci-fi chino) e incluyendo al estadounidense de ascendencia china Ted Chiang, entre otros.

El auge del género en China es parte de un proceso que se empezó a florecer en la primera década del milenio para dar sus frutos en la segunda. Pero tampoco es un género ajeno a la literatura de ese país, sólo que tuvo una evolución accidentada e interrumpida.

Las fuentes suelen coincidir en que lo que hoy entendemos por ciencia ficción llegó a China a fines del siglo XIX o comienzos del XX a partir de las traducciones japonesas de las obras del francés Julio Verne. En paralelo con lo que estaba pasando en Japón en esa época, las primeras obras chinas del género vieron la luz mientras aún reinaba la última dinastía Qing. Siempre en las tinieblas del pulp, la ciencia ficción se encuentra después de 1949 con un escenario en el que se convierte en vehículo de historias infantiles de autores soviéticos que sirven a los intereses del régimen comunista de Mao Tse-Tung.

La Revolución Cultural de Mao (1966-1976) que mató a cientos de miles de personas también liquidó cualquier brote de ciencia ficción que perduraba por considerarlo una invención burguesa de Occidente. Muerto Mao, hubo que esperar hasta las reformas políticas permitieran en los ’80 la llegada de la literatura del resto del mundo. Esto significó un nuevo boom que dio a un renacer la ciencia ficción en la milenaria nación de la mano de nuevas obras chinas.

Internet ayudó a popularizar aún más el género, también con el aporte de las revistas especializadas. La censura siempre estuvo y está todavía presente, aunque ahora mucho más edulcorada. Tal vez por esto la crítica social y las distopías son menos frecuentes y los autores pueden contar historias desde la seguridad de una ciencia ficción «dura», desde la distancia de un futuro no vigilado por el Partido Comunista. La ciencia ficción del gigante asiático suele tener elementos de su cultura ancestral, estar escrita con una intención distinta al efectismo explícito de la tradición occidental y es común ver historias centradas en problemas de sus crisis individuales modernas con sus particularidades de vigilancia estatal, contaminación, y presión laboral y educativa.

«Desde los noventa, la clase dirigente del país se ha dedicado a producir una fantasía ideológica a través de la maquinaria propagandística: el desarrollo (el aumento de PBI) basta para resolver todos los problemas. Sin embargo, el esfuerzo ha fracasado y ha creado aún más problemas. Durante el proceso de hipnosis ideológica del conjunto de la población, esa definición de ‘éxito’ en la que la riqueza material está por encima de todo ha estrangulado la capacidad de la nueva generación para imaginar las posibilidades de la vida y del futuro», afirma Quifan Chen en un ensayo titulado La generación dividida: la ciencia ficción china en una cultura de transición. En tanto, para Cixin Liu: «El optimismo científico que subyacía en las obras de género del siglo pasado ha desaparecido casi por completo. La ciencia ficción contemporánea refleja suspicacia y ansiedad por el avance tecnológico, y los futuros representados en estas obras son oscuros e inciertos».

Sin embargo, Ken Liu advierte sobre la tentación occidental de entender a China desde nuestra propia lógica y subraya la multiplicidad de temáticas e intereses de la ciencia ficción china. «Dar por hecho que las preocupaciones políticas de los autores chinos son las mismas que las que los lectores occidentales esperan de ellos es, como mínimo, arrogante y, lo que es peor, peligroso», sostiene Ken Liu en el prólogo de Planetas invisibles, una antología de cuentos de gran diversidad de autores chinos del género de donde se recogen las palabras de los tres escritores arriba citados.

La ciencia ficción china es ante todo diversa, a veces familiar, a veces exótica, comprensible o no. Su boom actual está lejos de ser una moda y como se explicó es parte de un proceso largo que está en un pico y sin rastros de una curva de descenso. El peso del género habla no sólo del interés chino por la ciencia y el progreso, también pone en evidencia la necesidad de soñar realidades distintas de un pueblo que sufrió la amputación de su imaginación durante largo tiempo. La explosión Edad de Oro de la ciencia ficción china no escapa a la lógica capitalista actual donde este tipo de obras recibe una amplia promoción desde grupos económicos y son vistas como una inversión más con la cual expandirse, tanto económica como culturalmente. ¿Veremos las prácticas expansionistas chinas aplicarse en su ciencia ficción? ¿Es parte Los tres cuerpos de un nuevo dumping, un dumping literario para inundar al mercado y desplazar a todo lo demás? Quien sabe, pero sin duda es un material interesantísimo, de lo más innovador que se vio en el género en la última década.


Título: El bosque oscuro
Autor: Cixin Liu
Traducción: Javier Altayó y Jianguo Feng
Editorial: Nova
352 páginas

Título: El fin de la muerte
Autor: Cixin Liu
Traducción: Agustín Alepuz Morales
Editorial: Nova
752 páginas

Sobre El Autor

Publicó el libro de cuentos de ciencia ficción Los hologramas no hacen compañía (China Editora, 2019) y la antología Antártida (2015) dentro de la colección Leer es futuro del Ministerio de Cultura de la Nación. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación y trabaja como periodista de El Cronista.

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